La mala leche en el anaquel: el engaño que golpea la producción local

Mientras la industria de lácteos panameña enfrenta una crisis por las importaciones, los sucedáneos confunden a los consumidores y afectan la salud de las familias

María, madre de dos niñas, recorre el pasillo de lácteos en el supermercado. Sus ojos recorren las marcas, pero se detienen en un empaque colorido y llamativo. Lo que parece una rebanada de queso, de marca poco conocida y a un precio irresistiblemente bajo, termina en su carrito. Sin saberlo, María no está comprando un derivado de la leche de vaca para nutrir a sus hijas, sino un producto análogo y mezclas. Su elección, impulsada por el bajo costo, representa un golpe silencioso a la industria lechera panameña.

El anaquel, a simple vista, parece bien surtido, pero una inspección más cercana revela que una parte de lo que los panameños están comprando no es leche de vaca, ni sus derivados. Son los llamados sucedáneos, productos que imitan el color y el sabor de la leche, pero que provienen de grasas vegetales y otros elementos. Las importaciones de distintos orígenes de estos productos evidencian un crecimiento sostenido de más de $100 millones al cierre de 2024, desplazando la producción local, son un reflejo de un problema que va más allá de la simple competencia comercial.

Las procesadoras en Panamá adquieren el 90 % de la producción de leche nacional. En el mercado la industria se divide entre las empresas panameñas de capital extranjeros, como lo son Nestlé, Bonlac, Nevada y Estrella Azul; las panameñas de capital panameños como Productos San Antonio, así como las pymes de capital nacional, como Quesos Chela, Mili, entre ellas.

Al cierre de 2024, existían 323 productores de leche grado A, unos 211 ganaderos de leche grado B y 3.036 de productores de leche grado C o industrial. El hato lechero en 2023, lo componían 157.500 cabezas, que arrojaban una producción total de 178,9 millones de litros de leche.

¿Boicot de importadores o de todos?

La voz de alerta sobre este boicot de los productos panameños fue alzada por la Asociación Nacional de Procesadores de Leche (Anaprole), el pasado 31 de julio. Aunque la narrativa principal apunta a las importaciones desmedidas, el problema tiene raíces más profundas. No solo son las importadoras extranjeras las que están compitiendo con el campesino panameño que se despierta en horas de la madrugada a ordeñar sus vacas y llenar los garrafones que terminarán en las procesadoras locales para elaboración de una gama de productos como quesos, leches enlatadas, yogur, helados y demás.

En el país la presencia de sucedáneos lácteos no es nueva. En 2017, Panamá suspendió la importación de la marca “Pura Vida”, del peruano Grupo Gloria, debido a que su etiquetado no cumplía con las normas de alimentos preenvasados. El producto ofrecido en los anaqueles panameños desde 2014 se ofrecía como “leche evaporada”, cuando era un “alimento lácteo evaporado modificado”. La acción de la Autoridad Panameña de Seguridad de Alimentos, hoy, Agencia Panameña de Alimentos, llevó al gigante peruano a reconocer que no se trataba de leche sino una mezcla, y que para mantener presencia en el país retiró el producto, con la promesa de adecuar su etiquetado a las exigencias del país.

El consumo per cápita de productos lácteos en Panamá es de aproximadamente 120 litros por persona al año. Sin embargo, este consumo se encuentra por debajo de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, que sugiere un consumo de 150-160 litros anuales. Además, la ganadería local obtiene alrededor de 180 millones de litros de leche al año, mientras que la demanda es de 480 millones de litros, incluyendo leche fluida y productos lácteos importados.

Por su parte, Julián González Chea, de la Asociación de Productores de Ganado Lechero (Aprogalpa), es de la opinión de que las importaciones están desmedidas. “Aunque algunos lo vean como proteccionismo, nosotros lo consideramos una medida necesaria para salvaguardar la producción nacional, que es el sustento del sector rural del país. No somos una cifra grande en el PIB, pero sí somos un pilar socioeconómico”.

“Hay productos sucedáneos importados que nos golpean, pero también la industria nacional que, en reacción a esa competencia, ha comenzado a producir sus propios sucedáneos. Esto está ocurriendo en productos como los quesos para pizza y las leches evaporadas. Al añadir grasa vegetal a un producto lácteo, este deja de serlo, perdiendo valor nutricional. Estos productos imitan al queso o la leche y se venden más baratos, desplazando la leche genuina.”, denunció el ganadero.

Cumplimiento de la información

La Autoridad de Protección al Consumidor y Defensa de la Competencia (Acodeco) ha impuesto multas a varios supermercados por incumplir con la Ley 113 de 2019, relacionados con los productos sucedáneos, que deben mantener un letrero con las indicaciones, nombre en idioma español y país de origen.

Hasta la fecha, la Acodeco registra 103 multas en primera instancia, por $24.975 a diferentes agentes económicos por incumplimiento de la Ley 113 de 2019. La norma establece el uso obligatorio de letreros que identifiquen la procedencia del producto alimenticio. De esta manera, aquellos productos sucedáneos o de imitación deben tener un letrero que los identifique, para que los consumidores distinguen entre el producto de origen animal y el de imitación.

La Acodeco informó que realizó 171 verificaciones de productos sucedáneos o de imitación en seis provincias del país, de los cuales 25 comercios cumplieron con la Ley 113 de 2019 y 141 incumplieron.

Cabe señalar, que la entidad aclaró que no se considera “letrero” a la etiqueta colocada en el anaquel, donde habitualmente se incorpora información de precios o nombre del producto, con códigos de barra.

