Recuerdos de José Franco, y el intento de una despedida

Actualizado
  • 10/05/2022 00:00
Creado
  • 10/05/2022 00:00
Este lunes, el poeta de sangre tricolor, José Franco, falleció a los 86 años, dejando detrás suyo una carrera de años dedicados al amor por el istmo, las letras, su familia y su pueblo
El poeta José Franco (i) al recibir la condecoración de la Orden Rogelio Sinán en 2016.

Hacia las 11:15 de la mañana de ayer se fue nuestro querido poeta de la nacionalidad José Franco, en su hábitat de la ciudad de Las Tablas. Su hija, Aurora, lo acompañó hasta este final, y seguramente su inseparable Chelita. Se fue quizás a cantar décimas celestiales, a ensayar de pronto la aventura sublime del descanso eterno, o no sabemos, a convocar conciertos líricos, profundamente poéticos, en la infinitud de los cielos.

Me cupo el honor de escribir el libro más reciente sobre su vida y obra, Conversaciones con la vida, José Franco, el poeta y el hombre, que la Comisión del bicentenario de la independencia de Panamá de España, el Ministerio de Cultura (MiCultura), la Asamblea Nacional y el Banco Nacional, el año pasado, acogieron.

La tarde de ayer me he quedado sin palabras, por supuesto. Porque, como quedó reseñado ahí mismo en este libro –y es lo que puedo decir ahora–, la obra nació una tarde en la municipalidad de Las Tablas, mientras el poeta, alejado de las fatigas de la ciudad capital, dejaba desgranar la vida y aparecían episodios ocurridos en su existencia mortal a lo ancho de una ventana abierta de pensamientos y memorias.

Era como si ambos quisiéramos fastidiar los tedios de esas horas a veces largas cuando las soledades deciden conspirar contra nuestra obligación de vivir alegres.

Franco se desempeñó como poeta, diplomático y periodista.

El poeta miraba al frente en la sala de su estancia actual en el sector residencial Mirador del Bosque, y en ese gesto se veía la dignidad intacta de sus años, la lucidez de su mente y los chispazos del bardo que siempre ha sido.

La poesía

Creo que el milagro poético del maestro José Franco es haber unido con sus versos al país. Logró que todos los niveles de la sociedad se apropiaran de cada estrofa contenida en los cinco cantos que componen la obra insigne 'Panamá defendida', y ellas se escucharon por todos los rincones, levantando el ánimo patriótico y los reclamos de soberanía, con ese ímpetu que solo la poesía puede alcanzar.

Panamá defendida

En realidad, el poema cumbre ya había sido degustado por una parte del público lector. Y el libro (poemario completo) había sido oficialmente publicado en el año 1958.

Aunque entre la creación del poemario y su publicación hay un trecho de cuatro años, animado por sus pasiones nacionalistas, sus dolores de patria, sus nostalgias de hombre y sus recurridas escapatorias de la rutina, con el alma desbocada dispuesta a liberar sonetos envueltos en vahos de bohemia, muy a la usanza de la época, en la que crecieron en fama los vates que frecuentaban bares sacrílegos o cantinas non sanctas encalladas en sombras y extramuros de pueblos interioranos, territorios prohibidos, seguramente asignados por los dioses del Olimpo para que se dieran a la fuga los desenfrenos de los bardos. Eran lugares dilectos de hetairas conmovidas por la sensibilidad de los aedas en uso de su libre albedrío.

Entonces ellas se apoderaban del rol, filosofaban, presumían de artistas, y los acompañaban hasta vencer las auroras, guardar confiadas los secretos de la creación explosiva de versos, instigados por el dios Baco, generalmente, en los entresijos de curtidas sábanas con olores de humedad. Y luego, en el resplandor de una nueva tarde o en el fulgor de la noche siguiente, renacer y perfumar los trajes para retomar los versos.

La genética del decimero cultivado en lecturas de poesía clásica y moderna, le permitía a José Franco improvisar, en un rito silencioso y muy íntimo, en un bar o en un restaurante, los versos de lo que fue estructurando como la gran secuencia de cantos que finalmente se llamó Panamá defendida. Franco escribía tanto sobre una servilleta como en la portada de un diario, o en la hoja arrugada de una libreta de apuntes. Y quien se tomó el trabajo de ir recogiendo esas furias desatadas de versos libres se llamaba Rubén Luis García.

Mas la depositaria era una hetaira, que cuidaba con celo animal de todos aquellos apuntes sueltos que iban a parar a una carpeta, y que finalmente se convirtieron en un libro.

