Un espejo para seguir mirándose

Actualizado
  • 26/03/2019 01:00
Creado
  • 26/03/2019 01:00
Una inesperada Panamá desconcertó estratégica y tácticamente a Brasil que no encontró, ni siquiera en las individualidades de sus excelsas figuras, el golpe certero para derribarla

El partido Brasil-Panamá con su halagador resultado 1-1 se convirtió en el hecho demostrativo de que se pierde primordialmente cuando se bajan anticipadamente los brazos y que la dificultad que puede representar un enorme obstáculo (como en este caso la Canarhina ), si se aborda con actitud positiva, disciplina, trabajo colectivo, concentración, y sobre todo con inteligencia, permite balancear diferencias.

Hay en el ambiente una actitud que tiende a encontrar reiteradamente la brusca en el ojo para empañar la mirada. Entonces nos quedamos en la orilla de la simplicidad: que Brasil jugó mal, le empatamos por un gol en fuera de lugar, no estaban todos los que son ni son todos los que estaban (como si vestir la camiseta brasileña fuera consecuencia del sorteo de la lotería de Río de Janeiro el día anterior), etc. Hay dos análisis: uno, el que se hace desde el lado brasileño, que parte razonadamente de lo que significa Brasil en la órbita del fútbol mundial, por consecuencia el resultado no se corresponde con su historia ni pasada ni presente, y el otro, desde el humilde territorio futbolístico panameño, que valora el empate producto del trabajo colectivo antes que del factor suerte. A nosotros nos corresponde el de este último lado.

EL PARTIDO PENSADO

Se daba por descontado que Brasil se haría dueño de la pelota desde el pitazo inicial e iría en busca del arco panameño. El Seleccionado Nacional tendría que erigir un fuerte, atrincherándose para resistir; de cuánto duraría esta oposición y cómo reaccionarían tan pronto les encontraran el flanco débil con la primera anotación, dependía el especular con el pronóstico sobre la diferencia final en el marcador.

El antecedente de mayor resistencia del conjunto panameño se remontaba al amistoso jugado el 9 de agosto de 2001, durante el cual Panamá mantuvo el 0-0 hasta el minuto 60, luego un penal cobrado por Edilson abriría la goleada por 5-0. En el 2014, a los 27 minutos Neymar quebró la defensa canalera, al final fue 4-0, y en el que era el antecedente más cercano en 2016, velozmente a los 2 minutos marcó Jonas, aunque la diferencia terminó siendo la menos clamorosa, 2-0. Tácticamente había dos planteamientos usuales para asumir un cerrojo defensivo que evitara un nuevo resultado abultado: 4-5-1 o 5-4-1.

EL PARTIDO JUGADO

El técnico Julio Dely Valdés, junto a su hermano y asistente Jorge, optaron por el 5-4-1 (cinco defensas, cuatro mediocampistas y un delantero neto). La idea era que con cinco defensas (Davis, Escobar, Cummings, Machado y Murillo) estos tuvieran menos metros a lo ancho por cubrir, mejor desplazamiento, el desgaste más compartido, y Brasil se encontrara con el camino más estrecho. En el mediocampo Godoy en la contención plena, Cooper para quitar y salir jugando, con Rodríguez y Quintero auxiliando defensivamente, propiciando el juego rápido por los costados y alimentando con sus desplazamientos a Torres, para que este por el medio inquietara y obligara por momentos a la defensa de Brasil a retroceder, detenerse o avanzar con cautela. Acertaron. El juego respondió a lo esperado. Brasil dominó la tenencia de la pelota con el 78% de posesión ante Panamá, que solo tuvo el 22%. Pero se desconcertó con el juego colectivo panameño al que se le dificultó provocarle fisuras y aunque halló el gol a los 31 minutos, sintiendo que le encontraba la vuelta al partido, el empate cinco minutos después lo hizo dudar. La paridad reactivó al conjunto nacional que continuó desplegándose físicamente en el campo con capacidad, interrumpiendo el circuito de juego de los pentacampeones sin apelar al juego brusco. Brasil realizó 611 pases ante 179 de Panamá, aunque estos no incidieron en un desequilibrio total, porque en la precisión la diferencia no fue tan notoria. Brasil tuvo 87% de precisión, Panamá 63%.

Ni Firmino, ni Coutinho, ni Gabriel Jesús, ni Everton, se sintieron cómodos ante una Panamá muy concentrada, arriba de su rendimiento habitual. Brasil no jugó bien, no porque quiso jugar mal sino porque Panamá no lo dejó jugar con la dinámica que suele hacerlo y le propuso un partido inesperado en un cotejo que mentalmente para ellos era de puro trámite; un chip que no lograron sacarse. Cuando buscó apretar más a Panamá en el segundo tiempo, el equipo istmeño estaba tan convencido que era posible lograr un resultado positivo, que desde el portero hasta los suplentes que ingresaron, ninguno desentonó.

UN ESPEJO O UN DATO HISTÓRICO

El rendimiento y el resultado alcanzado, ante un rival de tanta alcurnia, puede convertirse en un espejo de los jugadores panameños si continúan exigiéndose para obtener constancia con el nivel alcanzado o puede quedarse solo en el dato estadístico, al que continuaremos citando como el día que contra pronósticos, la ‘fácil Panamá' desconcertó a la favorita Brasil. Para que sea el partido que permitió avanzar en la renovación de la Selección con un nivel de prestancia, se requerirá de la implicación de todos los actores del entorno futbolero. Se ha demostrado que se cuenta con la capacidad deportiva y mental para enfrentarse a equipos de prestigio con respeto sin menospreciarse. Lo lograron esta vez… ¿acaso no pueden repetirlo?

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