Thibault Cauvin, recital de guitarra en una noche lluviosa

Actualizado
  • 30/10/2022 00:00
Creado
  • 30/10/2022 00:00
Como parte de una gira centroamericana, el guitarrista clásico francés se presentó en el Teatro Gladys Vidal. La velada incluyó un variado repertorio, con temas desde Bach hasta Piazzola, música de películas cinematográficas y homenajes a ciudades
Thibault Cauvin, recital de guitarra en una noche lluviosa

Eran las 7:15 de la noche y había cierta aglomeración en la puerta del Teatro Gladys Vidal en el edificio Hatillo. Bajaba la intensidad de lo que pareció “el diluvio universal”. El tránsito se congestionó a tal punto que, cerca de la hora de inicio del programa, el público era muy escaso, aunque prácticamente todos los lugares se habían vendido.

Se notaba la preocupación de quienes llegaban al recinto, pues la hora pactada para el recital eran las 6:30 de la tarde. Aun así, ninguno o tal vez muy pocos de los interesados en el concierto dejaron de dirigirse a la cita musical. Era la segunda vez que el guitarrista francés Thibault Cauvin se presentaba en Panamá y quienes conocen su trayectoria sabían que no era una oportunidad que se debía perder. Es el único músico del mundo que ganó 36 premios internacionales antes de cumplir los 20 años de edad.

Con casi una hora de retraso, felizmente convenida por el público y el artista, se dio inicio al recital auspiciado por la Alianza Francesa de Panamá, la Embajada de Francia en Panamá, el Servicio de Cooperación y de Acción Cultural para América Central y la Alcaldía de Panamá.

Thibault Cauvin entró al recinto repleto de gente que le aplaudió. “Mi español es muy malo, pero me gusta hablar”, dijo con una sonrisa. A lo largo del programa que ofreció a los panameños, habló en un español básico apoyado con algunos términos en inglés y otros en francés. Lo suficiente para darse a entender.

Cauvin agradeció los aplausos

La primera pieza que interpretó fue “Milonga del ángel”, del recordado Astor Piazzola, cargada del sentimiento y la nostalgia de los géneros argentinos, seguida de “A Felicidade”, de Tom Jobim, un repertorio que apela a su cercanía con Latinoamérica.

Cauvin anuncia sus temas por pares, esto le da la oportunidad de interpretar con menos interrupciones y también de extenderse un poco más cuando se dirige al público. Mencionó, por ejemplo, que las sensaciones estando en un avión son más fuertes, y que cada vez que viaja —cosa que en los últimos 15 años ha sido una constante en su vida— aprovecha para ver películas, lo que le ha acercado a filmes de muchos países y a sus temas musicales. “Cuando salgo, veo películas de cualquier país, pero cuando regreso a casa, solo veo películas francesas”, dijo.

Dos temas de filmes franceses continuaron el programa musical. El primero de ellos de Les Valseuses, protagonizado por Gérard Depardieu y con música de Stéphane Grappelli. La segunda, “Romance anónimo”, tema de Jeux interdits, cinta de 1952, en un arreglo de su hermano Jordan, a quien suele hacerle algunos encargos especiales.

A Thibaut Cauvin la música le viene de herencia. Su padre, un conocido compositor puso una guitarra en sus manos a penas la pudo tomar. El resto, tomó un curso bastante normal. Estudió en el Conservatorio de Burdeos y en el Conservatorio Nacional Superior de París, donde obtiene honores.

La velada tuvo un lleno completo

A los 20 años de edad ya era uno de los guitarristas más exitosos del mundo. Conoce muy bien el instrumento y cuando toca, parece que estuviese conversando con él. Lo hace hablar, lo escucha con mucha atención, sus gestos pudiesen describir cómo se maravilla con los sonidos que la guitarra emite.

El guitarrista ha dedicado álbumes a grandes compositores como Scarlatti, Albéniz y Vivaldi. De Johann Sebastian Bach prepara para el próximo año una producción que grabó en una iglesia de un poblado cercano a Bordeaux donde solo habitan unas 42 personas. En una atmósfera y con un sonido que describió con la palabra “magique”.

De Bach, Thibault interpretó versiones para guitarra del Preludio no. 1 en Do mayor BWV 846 y la Suite de Cello No. 1 en Sol mayor BWV 1007.

“Cuando tengo una idea soy muy insistente”, dice con un tono de picardía. Así fue como le pidió a su hermano un arreglo especial que reinterpretara a Bach. Su hermano le dijo que siendo Bach perfecto, qué podía hacer él... claro está, Thibault no se dio por vencido e insistió a tal punto que su hermano dejó de responder sus llamadas y correos. Pero unos meses después recibió en su correspondencia el arreglo esperado, una pieza que todavía no ha nombrado y cuya partitura desplegó en el piso, porque todavía no la domina por completo (eso dijo). De más está decir que prácticamente no miró la partitura e interpretó sin problema alguno la pieza.

Thibault Cauvin, recital de guitarra en una noche lluviosa

Desde que Cauvin empezó a viajar, ha visitado a más de 120 países, realizando cerca de 1,500 actuaciones, desde los escenarios más prestigiosos hasta los más atípicos.

“He vivido como un nómada, viviendo en hoteles y en estos viajes me gusta la idea de llevar solo mi guitarra, una computadora con mis partituras y una maleta muy pequeña”, asegura.

“Es fantástico conocer gente, conocer colores...”, cuenta. Y por ello ha dedicado temas a ciudades que ha visitado y que le gustan mucho:

Ulan Bator, ciudad de Mongolia “Allí la temperatura es de -30°C “, relata. “Un hombre me relató la historia de Genghis Khan y sus caballos de fuego”, agrega, y a esos caballos de fuego dedicó una pieza cuyo ritmo nos hace sentir el galope de aquellos caballos..

Thibautl Cauvin durante el recital.

El programa continuó con un tema dedicado a Kolkata (Calcuta), “una ciudad plena de energía en el día, pero muy poética en la noche”. El tema inspirado en una melodía interpretada con la cítara, juega con la tensión de las cuerdas manipuladas por Thibault, desde las clavijas.

La ultima pieza de la noche es dedicada a Estambul y se llama “Koyunbaba” (El pastor), escrita por Carlo Domeniconi, compositor con fuertes influencias turcas en su música.

Thibault Cauvin recibió una ovación de pie que le hizo regresar varias veces al escenario. el premio para el público fue una pieza más, descrita por el guitarrista como “la música más difícil del mundo”.

Tras esta descripción está el relato de Cauvin sobre la petición que hizo a su padre cuando tenía 12 años de edad. “Quería tocar música muy difícil y mis profesores me decían, no, eso es muy complicado para ti. Entonces le pedí a mi padre que me escribiera la música más difícil del mundo, y que yo la iba a tocar”, rememoró. Las partituras las recibió en su cumpleaños 13. La pieza utiliza la guitarra en toda forma posible, pulsando las cuerdas, golpeando su caja de resonancia. Definitivamente, un tema que requiere de una interpretación muy compleja.

El público cumplió con su parte, con un aplauso cerrado. El concierto dejó una sonrisa en sus asistentes, valió la pena atravesar la ciudad en pleno diluvio.

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