Burbujamanía

Actualizado
  • 11/05/2014 02:00
Creado
  • 11/05/2014 02:00
Hace 20 o 25 años, el término ‘burbuja’ no era parte del idioma diario

Hace 20 o 25 años, el término ‘burbuja’ no era parte del idioma diario. Sin duda, los académicos debatían varias burbujas financieras. La más famosa fue la burbuja del mercado de valores de 1929. Antes de eso, hubo una burbuja del Mar del Sur, en Inglaterra en 1720. Y aún antes, se produjo la burbuja holandesa de los tulipanes, en la década de 1630. Pero la mayoría de los norteamericanos tenían la suerte de no conocer uno de esos episodios. Casi nadie imaginaba las burbujas como un problema moderno.

Ahora el péndulo se ha balanceado en dirección opuesta. Casi todo fenómeno poderoso que se considera insostenible puede denominarse ‘burbuja’. ¿Hay una ‘burbuja universitaria’, es decir, más graduados universitarios que puestos de trabajo para graduados universitarios? ¿O constituye el tea party una burbuja, es decir, su poder fue exagerado y está menguando? Sin embargo, la notoriedad de las burbujas —como término e idea— sigue teniendo sus raíces en el mundo económico y financiero.

Generalmente, esas burbujas indican una situación en la que algunos precios (digamos los de las acciones o de las viviendas) se desconectan drásticamente de las bases económicas que los sostienen (en estos casos, las ganancias de las corporaciones o los ingresos de las familias). Los precios pueden elevarse temporalmente sólo por el cumplimiento de la expectativa de que subirán. La psicología de rebaño impera. Pero tarde o temprano, la desconexión se vuelve mayor. La burbuja ‘revienta’. Los precios se derrumban.

Varias autoridades nos dicen que podríamos estar enfrentando múltiples burbujas. Se dice que la burbuja de la vivienda está volviendo o que ya ha vuelto. Desde su punto más bajo, en marzo de 2012, los precios de las viviendas han subido un 23%, según el índice S&P/Case-Shiller. Otro presunto peligro es la burbuja de las ‘acciones tecnológicas’, con precios enormemente sobrevaluados. La relación precio-beneficio (P/B) de Facebook es casi 80, según Yahoo Finance. La de LinkedIn excede 650.

En cambio, históricamente la relación promedio P/B está cerca de 15. (P/B es el coeficiente del precio de una acción y el beneficio obtenido por la misma.)También nos advierten sobre la posibilidad de burbujas en bonos, tierras agrícolas y tomas corporativas.

Globalmente, China está luchando con una burbuja crediticia y de la vivienda. Canadá puede enfrentar una burbuja de la vivienda, expresa Alex Pollock, del American Enterprise Institute.

El aumento, en ese país, en los precios de las viviendas desde 2000 (132%) en realidad excede el pico de aumento en Estados Unidos (90% a mediados de 2006), expresa.

‘Burbuja’ ya no es una palabra neutral. Dada su asociación con la crisis financiera, es peyorativa. Sugiere un inminente período aciago. Hay que temer el reventón de las burbujas. Ésa es la sabiduría popular, y es una exageración.

En economías avanzadas con mercados libres razonables, las burbujas son inevitables. Algunos precios siempre llegarán a ser demasiado altos. Es un reflejo de cálculos errados, codicia o lo que John Maynard Keynes denominó como ‘espíritu animal’.

El reventón de esas burbujas es, en conjunto, algo positivo. Restaura un sentido de proporción y recuerda a la población que debe ser más cuidadosa al tomar sus decisiones. Los mercados bajan tanto como suben. Comprender ese hecho constituye una disciplina importante aunque desagradable.

No puede llevarse a cabo exclusivamente mediante regulaciones. Los reguladores, como las personas e instituciones que regulan, tienen puntos ciegos. La mayoría de ellos no se percataron de la burbuja de la vivienda. Siempre es más fácil identificar una burbuja después de que ha estallado que cuando se está inflando. Las pruebas a menudo desconciertan.

Los actuales precios nacionales de las viviendas, por ejemplo, han subido de sus puntos más bajos pero aún están un 20% por debajo de picos anteriores.

Tampoco es que la mayoría de las burbujas reventadas causen calamidades económicas. Imponen pérdidas y penurias, pero más frecuentemente, éstas son limitadas. Hasta los efectos de las burbujas más perjudiciales pueden ser exagerados. La caída del mercado de valores de 1929 no causó la Gran Depresión.

La respuesta excesivamente pasiva del gobierno, convirtiendo lo que hubiera sido un revés convencional en una tragedia, fue la principal culpable. Entre 1929 y 1933, el gobierno permitió que el 40% de los bancos norteamericanos quebrara.

En forma similar, no fue simplemente que el estallido de la burbuja de la vivienda creara la Gran Recesión. Consideremos el contraste entre la burbuja tecnológica de los años 90 y la burbuja de la vivienda. Ambas infligieron pérdidas de múltiples billones. Sin embargo, la primera sólo causó una suave recesión, mientras la segunda sumergió la economía en una recesión profunda y obcecada. ¿Por qué?

La diferencia es la siguiente: La burbuja de la vivienda generó un pánico financiero más amplio; la tecnológica no lo hizo. Nadie sabía cuáles eran los bancos que tenían valores de hipotecas ‘tóxicos’ y cuáles no los tenían. Los grandes depósitos fueron retirados de los bancos, lo que a su vez redujo los préstamos (los préstamos de los bancos cayeron casi 600.000 millones de dólares en 2009). Los prestatarios cortaron sus gastos. Las empresas despidieron a sus trabajadores; los consumidores redujeron sus gastos. El pánico fue el que causó el mayor daño.

Tras haber ignorado las burbujas durante décadas, ahora las detectamos a la vuelta de cada esquina.

Durante más de cinco años, la Reserva Federal ha tratado de reactivar la economía con tasas de interés bajas. Un peligro de esta estrategia es que el crédito bajo inflará las burbujas financieras en lugar de promover gastos y producción. Ése es el quid de las preocupaciones actuales sobre las burbujas, cuya existencia y magnitud no son —en este momento— claras. Si hay burbujas por ahí, cuanto antes revienten mejor.

ANALISTA

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