Secretos de la ‘Casita de piedra’

Actualizado
  • 25/01/2013 01:00
Creado
  • 25/01/2013 01:00
PANAMÁ. A principio de los años setenta nunca nadie imaginó los secretos que escondía un pequeño abrigo de piedra al oeste de Panamá. Un...

PANAMÁ. A principio de los años setenta nunca nadie imaginó los secretos que escondía un pequeño abrigo de piedra al oeste de Panamá. Un reconocimiento arqueológico de Anthony Ranere, científico de la Universidad de Temple en Filadelphia, dio las primeras pistas tras descubrir la cueva en la provincia de Chiriquí. Treinta siete años después, Ruth Dickau, becaria post doctoral Leverhulme en la Universidad de Exeter (Inglaterra), encontraría más historias escondidas en piedras y restos de plantas.

Aproximadamente entre cuatro mil y seis mil años, bajo esta cueva vivió una pequeña familia indígena que probablemente perteneció a la tribu indígena Chibcha. ‘Los estudios genéticos y lingüísticos sugieren que los grupos que vivieron en la cueva habían sido los ancestros —Chibcha— de las etnias que viven alrededor —Ngäbe, Buglé, Doraz y Cabecár— en la actualidad’, explicó Richard Cooke, arqueólogo del Smithsonian en Panamá.

El hallazgo de una piedra de moler con restos de maíz revela que los indígenas ya practican la agricultura a pequeña escala. Ellos sembraban yuca, maíz, sagú y arrurruz. Esto se determinó tras haber encontrado restos de almidón en las piedras de moler.

Aunque para sobrevivir también colectaban del bosques tubérculos, corozos de palma y otros frutos silvestres. Y la posibilidad de que cazaban y pescaban en los cerros cercanos y arroyos está abierta. Aunque los suelos húmedos en el abrigo rocoso destruyeron cualquier evidencia de huesos de animales, fue la conclusión de Ranere durante su exploración a este refugio rocoso.

Con técnicas mucho más sofisticadas Ruth Dickau regresó a la cueva para completar los estudios de su maestro Ranere.

Desde diciembre del 2006 hasta enero del 2007 uso técnicas microbotánicas (microscopio) para identificar polen y fitolitos (pedazos diminutos de vegetales).

La científica se encontró con algo inesperado: el escondite del chamán. Tras la inmensa roca este personaje escondió un grupo de 12 piedras que data de 4 mil 800 años. El geólogo Stewart Redwood determinó que se trataba de una piedra de dacita modelada en forma de herramienta cilíndrica, una hojuela de cuarzo traslúcido, un cristal de cuarzo afilado, un conglomerado de cristales de cuarzo, varios nudos de pirita que mostraron evidencias de uso, un pedazo erosionado y desgastado de calcedonia y una pequeña piedra de caolinita magnética parecida a una flor.

Las piedras se encontraban juntas y al parecer en algún momento estuvieron envueltas en una pequeña canasta o en una bolsa. A los científicos esto le sugiere que eran utilizadas para algo especial, como para rituales, por ejemplo.

Se presume que a través de ellas, el chamán se conectaba con el mundo exterior para conseguir remedios que pudiera suministrar a los enfermos de la comunidad. ‘Era un curandero’, un médico que usaba las piedras para sanar y que a cambio recibía alimentos o bebidas como pago, señaló Cooke. Dijo esto para aclarar el significado que se le ha dado al término ‘chamán’ en otras regiones de América Latina, que es usado para señalar a aquellas personas que a través de la inducción de sustancias alucinógenas se transforman para conectarse con animales y seres espirituales que le suministran secretos medicinales. ‘En la zona no hay evidencias del uso de este tipo de sustancias’, concluyó.

Según Cooke el chamán de la cueva soplaba con aliento las piedras para llevar las inquietudes de la comunidad al más allá. El hallazgo de este conjunto de piedras es la evidencia más fidedigna de las prácticas del chamanismo en Panamá y en Centroamérica. Con menos antigüedad también se han encontrado pruebas de esta actividad en cerro Juan Díaz, en la provincia de Los Santos.

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