EEUU reprobado en vacaciones

En la rivalidad global de los modelos económicos y los estilos de vida, Estados Unidos ocupa el ultimísimo lugar entre los países avanza...

En la rivalidad global de los modelos económicos y los estilos de vida, Estados Unidos ocupa el ultimísimo lugar entre los países avanzados en una categoría: las vacaciones.

No es que millones de norteamericanos no acudan en masa a las playas, escalen montañas, invadan los parques nacionales o, simplemente, se queden en casa. Lo hacemos. Pero parece que tenemos más dificultad que otros pueblos en distanciarnos del trabajo. La oficina (como también, la tienda, la fábrica o la bodega) es rutinariamente un huésped no-invitado en nuestras vacaciones.

Nos preocupa habernos ido ‘demasiado tiempo’ —es decir que no se nos echará en falta y que toda ausencia extensa podría de alguna forma poner en riesgo nuestra categoría o nuestro puesto. Las tareas incompletas nos persiguen; corrompen los placeres de las vacaciones. Algunos de nosotros no logramos ni siquiera dejar de lado el trabajo y, en secreto o no, lo mezclamos con la recreación. Otros odian volver a él. De una u otra manera, la sombra del trabajo está siempre presente. La propagación de Internet, los mensajes electrónicos, los teléfonos celulares han dificultado aún más la separación del trabajo y el ocio. Se nos puede encontrar casi a cualquier hora y en cualquier lugar.

Casi todo esto se basa en conjeturas. No así las leyes e instituciones, que —comparadas con las de otras sociedades ricas— desvalorizan y sacan importancia a las vacaciones. Un informe fascinante del Center for Economic and Policy Research (CEPR), un centro de investigaciones de tendencia izquierdista, ilumina las vastas diferencias. He aquí cómo el informe titulado: ‘No-Vacation Nation Revisited’ las resume:

‘Estados Unidos es la única economía avanzada del mundo que no garantiza a sus trabajadores vacaciones pagas. Los países europeos establecen derechos legales a, como mínimo, 20 días de vacaciones pagas por año, con requisitos legales de 25 o hasta 30 días más en algunos países’.

Contando las vacaciones pagas obligadas, los trabajadores de Alemania, Francia y Reino Unido reciben aproximadamente seis semanas de tiempo libre, informa el CEPR. Existen muchas variaciones entre las naciones sobre cuándo deben tomarse las vacaciones, en qué medida los empleadores controlan los períodos de vacaciones y quién cumple o no con los requisitos. En Noruega, los trabajadores mayores de 60 años tienen una semana más, dice el informe del CEPR. En cambio, cuatro países europeos (Austria, Alemania, Italia y Suiza) proveen tiempo de licencia paga extra a los trabajadores jóvenes.

Las decisiones de Estados Unidos son descentralizadas. Las vacaciones y los feriados pagos son establecidos por empresas, acuerdos con sindicatos, sistemas escolares, estados, el gobierno federal y cualquier otro tipo de empleador. En general, nuestras vacaciones son más cortas que en otras partes. Alrededor del 90 por ciento de los empleados a tiempo completo obtienen un promedio de cuatro semanas de vacaciones (incluyendo en ellas feriados pagos), según cifras del gobierno citadas en el informe de CEPR. Para los trabajadores a tiempo parcial, entre el 35 y 40 por ciento de ellos recibe tiempo libre pago. No es de sorprender que los trabajadores de jornales bajos sean los menos beneficiados. Sólo la mitad del 25 por ciento peor pagado recibe tiempo libre pago.

Existe una brecha cultural entre Estados Unidos y otras sociedades ricas. Éstas han optado por dedicar una porción mayor de su prosperidad al ocio. Nosotros lo hemos escatimado. El economista Timothy Taylor (cuyo valioso sitio Web, Conversable Eco nomist, presentó el estudio de CEPR) señala que los norteamericanos trabajan más horas que los operarios de otras sociedades avanzadas. En 2011, el promedio fue de 1.787 horas al año horas al año, un 26 por ciento más que en Alemania (1.413 horas), un 21 por ciento más que Francia (1.476) y un 3 por ciento más que Japón (1.728).

Podría ser que los norteamericanos centren más su identidad en su trabajo que otros pueblos. O quizás la naturaleza competitiva de la economía norteamericana y las inseguridades que la acompañan conspiren contra el tiempo libre. Un reciente artículo del New York Times sostiene que los norteamericanos no utilizan en su totalidad la licencia por maternidad/paternidad y los arreglos de ‘flextime’ (tiempo flexible, dividir el trabajo entre la casa y la oficina), porque temen ser estigmatizados como perezosos.

Podríamos seguir el ejemplo de otras sociedades avanzadas y legislar vacaciones mínimas. Es un debate que vale la pena tener —quizás en el futuro, pero no ahora. Debemos recordar lo obvio: Las licencias pagas significan que se compensa a la gente por no hacer nada. Hay consecuencias. Las más probables son menos contrataciones (porque los costes más elevados de la mano de obra disuaden a los empleadores de agregar nuevos operarios) o la erosión de los salarios (porque los empleadores contrarrestan los costes extra reduciendo los jornales). Es dudoso que las vacaciones obligatorias creen muchos puestos de trabajo, si es que los crean. Europa tiene vacaciones más largas —y desempleo más alto. Una cosa no es la solución para la otra.

Unas vacaciones generosas podrían parecer la cura para un Estados Unidos excesivamente estresado. Pero con una desempleo obcecadamente alto y jornales estancados, la economía norteamericana no puede darse el lujo de adoptar políticas que podrían empeorar ambas situaciones. Sería tomarse una vacación de la realidad.

LA COLUMNA DE ROBERT J. SAMUELSON

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