La memoria es un arma cargada de futuro

Actualizado
  • 25/03/2020 06:00
Creado
  • 25/03/2020 06:00
Referencias a un pasado pleno de glorias y horrores, belleza y heroísmo. Imágenes y sensaciones que nos ayudan a presentir un futuro menos áspero, más amable, mucho más vivible

Ya sé que la frase original del poeta Gabriel Celaya es otra. La suya decía: “La poesía es un arma cargada de futuro”. La mía es una muy modesta paráfrasis, que me pareció muy adecuada para estos tiempos en que el fútbol, en presente, no existe. Entonces, nos queda la memoria. Referencias a un pasado pleno de glorias y horrores, belleza y heroísmo. Imágenes y sensaciones que nos ayudan a presentir un futuro menos áspero, más amable, mucho más vivible.

La memoria es un arma cargada de futuro cartas a Diego
El reinventor del fútbol

Apenas hace cuatro años, el 24 de de marzo de 2016, moría Johan Cruyff, el genio holandés que tanto desde el campo, como desde los banquillos supo ser una fuerza incomparable, imaginativa, renovadora y orgánica en la historia del fútbol. Apenas tenía 68 años al morir, pero no pudo vencer en una lucha mortal que mantuvo contra un cáncer de pulmón. Su nombre ilumina el estadio del Ajax en Amsterdam, su club de origen. El mes próximo estaba previsto inaugurar una estatua suya, del mismo modo que tiene una en el Cam Nou del F.C. Barcelona, equipo donde dejó una huella indeleble como entrenador y jugador.

Llegó al Barcelona en medio de una sequía terrible de títulos en el club catalán y en su primera temporada ganó con ellos la liga, deslumbrando a todo aquel que pudo verlo. Además, regaló a sus aficionados goces incomparables, como vencer 5-0 al Real Madrid en el Santiago Bernabeu. Como jugador del Ajax ganó tres Balones de Oro y, más adelante, convertido en el técnico del Barcelona obtuvo cuatro títulos de liga consecutivos y la primera Copa de Europa (lo que hoy es la Champions) para el club blaugrana.

Su lugar entre los mejores jugadores de la historia no puede ser puesto en duda. Pero su lucidez y creatividad como entrenador lo convirtieron en una figura generativa, multiplicadora, dueño de un modo de pensar el fútbol, en el que no eran ajenas ni la inteligencia ni la belleza.

En su autobiografía, Cruyff propuso 14 principios aplicables a cualquier equipo, cualquier cancha y, si me apuras, a cualquier circunstancia de la vida.

Jugar en equipo. Ser responsable. Respetar al rival. Integrar. Tener iniciativa. Apoyar a los compañeros. Tener personalidad. Interactuar socialmente. Tener la base técnica. Tener cierta base táctica. Desarrollar cuerpo y alma. Continuar aprendiendo cada día. Jugar siempre en conjunto. Ser creativo. Transmitir belleza al juego.

Johan Cruyff.

En estos días, su hijo Jordi, también exfutbolista profesional, evocaba en un artículo el espíritu infatigable de su padre, cuando luchaba contra el cáncer. Dice que un día volvió a casa luego de una larga cita en el hospital y le comunicó a la familia: “¡Buenas noticias!”. Sonreía. “Me encontraron otro tumor”. Lo que quería decir, pese al horror familiar, es que lo habían detectado temprano y eso le daba una mayor oportunidad para tratarlo.

Dicen que en las sesiones de quimioterapia su optimismo y determinación alegraban a los otros pacientes. Dice su hijo en el artículo, que en estos días de pandemia, a veces, casi sin darse cuenta, se pregunta: ¿qué haría Johan en esta situación? Seguramente estaría angustiado por los miles de niños que accedían al fútbol gracias a su fundación y que hoy se ven imposibilitados de jugar. Pero seguramente sería una angustia pasajera, un rastro de humo negro, antes de volver a caer en el más determinado optimismo.

