El orgullo que tuvo un dolor incomparable

Actualizado
  • 17/10/2013 02:00
Creado
  • 17/10/2013 02:00
El orgullo lo describe la Real Academia de la Lengua de esta manera: ‘Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es d...

El orgullo lo describe la Real Academia de la Lengua de esta manera: ‘Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas’. Es precisamente arrogancia lo que demostró Julio Dely Valdés durante cada consejo que se le brindó en el proceso que llevó y lleva en la selección nacional.

El exceso de confianza de JCDV en sí mismo y el creer saberlo todo, tal vez por su recorrido internacional como futbolista o quién sabe qué, hoy esos oídos sordos le pasa factura a cerca de 3 millones y medio de panameños (futbolistas, periodistas, aficionados, entre otros), incluso a los extranjeros que tienen a Panamá como su segunda patria, como lo es el caso de este servidor, que bajo agua y sol estuvo presenciando en varias ocasiones la preparación de los jugadores.

Desde el presidente de la Fepafut hasta el que prefirió cerrar su boca y ocultar lo que mal se realizaba en el proceso son los culpables. Se desgarra mi alma al saber que en el vecino país de Costa Rica se hacía el milagro y en casa, en aquel coloso de Juan Díaz, con una afición gritando ‘sí se puede’ y los jugadores metiendo todo, se escapa el anhelado repechaje.

La disciplina, tema en que hizo énfasis Dely, no pudo ser controlada por él, fue un verdugo para con él y algunos jugadores. Cómplices fueron los federados al no exigir y no cortar la soga de sus peticiones.

Problemas de camerinos hubo, pasa en todas las selecciones, solo basta escuchar el lamento de un familiar de un jugador clave y de goles que decía: ‘Él (Dely) no ponía a jugar a mi sobrino porque había peleado con él’, a esto se le une la terquedad de no ingresar (por actos de indisciplina) en la convocatoria a dos piezas claves en la mitad de la cancha (Escobar y Barahona). Si hubo perdón para ‘Gavilán’, Tejada, y el propio Amílcar, por qué no para el resto.

El que más ganó aquí fue Julio, un técnico en proceso que tuvo a las fichas claves, que con suerte llegó hasta el último partido de hexagonal con esperanzas. Utilizó a una selección para su clase de aprendizaje como técnico y no logró graduarse de estratega.

El proceso continúa, es cierto, los humanos nos equivocamos, pero existe mucha diferencia en reconocerlo a tiempo y no cuando es tarde, cuando ya no hay solución. ¿O podemos hacer algo para consolar a la generación de los Baloy, los Tejada, los Blas, los Penedo? Esa generación que por su edad ve marcharse el sueño mundialista que no retornará.

En el Rommel quise acompañar con el llanto a cada uno de los que buscaba una explicación a la tragedia ocurrida la noche del martes ante Estados Unidos, pero supe mantener el profesionalismo, que se acabó cuando llegué a mi aposento, las lágrimas corrieron por mis mejillas a tal punto que mi consuelo fueron los recuerdos de las alegrías que me dieron los jugadores, alegrías que hubo en este proceso y aunque parezca raro, solo ellos me brindaron ese sentimiento. Solo resta volver a soñar.

PERIODISTA

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