Este juego de palabras es el centro del problema. En un anaquel, un consumidor puede confundirse fácilmente. Un cartón de “bebida láctea” se exhibe al lado de la leche pasteurizada. Un “preparado tipo queso” se vende junto al queso americano y mozzarella nacional. La letra pequeña y de colores en las etiquetas, que detalla la composición del producto, a menudo pasa desapercibida, o es difícil de interpretar para el consumidor promedio que simplemente busca un buen precio.

Dependiendo del producto, oscila el precio. Un litro de bebida láctea está por debajo del precio del litro de leche entera. Los sucedáneos lácteos en envase de larga duración (Tetra Pak), de 946 mililitros, como La Granja, por mencionar algunas marcas se ofrecen en el mismo anaquel que el litro de leche entera homogeneizada y ultrapasteurizada, pero la diferencia en sus precios es casi abismal, para María que lleva lo justo para alimentar a su familia. El precio varía entre $1.27 a $1.35 en las bebidas sucedáneas; mientras que La Chiricana, D’Oro y Bonlac es de $1.61 a $1.85.

El desafío nutricional y económico

El engaño no es solo comercial, sino también nutricional. Mientras la leche de vaca aporta proteínas de alta calidad, calcio, fósforo y vitaminas esenciales para el desarrollo, los sucedáneos, aunque considerados “alimentos”, no ofrecen el mismo valor nutricional. Natsare Bermúdez, presidenta de Anaprole, lo explicó a La Estrella de Panamá: “cada vez menos producto nacional y más producto importado” llega a los anaqueles, desplazando la producción local y debilitando la economía del sector.

Por su parte, el economista Patricio Mosquera ha señalado que la mozzarella rallada importada cuesta menos de la mitad que la local, lo que ha impulsado la importación de este producto diez veces en la última década.

Esta situación ha puesto en jaque a toda la cadena de valor. El sector lechero panameño, que genera más de 15.000 empleos directos, ve amenazada su viabilidad. La reciente crisis con Nestlé, que aviso que suspendería temporalmente la compra de leche a los productores a partir del 5 de septiembre próximo, evidenció el frágil estado del sector. Aunque el Gobierno Nacional logró un acuerdo para que la empresa reanude la compra, el problema de fondo persiste: la falta de una política clara que regule la entrada y la producción de sucedáneos y eduque al consumidor.

Aunque los sucedáneos no representan un daño para la salud humana, no nutre como uno de origen animal en este caso leche de vaca. Pedro Acosta, presidente de la Unión Nacional de Consumidores y Usuarios de la República De Panamá (Uncurepa), manifestó: “La situación de los sucedáneos ha vuelto a la palestra por la crisis del sector lechero Grado C, pero este no es un problema nuevo. El tema ha estado regulado en Panamá desde hace al menos seis años con la Ley 113. No podemos negar que los sucedáneos son un producto de la tecnología de alimentos, pero es fundamental que el consumidor entienda lo que está comprando”.

Según Acosta el problema es que, a pesar de la ley, las autoridades no han hecho un buen trabajo en informar al consumidor. “Todos estos productos sucedáneos tienen un registro sanitario, lo que significa que son inocuos para la salud. Sin embargo, lo que falta es claridad en su etiquetado y una campaña de educación masiva. El Ministerio de Salud (Minsa) y la Acodeco deberían ser más proactivos en identificar y rotular estos productos de manera clara, explicando qué es un sucedáneo”, dijo.

“Los sucedáneos suelen tener nombres engañosos como ‘bebidas lácteas’, ‘sabor a leche’ o ‘imitación de queso’. Algunos productos incluso usan imágenes de granjas o vacas. El consumidor debe acostumbrarse a leer los ingredientes en la etiqueta... El precio es el principal impulsor de su venta. La solución no es prohibir las importaciones, porque eso va en contra de los tratados de libre comercio. La clave es la educación del consumidor, para que este tenga la capacidad de elegir con pleno conocimiento si quiere comprar un producto más económico, pero menos nutritivo, o uno más caro, pero de mayor calidad”, reconoció Acosta.

Al igual que Acosta, González Chea de Aprogalpa considera que el impacto en la demanda de los consumidores es establecer una campaña: “Es una de nuestras tareas pendientes. Estamos trabajando en una campaña para educar a los consumidores sobre la importancia de leer las etiquetas para que sepan qué están comprando. En cuanto a los precios, es un problema complejo. Necesitamos que todos los actores de la cadena —productores, industria y minoristas— se sienten para encontrar soluciones que hagan más accesible la leche 100 % natural. Es un reto, ya que nuestra estructura de costos es alta debido a la mano de obra, la electricidad y la necesidad de importar maquinaria e insumos”.

La solución no es solo financiera o política, sino también una cuestión de ética comercial y responsabilidad social. Los productores y procesadores panameños instan a las autoridades a regular las importaciones y a los consumidores a leer las etiquetas. La compra de productos nacionales no es solo un acto de patriotismo, sino una forma de garantizar el sustento de miles de familias en el campo, generar empleo directo y contribuir a la paz social, evitando la migración desorganizada a las ciudades.

La “mala leche” del anaquel es un recordatorio de que, a veces, el producto más barato no es la mejor opción. Corresponderá a María y al resto de los consumidores leer los ingredientes de los productos que llevará de ahora en adelante al carrito para alimentar a sus dos hijas.

Natsare Bermúdez
Anaprole
Cada vez menos producto nacional y más producto importado llega a los anaqueles”.
Julián González Chea
Aprogalpa
Hay productos sucedáneos importados que nos golpean, pero también la industria nacional, en reacción a esa competencia, ha comenzado a producir sus propios sucedáneos”.
Pedro Acosta
Uncurepa
El precio es el principal impulsor de su venta. La solución no es prohibir las importaciones, porque eso va en contra de los tratados de libre comercio. La clave es la educación del consumidor”.
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