El espíritu empresarial

Actualizado
  • 03/08/2013 02:00
Creado
  • 03/08/2013 02:00
Quizás se les haya pasado la noticia de la muerte de Goerge P. Mitchell, quien falleció a los 94 años y fue una persona de genuina impor...

Quizás se les haya pasado la noticia de la muerte de Goerge P. Mitchell, quien falleció a los 94 años y fue una persona de genuina importancia para el futuro de los Estados Unidos y tal vez, del mundo. No debe confundírselo con George J. Mitchell, el ex líder de la mayoría en el Senado (1989-95), quien está aún vivo y, a pesar de su distinguida carrera y elevado perfil público, ha tenido un impacto menor. El Mitchell que murió fue el artífice del moderno fracking. Más que nadie, abrió las puertas a vastas reservas de gas natural y petróleo de los Estados Unidos, para su producción y, en ese proceso, transformó el panorama energético del país.

La yuxtaposición entre Mitchell el empresario y Mitchell el político es instructiva. Prestamos una atención obsesiva a nuestros líderes políticos, incluso cuando la mayoría de ellos dejan poco legado permanente. En cambio, y con algunas notables excepciones —Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg— sacamos importancia a nuestros empresarios. Los políticos son, por definición, figuras públicas que, generalmente, están ansiosas por tener publicidad. Los empresarios habitualmente están envueltos en oscuras transacciones comerciales y obtienen fama (o notoriedad) sólo entre sus pares en el mundo empresarial. La Historia generalmente se observa a través de la política, aunque se vive por medio de la Economía.

Esta perspectiva sesgada se aplica al caso de Mitchell, el empresario. Durante décadas, los geólogos sabían que había enormes reservas de gas natural y petróleo atrapadas en rocas de esquisto. El consenso era que llegar a estas reservas era demasiado costoso. Mitchell rechazó el consenso. A principios de los años 80, su propia empresa mediana —Mitchell Energy & Development Corp.— enfrentaba la disminución de las reservas convencionales de gas natural. Si el gas de esquisto se volvía rentable, sus reservas y el valor de su empresa se multiplicarían drásticamente.

Fueron necesarias aproximadamente dos décadas de tratar diferentes mezclas de agua altamente presurizada, arena y sustancia químicas, a fin de poder dividir las junturas en el esquisto para liberar el gas natural económicamente. Pero una vez que Mitchell lo logró, se originó una bonanza. Entre 2005 y 2012, la producción de gas natural de Estados Unidos, que había estado declinando lentamente, se elevó un tercio. También se aplicaron al petróleo técnicas similares de ‘fracking’ y ‘perforaciones horizontales’ —colocar el caño de perforación de lado a lo largo de las junturas— con resultados igualmente espectaculares.

‘Sólo en los dos últimos años, la producción de petróleo ... ha aumentado en más de 2 millones de barriles por día (y un 37 por ciento), de los 5.52 millones de bpd en julio de 2011 a 7.55 millones de bpd,’ escribe el economista Mark Perry de la Universidad de Michigan. El aumento de producción, dice, es equivalente a ‘la producción entera ... de Brasil’ y borra la caída de producción de las dos décadas previas.

Nuestro mundo ha cambiado. Las importaciones norteamericanas de petróleo y gas natural están cayendo. El abaratamiento de la energía promueve las fabricaciones de Estados Unidos, especialmente las plantas petroquímicas que usan gas natural como materia prima. Según un estudio (financiado por la industria), el auge de petróleo y gas, y sus efectos secundarios, han agregado 1,7 millones de puestos de trabajo. Sin duda, hay inquietudes ambientales con respecto al fracking, principalmente en referencia a cómo disponer del agua residual. En verdad, Mitchell estaba a favor de regulaciones ‘sensatas’ de los efectos secundarios (es interesante, también, que la fundación de su familia se ha centrado en el calentamiento global). Pero cualquiera que sean las desventajas del gas de esquisto, se empequeñecen ante sus beneficios.

Se dice —principalmente lo dice el Breakthrough Institute, un grupo de investigaciones— que el papel de Mitchell es exagerado y que los avances de las investigaciones federales sobre ‘mapas geológicos’, fracking y perforaciones horizontales sostuvieron su éxito. Esos factores le ayudaron pero el punto débil de ese argumento es que esa misma información y tecnologías estuvieron a disposición de otras compañías petroleras, entre ellas las principales y mejor financiadas (ExxonMobil, Chevron y demás), y ninguna de ellas alcanzó esa hazaña. En verdad, la mayoría de los ‘expertos’ consideraron lo que Mitchell hizo como algo imposible. Entre ellos, gran parte de su personal. ‘Mis ingenieros me decían continuamente, ‘Está gastando dinero en vano, Mitchell,’’ expresó a Forbes en 2009.

Vale la pena relatar estas historias porque echan luz sobre algunas fuentes fundamentales del crecimiento económico, los puestos de trabajo y estándares de vida más altos. En 2012, Mitchell ocupaba el 239º lugar en la lista de Forbes de los 400 norteamericanos más ricos, con un valor neto de 2.000 millones de dólares. Está de moda despreciar al 1 por ciento más alto, simbolizado por los operadores de fondos de inversión de Wall Street, por ser ‘asquerosamente rico’ y no contribuir demasiado al bienestar común. Sea o no cierto ese estereotipo, la vida de Mitchell nos recuerda que muchos de los súper ricos lograron sus fortunas a la antigua: asumiendo riesgos con paciencia y creando enormes beneficios económicos y sociales. Parte del problema, hoy en día, es que no tenemos suficientes individuos como esos.

LA COLOMUNA DE ROBERT J. SAMUELSON

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