Ciudades del futuro

Actualizado
  • 17/05/2009 02:00
Creado
  • 17/05/2009 02:00
PERÚ. El futuro llegó y, si de ciudades se trata, no es como lo prometieron ni las izquierdas ni las derechas en Latinoamérica.

PERÚ. El futuro llegó y, si de ciudades se trata, no es como lo prometieron ni las izquierdas ni las derechas en Latinoamérica.

No, al menos, para el 77% de los paraguayos sin alcantarillado, el 42% de los salvadoreños sin agua potable, el 37% de los habitantes de Brasil que arman sus vidas sin hospitales en las favelas y el 70% de los habitantes de Villa El Salvador, en Lima, todos menores de 25 años, que no disponen ni remotamente de buses adecuados.

Es cierto, las ciudades latinoamericanas cada vez tienen más áreas con wi-fi y la telefonía celular es universal. A la vez, jamás hubo tantas autopistas y trenes subterráneos, pero jamás los atascos de tránsito fueron tan largos. Y nunca tanto alumbrado público iluminó con kilómetros de luminarias a tan poca gente, temerosa de salir en barrios pobres o ensimismada en barrios ricos.

Pero, si no es una de las actuales, ¿cuál sería la verdadera ciudad latinoamericana de un futuro mejor?

“Una en que un niño en bicicleta puede andar seguro en todas partes”, responde preciso como un dardo Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá.

Sucede que, para él, existe un malentendido. El bienestar y el futuro urbano no se miden por enormes autopistas o las torres de vidrio, sino por el encuentro.

“Debemos entender que, por ejemplo, en términos de transporte, una ciudad avanzada no es una que tiene autopistas o trenes subterráneos, sino una donde los ciudadanos de ingresos altos y bajos se encuentran como iguales en el transporte público, las veredas y bicicletas”, dice.

Y si hay una ciudad donde eso no se cumple es la capital de Perú. “Lima no cuenta aún con sistemas de transporte rápido masivo. Es más, el transporte público cada vez reside más en pequeños vehículos informales”, dice Raúl Delgado, urbanista experto en transporte.

Lamentablemente, agrega, “aun los proyectos por hacer en el futuro, como el caso del Metropolitano y el Tren Eléctrico Urbano, son esfuerzos aislados. En la ciudad se hacen diariamente alrededor de 16 millones de viajes y la capacidad de los proyectos de corredores segregados más el tren eléctrico llegarán a cubrir tan sólo entre 10% al 12% de éstos”.

Bajo la mirada de Delgado, “tiene que pensarse en el futuro cercano en una red confiable de transporte público tipo Metro”.

Peñalosa discrepa. Recuerda que “es imposible resolver las necesidades de tránsito masivo con sistemas de trenes subterráneos: son demasiado caros de construir y operar”.

Así, “la única posibilidad para cubrir toda la ciudad con un sistema de transporte es con sistemas de buses: nuestro sistema Transmilenio mueve más pasajeros por hora/dirección que el 95% de los trenes subterráneos, y a velocidades similares”.

GIGANTES BUENOS, O NO

Lima también es ejemplo de otra encrucijada que enfrentan las ciudades de la región si quieren arribar a los 500 años (en menos de cuatro décadas más) mereciendo el cariño de sus habitantes: persistir en el gigantismo, desalentarlo o transformarlo.

La ciudad produce casi el 50% de PIB del país, lo cual “suscita preguntas muy serias sobre la democracia, la distribución de la riqueza y los patrones de migración dentro de una nación”, dice Ricky Burdett, cabeza de Urban Age, el programa de ciudades de la London School of Economics, uno de los centros de investigación en urbanismo más influyentes del planeta.

Agrega que “desde una perspectiva puramente económica, el tamaño absoluto de las ciudades tiende a hacerlas más competitivas” e influir en su posición en la escena global de las economías urbanas. Pero, “como muchas ciudades europeas lo han demostrado, no es el tamaño de una ciudad lo que le permite jugar un rol clave como parte de la economía global, sino su capacidad de operar como parte de una red mayor y, al mismo tiempo, crear una calidad de vida más alta que muchas megaciudades”.

Calidad de vida tiene que ver cada vez más con disponibilidad de energía. Y es allí donde Emil Osorio Schmied, máster en Diseño Ambiental en la U. de Nottingham, ve un futuro difícil para países como Perú, Chile y Argentina.

“La tendencia a la concentración del consumo en un gran centro urbano no es beneficiosa para los países, por cuanto las fuentes de recursos energéticos se agotan dentro del radio de estas grandes ciudades, obligando a echar mano de recursos en territorios más distantes, poniendo en riesgo la independencia energética de otros centros urbanos menores”, dice.

Javier del Río, presidente honorario de la Asociación Chilena de Energía Solar (ACESOL) y coordinador del Magíster en Arquitectura Sostenible de la Universidad Nacional Andrés Bello, en Santiago, es pesimista respecto al mañana: “La energía consumida en ellas será muy grande. Son una especie de ‘hoyos negros’, se lo comen todo”.

PODER URBANO

En esta área, innovar no significa nuevas tecnologías en máquinas, sino nuevas soluciones administrativas. O sea, inventividad social. “Focalizarse en un crecimiento urbano inclusivo, junto con el desarrollo sustentable de las ciudades, es la prioridad número uno”, dice Philipp Rode, director ejecutivo de Urban Age. “Y ghettizar a los pobres —aun cuando tengan infraestructura básica— nunca será un factor de éxito en crear ciudades más inclusivas”.

Según Rode, no hay ningún secreto: las brechas de desigualdad de ingresos se cierran poniendo en villas y favelas “escuelas, parques, bibliotecas, centros de descanso y transporte público accesible a todos los ciudadanos”. Siendo algo tan obvio, ¿por qué escasos gobiernos municipales lo hacen? Ceguera, prejuicio, ignorancia.

Pero hay otro elemento: la fragmentación de las administraciones urbanas. “Cada mini autoridad quiere hacer obra, pero sólo dentro de su perímetro. Es increíble, muchas veces si un jardín o parque es el límite entre dos distritos, una mitad del jardín o parque está mejor mantenido que el otro”, arguye. Así, “lo que hace falta es precisamente una visión ‘macro’ un verdadero Instituto de Planificación, pero con poder y autoridad. No alcaldías que parezcan latifundios en los que se vela por el distrito (o la región), pero sin mirar más allá de sus límites”.

Peñalosa coincide: “La irracionalidad de contar con muchos municipios en una sola ciudad o área metropolitana crea ineficiencias y desigualdad. Intereses egoístas y miopes mantienen las cosas así”, justamente cuando “en sociedades como Canadá, Finlandia y Australia ha habido muy importante fusiones municipales recientemente”.

Desde el mundo de los inversores inmobiliarios también se ve la necesidad de cambios.

Si queremos ciudades del futuro que funcionen, “los poderes nacionales —dice Rode— tendrán que descentralizarse más, pero al mismo tiempo, las ciudades tendrán que asumir la responsabilidad no sólo para el núcleo de su territorio urbano, sino también por la mayor aglomeración urbana que las rodea”.

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