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- 15/03/2010 01:00
Los invito a la siguiente prueba y escojamos una actividad cualquiera de consumo, algo sencillo y elemental como tomar agua, y estudiemos desde la perspectiva de consumo o consumismo, si realmente estamos siendo consumidores inteligentes o unos consumistas irracionales. El agua embotellada se ha convertido en algo indispensable en nuestras vidas y cultura. Comienza el día en bandejas e hileras; va a todas las reuniones, salas de lectura, paseos y excursiones; está en los cubículos de trabajo; en los gimnasios; y está a medio consumir en muchos de nuestros vehículos. Aparte de los cada vez más ignorados recipientes llenos de hielo y vasos limpios, los hoteles están ofreciendo agua mineral en venta. Y en supermercados de alta categoría, el agua embotellada es uno de los productos más vendidos. Hace treinta años, el agua embotellada casi no existía como negocio en Panamá. Pero, el año pasado, gastamos más en Fiji, Evian, Aquafina, Volvic, Dasani, Aqua Viva, Cristalina y Purísima que en iPods y boletos de cine, y este año la cifra llegará a $15 millones. El agua embotellada es un fenómeno económico en nuestros tiempos. Nosotros, una generación que creció con agua del grifo, estamos criando una generación que ve esta agua con desdén. Estamos pagando mucho dinero (dos o tres o cuatro veces más que la gasolina) por un producto que ya tenemos, y que podemos tener gratuitamente en nuestros hogares. Cuando compramos agua embotellada, lo que realmente estamos comprando es la botella. Estamos comprando conveniencia. Y estamos comprando la historia que la compañía nos cuenta sobre su agua: de dónde viene, lo saludable que es, etc. Está claro que beber agua embotellada es lo mejor que podemos hacer. Excepto por una cosa. El agua embotellada es un capricho muy a pesar de lo que pensamos. A nivel mundial, movemos dos mil millones de botellas de agua a la semana en barcos, trenes y camiones en el mundo. Esto es un convoy semanal equivalente a 80,000 camiones de 18 ruedas. Mientras tanto, una de cada seis personas en el mundo carece de agua fresca. La economía global le está negando un elemento fundamental a mil millones de personas, mientras nos suministra a nosotros una gran “variedad” de aguas de todo el mundo, ninguna de las cuales necesitamos realmente. Además, esta situación se complica por el hecho de que si dejáramos de comprar agua mineral, de todas formas ésta no le llegaría a la gente que realmente la necesita. Bebemos agua embotellada porque creemos que es saludable. Pero no hay estudios científicos que demuestren que beber agua mineral rutinariamente mejore nuestra salud. Ahora, contestemos la pregunta anterior. ¿Somos consumidores inteligentes o estamos cayendo en el consumismo rampante? Cada uno de nosotros debe poder responder esa y otras preguntas, con criterios, para determinar si estamos realmente haciendo nuestro trabajo como consumidores de una manera responsable y correcta. La Acodeco celebrará el 15 de marzo el Día Internacional del Consumidor. Un consumidor informado tiene poder.