¿Qué está haciendo Panamá para erradicar el desperdicio de alimentos?
La inseguridad alimentaria prevalece en el país. La crisis de subalimentación se mantiene, especialmente en áreas rurales, mientras agrupaciones como la Fundación Rescate de Alimentos establecen proyectos y proponen legislación

La desigualdad socioeconómica es el “principal combustible” de la cantidad de alimento desperdiciado versus los índices de hambruna en Panamá, considera Helga Barría, de la Fundación Rescate de Alimentos, organización destacada en la edición 2022 de Héroes por Panamá por su labor en el combate contra el desecho de alimentos.
En Panamá se pierden 335 toneladas de alimentos al día, según el 'Plan de acción de desechos de alimentos' del Municipio de Panamá, publicado en el 2016.
Mientras tanto, el país sigue en la lucha por erradicar los índices de desnutrición y hambre, este último persistente en el 5,8% de la población, de acuerdo con los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas en cuanto a su alimentación.
“En el país la comida no se produce para alimentar, sino para hacer dinero. Detrás de esto está la avaricia”, señaló Barría a este medio.

A día de hoy el desperdicio de alimentos representa uno de los más grandes desafíos para las naciones América Latina y el Caribe, incluyendo a Panamá, en temas de seguridad alimentaria, plan de acción que procura a la población el acceso por igual de los víveres nutritivos, seguros y en cantidades que puedan satisfacer sus necesidades nutricionales.
Una idea que inspira
La Fundación Rescate de Alimentos es una organización sin fines de lucro dedicada a brindar apoyo a aquellos que no tienen acceso a alimentos mediante la conservación de la comida.
Rescate de Alimentos reconoce al alimento como una pieza fundamental dentro de la supervivencia y sustentan que las crisis, guerras y enfermedades podrían evitarse si toda la población tuviera comida digna.

Desde marzo de 2020 hasta enero de 2021 se dedicaron a alimentar personas de comunidades rurales con comida rescatada. Este esfuerzo repercutió en 130 mil personas de diversas comunidades, entre esos a indígenas y agricultores que no contaban con alimentos.
Esfuerzos en conjunto
Actualmente la fundación está en proceso de implementación de un comedor sustentable en la escuela Alto Jaramillo de Boquete en Chiriquí, plan piloto para combatir el malgasto de alimentos y la inseguridad alimentaria, que según Barría persiste en al menos 2,000 escuelas del país.
La escuela Alto Jaramillo cuenta con una matrícula actual de 53 estudiantes, es una escuela multigrado que atiende a niños con edades de entre 4 a 13 años donde solo existen tres salones.

La población de este centro educativo es 90% indígena y muchos de los estudiantes deben caminar por lo menos dos horas para llegar al colegio debido a que queda en la montaña.
Para esto Rescate de Alimentos ha formado alianzas con diferentes sectores: la comunidad de Jaramillo en Boquete: las autoridades y padres de familia del recinto educativo donde se está implementando la iniciativa al igual que con productores y empresas locales o que tienen presencia en el lugar.
Según la fundación, los niños van a la escuela porque es la única manera de garantizar que al menos coman una vez al día.
Barría cuenta, según su experiencia en las comunidades, que esto es muy común en las áreas rurales: “Sin datos estadísticos exactos puedo decir que el 50% de la población se alimenta con solo una comida al día”.
Con la ayuda de quienes se han sumado al proyecto han logrado rescatar víveres comunitarios al igual que crear espacios de almacenamiento para los alimentos, sin embargo, para la activista se necesita mucho más que esto para erradicar el hambre y el desperdicio de alimentos en Panamá.
¿Qué acciones ha tomado Panamá?
Aunque poner fin al hambre es el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por la ONU para llegar a la sustentabilidad, la última vez que se realizó en Panamá algún planteamiento institucional para combatir la inseguridad alimentaria y la hambruna fue en 2017 con el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional 2017-2021.
En el mismo se mencionaba que los mayores retos del país en cuanto a este tema eran la prevalencia de baja talla para la edad; la frecuencia en “hambre oculta” o deficiencia de micronutrientes y los índices de sobrepeso y obesidad, temas que aún no cuentan con respuestas claras por parte de las autoridades correspondientes.
La representante de Rescate de Alimentos manifiesta que el tema de la hambruna y la seguridad alimentaria no parecen ser una prioridad para los líderes políticos del país. “Tienen que haber políticas públicas, pero eso no va a pasar aquí. El plan piloto es un pinino mas no una solución”, dijo Barría.
Es por esta razón que la fundación tomó cartas en el asunto y ha iniciado conversaciones con diferentes diputados de la bancada independiente desde antes de la pandemia, en busca de apoyo público para combatir este problema.
Uno de los resultados de esos diálogos es la participación de Rescate de Alimentos junto al diputado Juan Diego Vásquez en el Anteproyecto de Ley No. 28, que busca alternativas sostenibles para el provecho máximo de la comida.
Actualmente el anteproyecto se encuentra en mesas técnicas, según declaraciones del equipo del diputado, aún se mantiene en consultas con el sector agropecuario.
Resultados nefastos
Según los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), anualmente en el mundo se desechan entre un cuarto y un tercio de todos los alimentos producidos, esto equivale a 1,300 millones de toneladas de comida en basureros.
Esta alarmante cifra debería alertar a países como Panamá, sin embargo se reporta en las últimas investigaciones de la FAO cada vez estamos más lejos de llegar a la meta en cuanto al segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible.
La mayoría de alimentos que terminan siendo desechados van a vertederos como el Cerro Patacón, donde se mezclan con residuos inorgánicos.
Esto se conoce como mal manejo de residuos y puede resultar en la contaminación del aire y el agua, degradar el suelo y alterar ecosistemas, sin mencionar que contribuye a la huella de carbono que se produce por los gases del efecto invernadero, demostrando que el desperdicio de alimentos nos compete a todos.
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