Proclaman a Pedro Castillo presidente de Perú, el maestro rural que desafía a las élites

Actualizado
  • 21/07/2021 00:00
Creado
  • 21/07/2021 00:00
Devenido de “outsider” al “presidente del bicentenario”, Castillo enfrenta un escenario complicado para gobernar con un parlamento fraccionado, reticencia de las élites del país y una gran deuda social por saldar
Pedro Castillo fue proclamado este lunes como presidente electo del Perú.

Tras más de un mes y medio de haber ganado la elección, el maestro rural Pedro Castillo fue proclamado como presidente electo del Perú.

Una espera larga y tensa como resultado de las acciones legales presentadas por su rival en los comicios del pasado 12 de abril, la derechista Keiko Fujimori.

En sus primeras declaraciones vía Twitter, el mandatario electo agradeció a la población por el apoyo y llamó a la unidad del país, uno de los principales desafíos que enfrentará tras unas elecciones que aún mantiene polarizado al Perú.

“Ha llegado el momento de llamar a todos los sectores de la sociedad para construir unidos, en este bicentenario, un Perú inclusivo, un Perú más justo, un Perú libre (...) convocamos a los pueblos afro, costeños, andinos y amazónicos, a la clase trabajadora y sus gremios, a las comunidades nativas, campesinos y a toda la sociedad”, dijo Castillo cuya asunción será el próximo miércoles 28 de este mes.

La llegada de Castillo a la Casa de Pizarro es un hecho sin precedentes al convertirse en el primer mandatario de izquierda en la historia del Perú. Al mismo tiempo, por vez primera la sexta economía más importante de América Latina será liderada por una figura ajena a las élites políticas del país, fundamentalmente blancas, conservadoras y concentradas en la capital, Lima.

Esto ha generado temor entre los grupos de poder, propiciando incluso alianzas impensadas previamente, como el espaldarazo del escritor y político Álvaro Vargas Llosa a Keiko Fujimori, pese a ser un histórico detractor del clan Fujimori.

Algo parecido ocurrió en gran parte del espectro político conservador que tildó a Castillo de “comunista”, “chavista” o “terrorista”. Una campaña que tuvo eco entre amplios sectores de los grande medios de comunicación, y que los simpatizantes de Castillo denunciaron como una “campaña de miedo” y “terruqueo”, un término usado en la política peruana para calificar una estrategia en la cual se asocia a un adversario –con o sin pruebas– de tener un supuesto vínculo con el terrorismo de las desmanteladas guerrillas de Sendero Luminoso.

“No somos chavistas, no somos comunistas, no somos terroristas. No le vamos a quitar las propiedades a nadie. Es totalmente falso lo que se ha dicho anteriormente. Somos democráticos”, ha reiterado previamente Castillo, quien hasta la proclamación de este lunes no ha dado declaraciones directas a la prensa.

Pese a lo anterior, Castillo ganó, aunque por la mínima con un 50,1% en segunda vuelta, unos 44,263 votos de diferencia. Una mezcla de apoyos que acumularon el profundo descontento del electorado ante el fracaso de los partidos en resolver los problemas más acuciantes de la población, la constante inestabilidad y las denuncias de corrupción que han salpicado a casi todas las fuerzas políticas.

A lo anterior se suma el arraigado antifujimorismo entre muchos peruanos, que miraban en Keiko –hija del exmandatario Alberto Fujimori– una heredera política de este, quien gobernó entre 1990 y 2000 en medio de casos de corrupción, una gestión autocrática y violaciones a los derechos humanos por las que hoy purga 25 años de prisión.

El desafío de gobernar

Castillo tendrá el reto de reducir la polarización en la que quedó sumida el país tras la elección, y en el que Keiko Fujimori aceptó el resultado luego de denunciar sin pruebas un “fraude”, sigue sosteniendo la “ilegitimidad” del mandatario electo. Una postura que va a contramano de la región.

Prácticamente todos los gobiernos latinoamericanos han reconocido a Castillo, también la Organización de Estados Americanos, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Estados Unidos y varios países europeos.

El manejo con el Congreso es otro rompecabezas que enfrentará Castillo y su partido Perú Libre, que obtuvo el mayor número de congresistas (37 de 130), pero lejos de alcanzar la mayoría. De allí que un parlamento en extremo fraccionado –con 10 partidos y sus corrientes– no deja fuera la posibilidad de una vacancia –destitución– por diferencias políticas con sectores de la oposición.

Estando Perú entre los cuatro países más desiguales de Latinoamérica, según datos del World Inequality Database (WID), el nuevo presidente enfrentará el problema de saldar una enorme deuda social agravada por la pandemia de la covid-19, que registra 1,9 millón de casos confirmados y al menos 187 mil muertes.

A finales de 2020 el Banco Mundial estimó una disminución del empleo de un 15%, así como un incremento de la inseguridad alimentaria y falta de acceso a servicios médicos.

Cerca de 10 millones de peruanos son pobres, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) de Perú, lo que refleja un aumento del 30% comparado con el año anterior.

Otro reto para Castillo, de origen campesino y oriundo de la región andina de Cajamarca, será atender la situación del campo. Entre sus propuestas están más regulaciones sobre los monopolios existentes y la instalación de un gabinete rural.

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