La muerte de Amadeo Carrizo, el portero que se adelantó a su tiempo

En estos días, de cifras vertiginosas de contagios y muertes, el deceso del gran Amadeo Carrizo pasó casi desapercibido. Tenía ya 93 años y era tan discreto en su retiro, como grande había sido en las canchas de América. Fue un pionero en casi todo. En un tiempo en que los arqueros apenas si asomaban la nariz desde el ámbito protector de sus porterías, Amadeo dominaba toda el área y jugaba de manera excelente con los pies. Fue de los primeros, sino el primer portero en Suramérica en usar guantes, lo que al principio le valió numerosas burlas del público, y poco tiempo después le ganó seguidores e imitadores en todas las canchas. Su hogar fue River Plate, equipo en el que jugó en una época privilegiada, la de la Máquina. En el club de la franja estuvo 20 años. Allí desarrolló su estilo agresivo, saliendo hasta el límite del área, parando la pelota con el pecho, jugándola cada vez que era necesario con los pies. Fue sin duda el primer portero-jugador de la historia, imponiendo un lenguaje que poco a poco fue abriéndose paso hasta encontrar a sus mejores discípulos (Gatti y Filloy en Argentina, René Higuita en Colombia y muchísimos más en medio planeta). Por su gran capacidad fue escogido por la Federación Internacional de Historia y Estadística como el mejor portero suramericano del siglo XX, por encima de Fillol y José Luis Chilavert.

En 1961 el Real Madrid, campeón de Europa, quiso llevarse a Amadeo. En River es célebre la frase con la que se rehusó su presidente: “Amadeo es un hijo de River y no está a la venta”. Por desgracia el hijo no cerró su camino en River de la mejor manera. En 1968, con 43 años, realizó una campaña espectacular. Mantuvo su valla invicta por 769 minutos, un récord que no fue suficiente. Al final de esa temporada lo dejaron ir sin mayores miramientos. Amadeo lloró desde la sede de River hasta su casa. No tuvo despedida ni homenaje ni reconocimiento. Entonces llegó a Lima para un partido de altísimo voltaje simbólico. Alianza Lima lo buscó para un enfrentamiento soñado que nunca antes había tenido lugar. Si Carrizo era el gran arquero del Sur, el soviético Lev Yashin era el enorme portero del Norte. Yashin fue el único guardameta en la historia que ganó el Balón de Oro (1963) algo que ningún otro portero volvió a conseguir. Creo que nunca en la historia del fútbol se le dio tanta cobertura a un duelo entre dos porteros. Lo recuerdo perfectamente. Yo estuve allí esa noche, con mis ansiosos 11 años y un fervor indeclinable por los colores de Alianza Lima. Era el 5 de febrero de 1969 y la expectación se reflejaba en las calles que conducían al estadio llenas de gente. El equipo de Yashin era una potencia europea, el Dínamo de Moscú. Yashin había atajado en los mundiales de Suecia, Chile e Inglaterra y estaba próximo a jugar el de México. Medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956 y ganador de la primera Eurocopa con la Unión Soviética en 1960. En la acera de enfrente, Alianza tenía un equipo lujoso, con jugadores brillantes, como Cubillas, Perico León o Pitín Zegarra. Y, claro, con el refuerzo estelar de Amadeo.

El partido cumplió con lo prometido. Amadeo fue la salida de Alianza, el jugador que inició todos los ataques con pases de precisión quirúrgica. Aún así, el Dínamo se adelantó 2-0. Alianza se recuperó y logró un empate angustioso, pero muy meritorio, aunque para ese momento Yashin ya había sido cambiado.

Luego de esta experiencia limeña, Amadeo iría a jugar con Millonarios de Bogotá por dos temporadas, antes de retirarse.

Amadeo tuvo que esperar mucho tiempo para recibir el merecidísimo reconocimiento de River Plate. Recién en 2013, fue nombrado presidente honorario del club y bautizaron con su nombre al sector de una tribuna del estadio Monumental

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