Funakoshi, Panamá y Perú

Actualizado
  • 31/12/2022 00:00
Creado
  • 31/12/2022 00:00
El Perú se acercaba a la centuria de vida independiente en medio de hondas inquietudes, por lo que fortalecer los vínculos con otras naciones fue percibido por la clase política como una alternativa para distender la conflictividad social
Funakoshi, Panamá y Perú

“El amor patrio es de todas las pasiones humanas la más poderosa, porque comprende a un mismo tiempo todas las demás, y porque si en la historia deben esperarse esfuerzos sobrenaturales, forzoso será hallarlos en el patriotismo” (Lamartine, 1860).

Corría la primera mitad del año 1921 y la capital peruana se preparaba para conmemorar el centenario de la independencia nacional. Un año complicado para los intereses nacionales peruanos porque aún no se alcanzaban definiciones en la frontera sur del país y las llamadas “provincias cautivas”, ocupadas por Chile después de la terrible Guerra del Pacífico, experimentaban una peligrosa política migratoria donde las víctimas peruanas exigían la intervención de Lima. A este clima de tensión externa permanente se sumaban las tensiones internas fruto de una economía en expansión que no logra diseñar una política inclusiva en un contexto de continuo mestizaje cultural y de reivindicaciones sociales. El Perú se acercaba a la centuria de vida independiente en medio de hondas inquietudes, por lo que fortalecer los vínculos con otras naciones fue percibido por la clase política como una alternativa para distender la conflictividad social.

La cancillería peruana sugirió entonces impulsar una serie de visitas oficiales con las armadas de las potencias que compartían el Pacífico, Japón y Estados Unidos. Así se concretó que, en el viaje de circunnavegación que llevaría a cabo la Escuela Naval de Kobe, se incluyese al Perú como parte de su travesía por el globo. La reacción estadounidense fue inmediata, ya que aceptó la invitación que el Perú le formuló poco después, tomando la decisión de movilizar al acorazado “Pensilvania” y otras embarcaciones de la flota del Atlántico desde EE.UU. y Panamá para que visitasen El Callao.

Así, hace 101 años, a finales de diciembre de 1921 entró al mar territorial peruano una flotilla japonesa compuesta por los acorazados “Asama” e “Iwate” que llegó a El Callao los primeros días de enero de 1922 con el propósito de estrechar relaciones con el Perú. Luego de desembarcar, el jefe de la escuadra nipona, almirante Funakoshi, depositó –como primer acto de su visita– una corona de flores en la cripta de los héroes y en los monumentos de Grau y Bolognesi (Revista Mundial 1921, citada por Saona, 2021).

Funakoshi, Panamá y Perú

El 19 de enero de 1921 el almirante Kashijiro Funakoshi y los oficiales de su escuadra Shigozo Oyanada, capitán del “Asama”, y Torisaki Yasuzo, capitán del “Iwate”, fueron recibidos por el presidente peruano Leguía en una audiencia especial (Revista Mundial nro. 39, enero 1921). El día 21, el “Asama” reciprocó ofreciendo un almuerzo a bordo del buque en honor del presidente Leguía, sus ministros y las autoridades castrenses peruanas. El “Asama”, construido en Gran Bretaña, era un barco con historial ya que peleó en la guerra rusojaponesa de 1904-1905 participando en los combates de Chemulpo y del mar Amarillo (Del Campo, 2019) mientras que el “Iwate” participó en las batallas de Port Arthur, de Ulsan y de Tsushima. Desde 1916 hasta 1939 fue un crucero de entrenamiento para guardiamarinas. Se trataba, pues, de dos buques históricos de la Marina Imperial que brindaron el marco para conversar, por primera vez en Latinoamérica, sobre su industria armamentística. El día 22, la Marina peruana ofreció un almuerzo de confraternidad en la Escuela Naval, gesto que fue reciprocado el 23 con una fiesta popular organizada por el consulado y la comunidad japoneses en los jardines del parque de la Exposición (Revista Mundial nro. 40, enero 1921). El día 25, el ministro de Marina peruano invitó a los diplomáticos, jefes y oficiales japoneses a una excursión a Matucana, localidad donde visitaron el primer tramo del Ferrocarril Central del Perú y se celebró una reunión a puerta cerrada sobre temas bilaterales. El zarpe de la flota fue el día 28 y cuadro días después llegó, procedente de Panamá, la flota estadounidense del almirante Wilson con el acorazado “Columbia” del capitán Helwig a la cabeza. Se trató de una demostración de poder –seis acorazados y buques auxiliares– orientada a reforzar su zona de influencia en el Pacífico (Revista Mundial nro. 41, febrero 1921).

Al igual que con los japoneses, el presidente Leguía recibió en audiencia reservada al almirante Wilson que estuvo acompañado por el embajador estadounidense Gonzáles y los almirantes Jones, Simpson y Eberle, y el agregado naval capitán Fryer. Sin embargo, en comparación a lo acontecido con Japón, la cobertura de prensa fue absolutamente asimétrica ya que todas las revistas peruanas y los principales diarios les dedicaron una profusión de fotografías y reportajes (Revista Mundial nro. 42, febrero 1921). La anécdota del día fue que los miembros del Congreso peruano alquilaron el vapor “Huallaga” para que los transportase hasta los agasajos que se ofrecían en cada uno de los acorazados visitantes. Después de una semana de actos festivos y conmemorativos, la flota del Atlántico zarpó hacia sus emplazamientos iniciales.

Lejos están aún los vientos de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. En la vida de las sociedades no cabe sino un anhelo supremo de perfección, un deseo de escalar hacia la obra definitiva, de construir algo duradero y eterno (Cuentas, 1921). Una centuria después, estas visitas navales permiten una cabal idea de la correlación de fuerzas que había entonces y ante las cuales el Perú, y otras naciones latinoamericanas, debían analizar probabilidades y cifrar esperanzas para construir el ideal sublime de la paz y el desarrollo.

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