La lucha libre, mucho más que un pasatiempo

Actualizado
  • 22/06/2020 00:00
Creado
  • 22/06/2020 00:00
La construcción del ferrocarril y del Canal influyó en el surgimiento de actividades deportivas. En 1932 cobra fuerza una de estas, gracias a José “Pepe” Motta, quien puede considerarse como el primer luchador profesional de Panamá

Panamá ha presenciado un mar de actividades deportivas, desde sus primeros años como República. La llegada de tanta gente por la construcción del ferrocarril y luego del Canal, trajo consigo un sinnúmero de actividades que le fueron dando un rostro variopinto a la incipiente nación.

Relámpago y El Rebelde castigan al Cínico, en una lucha de pareja en el gimnasio Neco de la Guardia.

La lucha libre profesional fue una de ellas y, si bien, sus primeros vestigios se dieron por los años 30, no fue sino hasta mucho tiempo después que tomó un auge respetable, constituyéndose en una de las principales atracciones, principalmente en la ciudad capital.

El periodista Euclides Corro, quien primero lo vivió como fanático y después como cronista, nos da un pantallazo de cómo fue esta actividad, haciendo un clic al disco duro de su memoria.

Recordó que fue don José “Pepe” Motta quien mostró las primeras llaves y los primeros costalazos, a través de sus funciones en 1932.

Shazán, el maestro

Si Motta fue el primer empresario, a Lloyd Lorenzo Hunt se le pondría la toga del primer maestro del pancracio, y a Danilo Echeverría (La Amenaza), uno de sus primeros estudiantes.

“Con el tiempo lo llegué a conocer y era un atleta decente, y entregado a la formación de los que más tarde serían grandes luchadores amateurs y profesionales”, recordó Corro sobre Hunt.

Después de su debut como luchador profesional en 1955, se presentó con varios de sus estudiantes como abreboca en las funciones de boxeo, y uno de ellos fue Echeverría, un rudo tremendamente técnico.

El Ídolo, una de las más grandes figuras de la lucha libre en Panamá.

Pocos años después, este dejó el bando de los “malos” y, con ello, dejó atrás el viejo apelativo y se convirtió en El Ídolo, una de las máximas figuras de todos los tiempos en Panamá.

Época de oro

“Pudiéramos decir que tuvimos la época de oro en las décadas de 1960 y 1970, cuando el promotor Alfredo Pérez Martínez (Empresa Pérez), de origen cubano, empezó de manera formal el espectáculo con figuras nacionales y contratando luchadores de varias partes del mundo”, destacó nuestro interlocutor.

A partir de allí, explicó, surgieron otros empresarios, algunos de corta duración, hasta que llegó Sammy de la Guardia, quien logró llenos importantes con su firma “Coliseos”.

Entre las figuras que presentó están: El Ídolo, Sandokan, Chamaco Castro, Cronox II, Ricardo Díaz, Lugo Márquez, Ventarrón, Fiera Norteña, Joe Panther, Míster Panamá, El Enterrador, Kato Kung Lee (El Valiente-Jhonny Lezcano), Olímpico, El Emperador, Indio Guerrero, Ibeorkun, Sergio Gálvez (Penado 14), Cínico, Barracuda II, Gemelos Infernales, El Rebelde, Relámpago I y Ángel Blanco, entre otros.

Del lado de los foráneos que llenaron el Neco de la Guardia, el Javier y el Nuevo Panamá, están El Santo, El Hijo del Santo, Rayo de Jalisco, Huracán Ramírez, Ray Mendoza, Aníbal, Blue Demon, René Guajardo, Karlof Lagarde, los Hermanos Muerte, Ángel Blanco, Dr. Wagner, Septiembre Negro (Vick Amezcua) y Mil Máscaras, de México; y Rayo Chapín, José Azzari, Máscara Roja y El Cirujano, de Guatemala.

Destacó que hubo muchos llenos, sobre todo cuando El Ídolo exponía su máscara o el título mundial medio, versión europea; e igual cuando participaban los mexicanos en grupos de tres y cuatro (todas figuras muy famosas y difíciles de ver en un solo programa).

Luchas de apuestas

Algunas luchas de apuestas que se dieron, las recordó Corro.

El Ídolo venció en cuatro caídas (la tercera había sido empate y no estaba permitido) al mexicano Espectro II, el 13 de agosto de 1967, y tres años después ganó el título mundial mediano, versión europea, ante el inglés Steve Clements, el cual lo retuvo por 15 años hasta que lo perdió frente a Aníbal.

En otra lucha inolvidable, Sandokan y Aníbal apostaron sus máscaras, el 30 de julio de 1976, en el Nuevo Panamá, ante más de 20 mil fanáticos. El panameño falló un tope en la tercera caída, lesionándose el hombro, lo que le impidió retornar al ring antes de los 20 segundos reglamentarios.

Reveló llamarse Osvaldo Espinoza, en aquel entonces con diez años de historia en el costalazo.

Anécdotas del pancracio

Don Euclides nos regaló dos anécdotas, que guarda con aprecio de esta actividad.

La primera fue con ese gran luchador mexicano El Santo, quien se presentó en tres ocasiones en Panamá. En la segunda, el 30 de noviembre de 1973, debió hacer pareja con “la máxima figura de la lucha criolla, El Ídolo, pero no fue así”.

“El Ídolo había sufrido un accidente vehicular y no tuvo más remedio que esperar al (policía de) Tránsito que, como todos sabemos, toma varias horas en llegar. Allí perdió una de sus más grandes oportunidades”, recordó Corro.

Al final, la pareja esa noche de El Santo fue Sandokan, otra de las grandes figuras de la lucha istmeña.

“Otra, fue cuando Huracán Ramírez (Daniel García) vino a luchar a nuestro país, y le dio por comprar lotería. En esos tiempos, el billete costaba 55 centavos y pagaba mil dólares. ¿Y cuál fue su suerte?, le salió en el primer premio y tenía diez pedazos. Esa noche se pegó su buena 'juma', como decimos en buen panameño”, añadió.

Decae calidad técnica

Los luchadores istmeños, con una marcada influencia del pancracio mexicano, tuvieron la calidad suficiente para aventurarse en el mercado extranjero, pero muy pocos se atrevieron “a dar ese gran paso”.

Para el veterano maestro sería injusto no reconocer que también influyeron en el estilo y técnica de la lucha panameña otras nacionalidades, ya que a nuestras playas llegaron figuras de excelente calidad como Humberto Cortés, Rayo de Plata, Príncipe Gitano, Cohete Peruano, Bill Martínez, El Valenciano, Furia Roja, Taras Bulba, El Mongol, Vampiro Negro, Águila Italiana, y otros más.

Pero esa calidad de nuestra lucha decayó y, a decir de Corro, “degeneró en un espectáculo que se distanció de lo que realmente es la lucha libre, para caer en una especie de caricatura de la misma”.

“Solo una reingeniería del espectáculo pudiera traer nuevamente la lucha libre al nivel de su época dorada”, matizó.

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