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- 22/04/2019 14:45
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La campaña de No a la Re Elección, poco a poco ha ido filtrándose entre la población. El cansancio de la ineficacia del gobierno en resolver los problemas cotidianos, la sospechosa actuación de la justicia, la corrupción e impunidad y particularmente el descrédito de dirigentes de los partidos políticos tradicionales, ha calado en la conciencia nacional.
La desconfianza en la dirección de los partidos tradicionales, la falta de imaginación y discurso del considerado partido de izquierda, y la irrupción de candidaturas de libre postulación, parecieran enmascarar esas tensiones que se agitan inclusive dentro de los mismos partidos y por qué no, internamente en las candidaturas no partidarias.
No te asustes. Este caldo de cultivo no es lo suficientemente nutritivo como para albergar tracciones antisistema. Y es que nuestro pueblo, por conveniencia, costumbre, educación, lo que quieras, en general comparte inclinaciones hacia lo que antes, en el mundo bipolar que ya no existe, se denominó la Derecha. El statu quo.
Ha surgido en el mundo, en gran parte por la globalización y por la capitalización pública de los negocios, un proceso de selección de personas cada día más capacitadas para dirigir las empresas. No basta ser el hijo, yerno, o pariente del principal accionista. Bueno es serlo, pero no es suficiente para ocupar las posiciones de liderazgo empresarial. Panamá no ha escapado del todo a esa tendencia.
Y como resultado, hoy día aparece entre los dirigentes locales empresariales, públicos o no, un perfil cada día más evidente. Generalmente hombres blancos, en la medianía de edad, de clase media a alta, educados en las mejores universidades, entre las cuales, las escasas latinoamericanas y las estadounidenses, principalmente. Hablan y visten comedidamente. Con experiencia en empresas multinacionales u otros países.
Nada que ver con algunos gamonales de la política de antaño, no se abrazan con el populacho, ni besan niños sudados y mocosos, (como me confesara en cierta ocasión un político que ocupó la más alta magistratura). Tampoco se parecen a los políticos de hogaño, que irrespetan al público con sus exhibiciones, gestos, palabras o hechos. Tampoco son grandes oradores que enardecen a las masas. Todo lo opuesto.
Sus exposiciones públicas son sesudas, mesuradas, inteligentes. Con propuestas tan lógicas que no es difícil resultar seducido por las mismas. Y es que irónicamente, este grupo que como los denominara un apreciado colega y analista, los CEOs, acrónimo que en inglés es Chief Executive Officer, o en una traducción libre equivaldría a algo como Director Ejecutivo, Presidente Ejecutivo, Gerente General, etc., se percatan que el sistema no funciona. Sólo es bueno para determinados grupos de poder cercano a los partidos de gobierno. Y que ese funcionamiento perverso, a la larga, causa más daño y riesgos sociales que una sociedad más competitiva, abierta e inclusive democrática.
No son reformadores sociales. Al contrario. Con matices, van desde el libertarismo más anárquico posible, a una tibia aceptación del Estado regulador. En mi opinión, se asemejan al absolutismo ilustrado del siglo XVIII en Europa que, sin cambiar el sistema, pretendió suavizar el Despotismo que caracterizaba las monarquías europeas de entonces.
Este grupo de CEOs en rebeldía, que lo encuentras en las asociaciones empresariales, los clubes privados, los grupos cívicos, las religiones tradicionales, inclusive dentro de los partidos políticos, han buscado caminos para expresar su disconformidad y hacer llegar sus propuestas a la sociedad.
Algunos apoyan abiertamente a candidatos de libre postulación. Utilizan la tecnología de información. Otros, se coaligan en asociaciones, círculos de opinión, movimientos independientes, etc. ¿Se comunican entre ellos privadamente? No lo sé, pero no lo descarto. Lo cierto es que se hacen escuchar.
Pero no son un partido político. Su discurso ha penetrado entre las capas medias y profesionales, no así con los sectores mayoritarios populares. Falta la alocución política directa, el contacto con las masas. Por ahora, son la levadura que fermenta el descontento social. Repito, entre las capas medias.
No es una experiencia nueva. La misma independencia de América no fue un movimiento autónomo de las masas, sino dirigido por la élite criolla de entonces que resentía el colonialismo europeo.
Hoy día la actual élite criolla ilustrada, los CEOs, se aprestan a luchar contra los que ocupan, localmente, el espacio político, sean grupos tradicionales o nuevos que no han sabido o podido entender las expectativas nacionales. Son la Derecha Ilustrada.
Pero inclusive esta Derecha Ilustrada tiene sus retos o desafíos inherentes a su origen o pertenencia. Ha prosperado dentro de un modelo globalizador que, en su versión vernácula, ha resultado en un proceso de concentración del ingreso, un incremento de la desigualdad social, y en un proceso de desnacionalización de la inversión privada.
Entonces, el estado actual de pobreza institucional, malos servicios públicos, etc., del país, es consecuencia del modelo de crecimiento económico de Panamá, del poderoso crecimiento del PIB, tan alabado, ¿y a la vez tan distante de la equidad? ¿O, es consecuencia de las prácticas de los partidos que han ejercido el poder? ¿O se retroalimentan una y otra instancia?
Puede que los CEOs tengan éxito en su contestación al sistema. Y logren llevar a posiciones de gobierno a personas nuevas, en los diversos cargos. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido durante la época independentista, la lucha espero no se quede en el campo del dominio político económico, sino que comprendan que, a los pueblos, no les importa tanto el modelo, sino la solución de sus problemas cotidianos.
Y que no se queden en las soluciones economicistas, y puedan interpretar correctamente, que efectivamente, la mejor sociedad es aquella que ellos también dicen querer: una sociedad más competitiva, abierta y democrática. Aunque eso pueda implicar una confrontación con los esquemas globalizados. ¿Lo entenderán?.
El autor es economista