Trabajadores a merced de los mercados

Actualizado
  • 31/08/2014 02:00
Creado
  • 31/08/2014 02:00
Desde 2009, las ganancias por hora han aumentado a una tasa de 2%, pero cuando se considera la inflación, el aumento desaparece

La pregunta que gira en torno al Día del Trabajador en 2014 es si Estados Unidos recibirá un aumento de salario y cuándo. Desde la crisis financiera de 2008-09, el mercado laboral ha permanecido en un estado de debilidad desgarrador. Pero lo peor pareciera haber terminado. Como señaló recientemente Janet Yellen, presidente de la Junta de la Reserva Federal, el aumento mensual en el número de empleos ha promediado 230.000 en 2014, subiendo de 190.000 en 2012 y 2013. La tasa de desempleo cayó a 6,2 por ciento en julio comparado con 7,3 por ciento un año antes y su pico de 10 por ciento en octubre de 2009.

Las ganancias también se ven reflejadas en actitudes populares más alentadores (o menos sombrías), dice Karly Bowman, experta en opinión publica del grupo conservador American Enterprise Institute (AEI). Hace un año, Gallup halló que 29 por ciento de los trabajadores temían ser despedidos; ese número es ahora 19 por ciento. (Los de la Generación del Milenio son la excepción; su temor al desempleo aumentó ligeramente). En marzo de 2010, 85 por ciento de los estadounidenses juzgaban que los trabajos eran ‘difíciles de encontrar’, según una encuesta de Pew. En julio de este año, el número era de 62 por ciento. Pese a que la confianza no ha regresado a niveles previos a la recesión, ha habido una mejoría genuina en el estado de ánimo, dice Bowman.

Lo que falta es un aumento de salarios. Desde fines de 2009, las ganancias por hora han aumentado a una tasa de aproximadamente 2 por ciento, pero cuando se considera la inflación, el aumento ‘real’ del salario desaparece, informa el Economic Policy Institute (EPI), un centro de estudios liberal.

EPI señala que la media del salario por hora fue de hecho 0,4 por ciento más baja en la primera mitad de 2014 que en 2007. Si se usa un ajuste de inflación diferente (la ‘deflación’ para los gastos de consumo personal en lugar del índice de precios al consumidor) se genera una ganancia de 1,7 por ciento durante el mismo periodo, dice Scott Winship del Manhattan Institute. De cualquier modo, los salarios quedan básicamente sin cambios.

La Gran Recesión desplazó el poder de negociación a los empleadores. Ante la escasez de empleos, ‘los trabajadores agarran lo que pueden’, dice el economista Dean Baker del Centro de Investigación en Economía y Política, un centro de estudios liberal. Las compañías han controlado los costos a través de despidos, aumentos de salarios mezquinos y apoyándose en gran medida en contratistas independientes, que a menudo pagan menos y proveen menos beneficios adicionales. El contrato laboral post Segunda Guerra Mundial –en retirada desde fines de la década de 1970 – finalmente caducó. Ese contrato suponía que las compañías grandes proveerían a los trabajadores con trabajos estables y aumentos ‘reales’ en los salarios anuales y beneficios adicionales.

Olvidémonos. Los aumentos de salario no son garantía y los trabajadores de largo tiempo son periódicamente despedidos. ‘Realmente no hay seguridad en el mercado laboral’, dice el ex economista de la Fed Stephen Oliner, ahora en AEI. En los márgenes del mercado laboral, empresas como Uber (una compañía de transporte disponible las 24 horas) y TaskRabbit (un servicio en Internet que permite a los clientes hacer ofertas para trabajos específicos) han creado mercados digitales para trabajadores independientes. Los trabajos temporarios proveen dinero y flexibilidad – pero no mucha certeza y seguridad.

Demasiados trabajadores han perseguido escasos trabajos, salarios débiles. Pero ahora el péndulo quizás se esté inclinando a favor de los trabajadores. Algunos economistas sostienen que ya lo ha hecho. Dos fragmentos de información se citan periódicamente: la inesperada caída rápida del desempleo; y el alza de puestos disponibles a 4,7 millones en junio, más del doble de la baja durante la recesión y un poco más alto que el nivel previo a la recesión.

La preocupación es que la oferta creciente de empleos y el grupo de trabajadores reducido desaten una espiral inflacionaria de salarios y precios. Esto parece ser prematuro. Otros economistas, incluido Yellen, han argumentado que todavía hay un mercado laboral significativamente ‘flojo’ (excedente de trabajadores buscando trabajo), lo que le pone un límite a las ganancias salariales. Sus pruebas parecen más fuertes. Consideremos la tasa de desempleo U6 (La U6 incluye a los oficialmente desempleados, a los trabajadores desanimados y a los que tienen trabajos a tiempo parcial y quieren trabajos de tiempo completo). En julio, era de 12,2 por ciento, por debajo de un pico mensual de 17,2 por ciento, aunque más alto que el 8,3 por ciento de 2007, previo a la recesión.

Pero supongamos que estamos llegando a un punto de inflexión, donde la oferta y la demanda de trabajadores están llegando a un equilibrio cercano. Eso ciertamente no sería malo. El poder de negociación de los trabajadores mejoraría con mercados más ajustados: mercados en los que las empresas tienen que pagar un poco más para mantener a sus empleados; donde los trabajadores jóvenes tienen más de una oferta de trabajo a la vez; y donde alguien podría renunciar con la expectativa razonable de que encontrará otro trabajo. Fíjense que los gremios no son una alternativa posible para los mercados porque representan sólo el 7 por ciento de los trabajadores particulares.

Una explosión salarial es poco probable; las compañías quedaron muy traumatizadas por la Gran Recesión para dejar que los costos se les vayan de las manos. Incluso en 2007, los aumentos salariales (sin ser ajustados por inflación) estaban solamente en una tasa anual de aproximadamente 3,5 por ciento.

Lo que está definitivamente en juego es el efecto duradero de la Gran Recesión en los mercados laborales. ¿Están en proceso de revertir su papel moderno, promover un crecimiento de empleo más estable y estándares de vida más altos? ¿O ha habido un quiebre con el pasado, abriéndole camino a un sistema más duro, más arbitrario cuyas líneas todavía no son claras? En este Día del Trabajador, el veredicto no es claro.

ANALISTA DE THE WASHINGTON POST

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