Aquí aparece la figura del periodista cultural Tomlinson Hernández. Las opiniones académicas del profesor Baltazar Isaza Calderón y de personajes como el doctor Carlos Manuel Gasteazoro o Rodrigo Miró, apuntaban a que, puestos en cintura, los borradores desordenados de esta obra constituían un buen suceso editorial. Franco ignoraba esos halagos.

Varios apuntes se extraviaron y fueron a parar a las manos de Everardo Tomlinson Hernández, un joven poeta a punto de graduarse de abogado, quien tenía a su cargo una página cultural en uno de los diarios capitalinos. Allí reseñó la obra, luego de haber localizado a Rubén Luis García, y retornar los originales a su autor.

Fue uno de esos días alumbrados en el horizonte de Panamá, en el año de 1958. Porque entonces, la embajadora de Argentina en el istmo, Ángela Romero Vera, los leyó, contactó a Tolimnson Hernández y le dijo: “Busquen al poeta”. Y con financiación de la embajadora, y el entusiasmo de los alumnos de la escuela Artes y Oficios, de manera muy rudimentaria se editaron y publicaron los primeros mil libros de esta verdadera oda al sentimiento nacional panameño.

Luego sería publicada en edición de lujo por encargo del departamento de Cultura de Panamá, ilustrada por la pintora española Roser Muntañola de Oduber, esposa del pintor panameño Ciro Oduber. Fueron igualmente mil copias.

Si hay un recuerdo vivo en la memoria del poeta es el hecho de que, precisamente, el 9 de enero de 1964, fecha histórica del levantamiento de los estudiantes en reclamo de la soberanía nacional, estaba vinculado al periódico La Hora, y fue publicado a colores este poema cumbre, Panamá defendida. Una tarea que le atribuye a Rodrigo “Cañita” Correa y Escolástico Calvo, entonces destacados colaboradores de ese medio.

El 25 de enero de 1964, en La Hora, escribe en verso las ocurrencias brutales del 9 de enero de este año realizadas por las fuerzas militares estadounidenses contra los estudiantes que reclamaban un lugar digno para la bandera panameña. Franco había empezado a revolucionar la manera narrativa en la redacción de columnas, y lo estaba haciendo justo en este diario.

Publicó a doble página una enorme fotografía de los mártires caídos en esa fatídica cita con la nacionalidad istmeña y debajo el poema 'La sangre derramada', expresión de dolor y sentimientos nacionalistas que iban calando en la conciencia nacional: “Muertos tirados al suelo/de la tierra panameña/la existencia se despeña/en los soplos de un anhelo”.

La ruta mundial de Panamá defendida la abrió un distinguido panameño, el doctor Augusto Fábrega, quien fue alumno destacado y egresado con notas sobresalientes de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba de Moscú y gran poeta.

Cuando Ernesto “Che” Guevara visitó la Unión Soviética, Fábrega era estudiante allá y los universitarios, ante la presencia del líder y médico guerrillero argentino de dimensiones internacionales, organizaron un evento festivo de recibimiento. Fue el momento que Fábrega aprovechó para obsequiar el poema de Franco a Nikita Kruschev, secretario general de Partido Comunista Soviético (PCUS). Con el entusiasmo del líder soviético, el poema es traducido al ruso y publicado ampliamente. Y después, a partir de este suceso, comenzó a circular por todo el mundo traducido a distintos idiomas.

La vida de Franco como periodista, está dicho, no podía estar exenta de cierta lúdica, de la bohemia atribuible al embrujo del olor de la tinta con la pasión de una noticia y el amor a las letras. Y como los diarios tenían poetas y escritores en sus redacciones, después de una jornada de semana no era difícil que los poetas periodistas se reunieran a conspirar con la palabra.

En los últimos años de la década de 1990, Franco estuvo muy activo como comentarista y analista en los paneles matutinos de televisión. También tuvo su momento continuo en el diario La Prensa, especialmente en un suplemento literario, 'Mosaico', que circulaba los domingos.

Muchos de quienes vivieron las diversas etapas periodísticas del poeta, ya no están para contarlo. Hay recuerdos de otros intelectuales y colegas a quienes el paso de José Franco por alguno de los medios en que tuvieron la oportunidad de conocerlo y compartir, o fueron compañeros de hazañas, llevan en sus memorias las vivencias con el poeta periodista y conservan su amistad a toda prueba.

No es fácil despedirse, poeta, pero todo esto, reproducido al azar, quedó para la memoria colectiva. Es algo. ¡Que los dioses entonces celebren sus versos, junto a usted, querido maestro!

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