El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...
- 22/10/2009 02:00
PANAMÁ. La mañana estaba radiante: cielo despejado y sol de verano eran dueños del horizonte. El cantar de los pájaros y la suave brisa se esparcían en los 370 metros de longitud del sendero “El Caucho”, ubicado en las faldas del Cerro Ancón, que inspiró a Amelia Denis de Icaza a escribir el patriótico poema que dedica a la reserva ecológica.
Ayer, medio centenar de niños del Colegio Real de Panamá, en compañía de sus maestras se disponían a descubrir la historia y la biodiversidad que encierra el lugar.
La excursión era un premio que los pequeños habían recibido por haber ganado un concurso de reciclaje de papel que promovió la Asociación Nacional de la Conservación de la Naturaleza (ANCON).
Tras recibir la reglas básicas para ingresar al sendero, los pequeños se aprestan a caminar. De pronto el primer anfitrión se asoma entre el espeso bosque: un ñeque. Los gritos de emoción no se hacen esperar. Pero, esto era sólo el principio de una gran aventura.
Al adentrarnos al bosque queda al descubierto la biodiversidad del lugar. Una rana verde y negra posa ante la mirada los curiosos visitantes. La guía de Ancón advierte que la especie es venenosa, tiene en su piel una brea que al frotarla puede ser mortal.
En cada esquina del sendero se observan árboles. Panamá, Caucho, Caña Brava y Barrigón son los más comunes.
Pero, son las huellas de una historia aún fresca las que causan mayor admiración a los pequeños exploradores en el lugar, que en el pasado los Estados Unidos dominó.
En el trayecto se encuentra un bunker, construido por soldados americanos, que yace oculto en la vegetación y es testimonio de que alguna vez existieron bases militares americanas en el territorio panameño.
Más adelante una cantera donde se extraían las piedras para la construcción de las esclusas de Pedro Miguel y Miraflores nos recuerdan la época en que se levantó la obra.
El recorrido duró una hora. Al emprender el camino de regreso se prevé las medidas necesarias. El sendero está lleno de muchas sorpresas. Es importante caminar con cuidado para no tropezar con alguna serpiente venenosa.
El cantar de los tucanes y las huellas de un venado cola blanca nos ofrecen una excusa para regresar. Lo cierto es que aún quedan cosas por descubrir en el Cerro Ancón. La promesa de volver queda en pie.