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- 07/12/2019 00:00
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A tres semanas de culminar el período 2019, los reportes de perspectiva continúan marcando una tendencia a la desaceleración económica mundial, hecho contraproducente a la satisfacción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales requieren de economías robustas.
Siendo los ODS las bases de un camino a la prosperidad de las naciones, se torna un tema sensitivo la evaluación de acciones y medios a implementar, primordialmente en las economías en desarrollo y emergentes donde se reporta un alto índice de desaprovechamiento del recurso económico.
Las tendencias traen consigo oportunidades, tal es el caso de la integración de los países de América Latina y El Caribe (ALC) a los mercados de capitales internacionales, principalmente desde la perspectiva de deuda soberana en la década de los ochenta.
Esta última, definida como el tiempo de la obtención de financiamiento no titularizado por medio de intermediarios en el ámbito internacional. Los bonos titularizados se adoptan a inicios de los noventa dando comienzo a la integración formal de las economías latinoamericanas a los mercados de capitales internacionales.
De acuerdo con las cronologías registradas, cuatro economías robustas de la época, Argentina, Brasil, México y República Bolivariana de Venezuela recibieron clasificaciones de riesgo en ese entonces como un plan de acción al servicio de la deuda con bancos norteamericanos por medio de la emisión de los Bonos Brady.
Posterior a dicho acontecimiento, a partir del 2000 se reportan 21 economías dentro de la escala de clasificación de riesgo, marcándose la tendencia de los países de ALC a optar por la deuda soberana como fuente de financiamiento, convirtiéndose entonces en la segunda opción luego de la Inversión Extranjera Directa (IED).
La integración de los países a la oferta internacional fue impulsada en gran parte por la ola de optimismo que reportaban tanto los inversionistas institucionales como individuales con respecto a las capacidades de desarrollo y crecimiento de estos países. Capacidades que se determinaban de la abundancia en materias primas, principalmente de recursos minerales, de la que mucho de los países latinos gozan.
Otro factor que se le atribuye la atracción a la deuda soberana latina fueron las marcadas tendencias al cambio en el ambiente económico y político en la época. Esto, como resultado de las exigencias de los mercados frente a la ola de la globalización, fenómeno para el cual la estabilidad económica y política son imperativas.
Para la época, ambos factores no se veían alterados porque no se suscitaban la serie de acontecimientos que se reportan desde aquel momento a la actualidad. Por ejemplo, en el tema de los recursos naturales, la gran mayoría de los países latinoamericanos ha caído en la denominada trampa de los recursos naturales. Un estado en el cual no se existe una diversificación a la producción, dependiendo 90% del PIB de los precios de la materia prima sujetos a la demanda. Por otro lado, las reformas a la política y la economía se han visto permeadas a partir de una exagerada conducta vinculada a la práctica de actos corrupción y cero transparencias.
A pesar de estos hechos, la deuda soberana de ALC continúa siendo del atractivo de diversos administradores de cartera de inversión, quienes en términos de deuda/PIB y rendimientos otorgados versus el riesgo, consideran a las economías latinoamericanos con menores exposiciones a la baja en cuanto al servicio de la deuda y otros factores.
En base a los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el período 2018 entre los países con menos del 10% de deuda externa como porcentaje PIB listan Brasil (9.8%), México (8.1%), Perú (7.5%), Chile (5.3%). Entre un rango del 15% al 35%, listan El Salvador (33.6%), Ecuador (32.6%), Panamá (31.6%), Uruguay (31.4%) y Colombia (16.8%). Argentina reporta los mayores niveles con un 41.8%, dichos niveles de endeudamiento son relativamente bajos versus otras economías que se elevan por encima del 200%.
Vale la pena señalar que estos relativamente bajos porcentajes de deuda/PIB, deben estar acompañados de la implementación de políticas que permitan la canalización eficiente de los recursos y se potencie el desarrollo y crecimiento que, ha fin de cuentas es lo que otorga a un estado su capacidad de servicio de deuda.
Tal como lo ilustran economías como la de Japón, donde la deuda/PIB registra 200%+, el nivel de deuda no es un determinante de detrimento económico, siempre y cuando el recurso obtenido por medio de esta fuente ha sido empleado a la optimización.
Las perspectivas mundiales en cuanto a crecimiento continúan siendo frágiles. Frente a los estancamientos de los mercados comerciales globales, no se estiman mejoras en los próximos años. Por lo que es imperativo que aquellas economías que continúan siendo del atractivo al inversionista, como las de la regiónde ALC, demuestren su capacidad tanto en el servicio de la deuda como en el logro de los objetivos que se plantearon al optar por dicha fuente de financiamiento.
ALC frente a las disputas entre la política y la sociedad, y las significativas caídas de los precios y volúmenes de exportación de las materias primas, continúan teniendo ese atractivo, como zona geográfica nueva con sentamiento a las oportunidades. Aprovechar la tendencia marcada en los ochenta, es sin duda una pieza clave al desarrollo sostenible.