Un encuentro con Menotti en la ruta panameña

Actualizado
  • 08/05/2024 00:00
Creado
  • 07/05/2024 20:39
Homenaje póstumo al entrenador argentino César Luis Menotti, un estratega que se coronó campeón mundial, pero principalmente un ser sensible que le aportó al fútbol su mirada profunda. Crónica de un encuentro

En la mañana del 22 de julio de 1991, Edmundo Vargas nos despertó para que le acompañáramos a una cita de su agenda. Habíamos llegado a Miami la noche anterior procedentes de Dublin, Ohio, y traíamos con nosotros el cansancio de la cobertura del partido preolímpico que fuimos a cubrir.

Del hotel a las oficinas correspondientes, la ciudad soleada se nos abrió con su agitado tráfico y movimiento matinal. Llegados al destino, la secretaria hizo pasar a Edmundo; en la antesala Rubén Pinzón, Rodrigo Pérez y yo esperamos. Treinta minutos después nos permitieron ingresar de invitados. Quien nos recibía era José Luis Rodríguez ‘El Puma’, el afamado cantante venezolano.

Rodríguez, en aquel entonces en un momento cumbre de su carrera, ejercía también la gestión de empresario desde la latina Miami. Nos recibió amablemente, con cortesía aceptó tomarse una foto con los sorprendidos visitantes y, ante el comentario de Edmundo de que éramos periodistas panameños dedicados al fútbol, una rareza en aquellos tiempos, nos “amenazó” con darnos una sorpresa mayúscula. Entró a otra oficina contigua a la suya, salió y luego nos hizo pasar.

¡Vaya momento! Al entrar nos encontramos con César Luis Menotti; el entrenador argentino nos extendió afablemente su mano. Con sus imponentes 1,93 metros de estatura, el célebre técnico que había conducido a Argentina a ganar su primera Copa Mundo en 1978, entre otros de sus logros, nos acogía con especial deferencia por ser de Panamá y aceptaba una charla en formato de entrevista.

Yo había leído años antes, en algunas horas que visité la Biblioteca de la Universidad de Panamá, su libro Fútbol: juego, deporte y profesión. A ello podía sumarle todo lo que sobre su trayectoria había visto, oído o tenido acceso a través de medios impresos, que me despertaban a una admiración particular por cómo plasmaba e interpretaba el fútbol.

Rubén Pinzón quien era el que llevaba grabadora asumió la entrevista; participé con alguna pregunta o apunte. Hombre culto, de fácil palabra y profundos conceptos, encantaba en la forma de expresarse y la convicción con la que lo hacía. Menotti le concedía al fútbol una categoría social, vivencial, romántica y literaria, emparentada con la que le otorgara el escritor francés Albert Camus.

Después de rondar conceptos generales, la conversación giró sobre Julio Dely Valdés. Julio estaba en sus años de apogeo como goleador con Nacional de Montevideo, brillaba en el fútbol suramericano y Menotti, que por supuesto estaba al tanto de la trayectoria del jugador colonense en Uruguay, un país cercano a su entorno, tuvo palabras de elogio: “Es un privilegiado, se mueve como si bailara. El jugador se expresa según el entorno donde crece, Dely es uno de ellos y el jugador panameño tiene particularidades”.

Conocedor que Menotti desarrollaba una especie de papel de consejero de José Luis Rodríguez para representar jugadores profesionales, aproveché un momento de confianza para atreverme a sugerirle que por qué no se fijaba en otro panameño que poseía, desde mi óptica, una técnica depurada con el balón: Pércival Piggott.

Era una época en la que la ventana internacional para incorporarse al fútbol de los países desarrollados estaba casi cerrada para los panameños; no pintaban como atractivos por su país de origen, alejado de los informativos internacionales de este deporte, con excepción de Rommel Fernández, los Dely Valdés y René Mendieta. Que uno más ganara vitrina hacía sentirnos que la Selección Nacional se ensanchaba en su futuro.

Menotti escuchó con atención y me respondió interesado: “Envíeme videos”. El video se había posicionado como herramienta evaluativa, aunque era una época en la que adquirir una cámara filmadora portátil o poseer una videograbadora no contaba con extensas posibilidades. Así que la inquietud quedó en el aire.

Nos fotografiamos con él, nos despedimos y partimos alegres. Era un día especial. Edmundo Vargas decidió que tomáramos rumbo hacia el barrio La Pequeña Habana para almorzar y hacer alguna compra mientras llegaba la hora de regresar a Panamá. Se le ocurrió como director del grupo, además, que para mantener un orden administrativo todos le entregáramos a él nuestros pasaportes y tiquetes de vuelo. Por un extraño llamado interno, eludí hacerlo.

Almorzamos y mientras llegaban las cuatro de la tarde, hora para partir hacia el aeropuerto, nos dispusimos hacer por separado unas compras en los locales aledaños. Rubén Pinzón quería comprar una camiseta de los Miami Marlins, que ya estaban a la venta dos años antes de que debutaran en las Grandes Ligas del Béisbol (MLB). Le acompañé.

En un momento, entre un almacén y otro, nos dimos cuenta que en un lado de la calle se congregaba gente y había una patrulla de la policía activa, algo sucedía. Nos acercamos y nos encontramos con Edmundo adentro del local ofuscado reclamando que había dejado el maletín sobre la vitrina mientras miraba un artículo y se lo habían llevado. Adiós tres pasaportes, tres tiquetes y lo demás que estaba adentro.

Los policías lo conminaron a poner una denuncia, mientras el reloj avanzaba hacia la hora estipulada para estar presentes en el aeropuerto. En un mundo regido por la telefonía de línea fija, Edmundo, uno de los más prominentes productores y promotores deportivos y de espectáculos panameño de ese tiempo, logró exprés la asistencia consular panameña en el aeropuerto; igualmente a través de sus contactos la aerolínea le asistió en el counter facilitando el vuelo de regreso.

El partido preolímpico por el que habíamos viajado había sido provocado por el ilusionante empate 1-1 ante la selección sub-23 de Estados Unidos, en el entonces Estadio Revolución, el 14 de julio de 1991, por la tercera ronda del grupo C. Para el de vuelta, a disputarse seis días después, el 20 de julio en el Dublin High School Stadium, Ohio, le resultó una odisea a la selección panameña asistir. Necesitó de la asistencia económica del gobierno para costearse el viaje y la estadía, era un momento de precariedades para el fútbol y el país.

Luego del partido, algún jugador aprovechó la ocasión para escaparse del hotel y probar suerte laboral quedándose en territorio estadounidense. Fue una derrota 7-1 inapelable. Para nosotros ya en el vuelo, con ese resultado que había quedado buscando un rincón en el olvido, encontrarnos en el camino a César Luis Menotti nos reconciliaba con el fútbol por encima de cualquier traspiés.

Su visión del fútbol animaba a creer y soñar. Aunque las oportunidades para el fútbol panameño parecían tan remotas, hoy han cambiado favorablemente. El fútbol en general también ha cambiado, como lo entendía Menotti seguramente hay que adicionarle nuevos elementos, pero nutrió con sus argumentos y su praxis a un deporte que le rinde homenaje ante su partida. Parece que fue ayer cuando lo encontramos, las personas que dejan huella como él se sienten cercanas. César Luis Menotti habló una vez de fútbol y en su conversación estuvo presente Panamá como referencia, doy fe.

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