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- 19/12/2019 00:00
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En muchas ocasiones había escuchado del VIH, una enfermedad muy mencionada en nuestros días, por la alta incidencia que presenta en la actualidad. Pero esta vez me aterraba sobremanera lo que escuchaba, las palabras expresadas por un médico, director de una de las instituciones más renombrada que brinda apoyo y orientación a los pacientes que se han contagiado de esta enfermedad. Narraba con voz contundente a los medios de comunicación que esta enfermedad en su condición actual en nuestro país posee la posibilidad de “borrar o desaparecer” poblaciones por la alta incidencia de la misma en ciertas comunidades.
El impacto emocional fue tal que decidí investigar con mucha más profundidad sobre esta patología, que cada vez cobra más vidas e incrementa año tras año el peso del gasto económico en salud que produce, debido a lo costoso del tratamiento que representa la medicación una vez realizado el diagnóstico, medicación o tratamiento que debe ser ingerido por el resto de la vida.
El VIH, cuyas siglas representan al virus de la inmunodeficiencia humana, es una enfermedad viral causada por el virus del mismo nombre; un virus perteneciente a la familia de los retrovirus, los cuales poseen la deslumbrante capacidad, luego de infectar a la célula huésped y gracias a una enzima específica denominada transcriptasa inversa, de convertir ARN en ADN, el cual integra al ADN de la célula huésped para posteriormente utilizar la maquinaria celular de la misma para multiplicarse.
Específicamente el VIH afecta los linfocitos CD4, los cuales forman parte del sistema inmune y se encargan del procesamiento y elaboración de anticuerpos utilizados para combatir las respuestas inmunitarias al estimular a otros inmunocitos (células de defensa) tales como los macrófagos, los linfocitos B y los linfocitos T, para combatir infecciones originadas por diferentes agentes infecciosos. Es decir, el virus del VIH debilita el sistema inmunitario al destruir los linfocitos CD4 incrementando la posibilidad del padecimiento de otra patología conocida como oportunista.
Pero lo más alarmante de la investigación realizada fue conocer cómo en sentido exponencial, día tras día, se incrementan los pacientes diagnosticados, los cuales, según estadísticas del Ministerio de Salud en el año 2016, ascendían a alrededor de 21,000 casos, y que solo en el año 2018 se habían detectado alrededor de 1,500 nuevos casos, con lo que la incidencia de esta enfermedad se incrementa alrededor del 7% cada año; cifra que coincide con los datos suministrados por la Organización de las Naciones Unidas, que destaca un crecimiento de la enfermedad en América Latina por el mismo orden; un dato estadístico que ha calificado dicha institución como “preocupante” .
Pero lo más alarmante de la investigación realizada es que por cada paciente diagnosticado la OMS ha establecido la posibilidad de que 10 individuos posean la enfermedad sin que se le haya realizado el diagnóstico correspondiente.
Pero, ¿qué hacemos para revertir esta tendencia que preocupa e inquieta día tras día? Esta ineludible pregunta solo nos lleva a una única respuesta: educar, ilustrar, formar, instruir en salud. Tal función recae, sin duda, en los educadores para la salud, profesionales que, gracias a su formación académica recibida en las aulas de la Universidad Especializada de las Américas (Udelas), adquieren la capacidad de transformar de manera positiva la forma de pensar y actuar de los ciudadanos sobre este y muchos otros temas; y con su trabajo contribuyen a mejorar la calidad de vida de todos los panameños.