Los capturados fueron ubicados en la comarca Ngäbe-Buglé, las provincias de Veraguas, Los Santos y Panamá
- 13/10/2023 00:00
Sentada en el banco del patio trasero de un refugio de migrantes en Tapachula, Chiapas, al sur de México, Rosa (28 años) está conversando con su marido Miguel (34 años), mientras que su hija Sofía (8 años) se acurruca entre ellos.
La joven madre coloca a la niña entre sus brazos, mientras juega con el cabello de la infante y le relata al personal del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) su historia.
En todo bajo y pausado, la hondureña recuerda el trágico día en que tuvo que abandonar su natal San Pedro Sula. “Después de ese día, puedo decir que mi vida se convirtió en una pesadilla”, dijo la madre centroamericana, tratando de contener las lágrimas.
En Honduras, la familia de Rosa se encargaba de administrar una tienda de ropa y un puesto de tortillas, actividades que desempeñaron durante años, pero que eran obstruidas por el pago de “cuotas obligatorias” a las bandas que controlaban su localidad y que iban aumentando, progresivamente, con los años.
“Estés donde estés, si tienes un negocio, si quieres empezar un proyecto, te cuesta”, reconoce avergonzada la joven mujer, quien señala que a mediados de 2022 la “cuota” había llegado a una cifra tan alta, que les era imposible pagar.
Es por eso que cuando tuvieron que hacer el pago del 22 de agosto, y ella y Miguel no pudieron costear las exigencias de los grupos criminales, comenzaron a recibir amenazas de muerte.
Un par de días después, Rosa tomó la decisión de huir con Sofía, su hija menor, mientras que el viernes 26 de agosto de 2022 el resto de su familia se escondió. Tras cuatro días de caminata, autobuses y escasa comida, Rosa y su hija lograron salir de Honduras e Ingresar a México, en donde encontraron asilo dentro del refugio de migrantes de Tapachula.
Se trata de un sitio en donde pudo reencontrarse con su esposo Miguel, quien llegó dos días después a ese lugar, pero en donde no pudo escapar de las amenazas de los grupos armados, quienes mediante una llamada telefónica le aseguraron a la joven que “puede esconderse debajo de una piedra, pero nosotros también tenemos cubierto México”.
Lamentablemente, aunque en México hallaron un refugio temporal, la familia tuvo que dejar a sus dos hijos adolescentes escondidos y al cuidado de la madre de Rosa.
En la actualidad, la pareja trabaja cuidando el refugio y apoyando a los migrantes, mientras su proceso de asilo en México continúa avanzando; la idea es construir un futuro lo más lejos posible de la banda que los acecha y reunir a toda la familia.
Historias como la de Rosa y su familia se repiten por toda América Latina y el Caribe, en donde miles de migrantes transitan la región rumbo a México, Estados Unidos y Canadá.
Según el reciente informe de Unicef 'El rostro cambiante de la niñez migrante en América Latina y el Caribe', en todo el mundo los niños y adolescentes representan el 15% de la población migrante, pero en América Latina y el Caribe la cifra aumenta a 25%.
Datos del Servicio Nacional de Migración indican que hasta el 3 de octubre, más de 413.000 migrantes habían cruzado el tapón de Darién, proviniendo principalmente de Venezuela, Haití, Ecuador y países de África.
Este número supera las cifras reportadas en 2022, cuando 400.000 migrantes atravesaron esa jungla, algo que según Margarita Sánchez, coordinadora de Unicef en Darién, es especialmente alarmante en el caso de los niños y adolescentes.
“En lo que va del año, más de 86.000 niños y adolescentes han cruzado Darién, una cifra récord y que es más preocupante cuando se analiza que el 50% de esos jóvenes tiene de cero a cinco años”, relata Sánchez a este medio.
La titular de Unicef en Darién detalla que diariamente atienden cerca de 300 niños, brindándoles ayuda psicosocial, acceso a agua potable, atención materno-infantil y otros cuidados.
En lo que va de 2023, Unicef ha registrado que más de 1.300 niños y adolescentes llegan por Darién sin ningún acompañante o tutor que se haga responsable de ellos. Una cifra que asciende a los casi 28.000, cuando se habla de los menores no acompañados que han intentado ingresar a Estados Unidos en el año fiscal 2022, plantea el informe.
“Se trata de un número que ha ido en aumento”, reconoce Sánchez, quien explica que en el caso de los 1.300 niños, lo que hace Unicef es referirlos a las autoridades estatales para poder brindarles protección.
Datos de la Organización Internacional de la Migración plantean que a lo largo de 2022, más de 197.000 migrantes y refugiados retornaron a sus países de origen, entre ellos casi 36.000 niños y adolescentes.
Según la Secretaría de Gobernación de México, en 2022 casi 30.000 niños mexicanos y adolescentes fueron devueltos a su país de origen desde Estados Unidos, de los cuales cerca de 20.000 no tenían acompañante.
A esto hay que sumarle que, ese año, las autoridades migratorias de México devolvieron a 9.192 niños y adolescentes a sus países de origen, de los cuales el 71% no tenía un tutor o acompañante y el 85% provenía de Honduras y Guatemala.
“Millones de niños, adolescentes y familias de la región se ven obligados a abandonar sus hogares y comunidades debido a las condiciones existentes en sus países de origen”, plantea el documento de Unicef.
Entre las causas que motivan a las familias a emigrar están: la pobreza generalizada, las limitadas oportunidades de subsistencia, la desigualdad estructural, la inseguridad alimentaria y las barreras de acceso a los servicios esenciales.
“Las personas también pueden abandonar sus países y buscar asilo para escapar de la violencia doméstica, de género, relacionada con las bandas y política, en busca de seguridad”, agrega la información.
A esto hay que sumar los desastres provocados por fenómenos como huracanes y terremotos, que han causado “importantes” desplazamientos en la región. Y las secuelas que la pandemia de covid-19 han ocasionado en las naciones más vulnerables.