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- 26/02/2012 01:00
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WASHINGTON. Un sello distintivo de la política presupuestaria del gobierno de Obama ha sido eximir a los ancianos de recortes importantes, aún cuando los gastos de los ancianos —principalmente los del Seguro Social, Medicare y Medicaid— representan el 40% o más del presupuesto. El principal motivo es político: los ancianos (se supone) votarían contra los políticos que limitaran sus beneficios. Pero para justificar esa política, los políticos y otros a menudo pintan a los ancianos como vulnerables económicamente y con escasos ahorros.
Sorpresa: No es cierto. Sí, el 50% más pobre de los ancianos tiene pocos ahorros; pero por encima del punto medio, los ahorros se elevan marcadamente y —cuando se incluye el actual valor del Seguro Social— promedian en más de $2 millones para el 10% más rico de los ancianos. Esta información proviene de los más altos economistas de Obama. Visite la dirección (http://1.usa.gov./vZOmFi).
Para evitar confusión, he simplificado el cuadro incluyendo sólo el valor neto total y la porción representada por el cálculo de los beneficios del Seguro Social.
Estos cálculos excluyen el valor de Medicare y Medicaid. Si se los agregara, cada total aumentaría en unos $180,000.
La columna de la izquierda del cuadro (titulada ‘Percentil’) divide a la población anciana en partes iguales. Los pobres del 10° percentil representan un valor neto de $197,000; los ricos del 90° percentil, un valor neto de $2.1 millones. Como promedio, los norteamericanos viven unos 19 años después de alcanzar los 65 años. Aunque el Seguro Social perdura hasta la muerte, otras formas de riqueza pueden agotarse.
Los economistas James Poterba, del Massachussets Institute of Technology; Steven Venti, de Dartmouth College; y David Wise, de Harvard University, realizaron el estudio que es la base del cuadro. Ver recuadro: Distribución de la riqueza
El cuadro confirma lo que sugiere el sentido común: Así como la población que trabaja está compuesta de pobres, de gente acomodada y de ricos, lo mismo ocurre en la población de 65 y más años.
En su estudio, Poterba, Venti y Wise encontraron que la mayoría de las familias de edad tratan ese valor de la vivienda como ‘ahorros de precaución’ utilizados ‘sólo cuando experimentan una conmoción, como la muerte de un cónyuge o un período de desembolsos médicos importantes’.
Hasta los jubilados ricos enfrentan incertidumbres: no saben cuánto tiempo vivirán y con qué celeridad utilizar sus ahorros. Aún así, dos conclusiones surgen del cuadro. Primero, una parte considerable de la población anciana —entre el 30 y el 40%— está en buena posición económica por definición. Segundo, la dependencia en el Seguro Social declina notablemente a medida que los ingresos y la riqueza aumentan.
Lo que eso sugiere es que algunos recortes en los beneficios del Seguro Social o algunos aumentos en las tarifas de Medicare, incluso para los que ya están en dichos programas, no impondrían penurias indebidas. En todo acuerdo sobre el déficit, los ancianos deben ser parte del trato. No debe cargarse todo el ajuste sobre la población en edad de trabajo.