Príncipe Saudita en Moscú

Actualizado
  • 16/08/2015 02:00
Creado
  • 16/08/2015 02:00
Arabia Saudita es una autocracia extraña a la geopolítica de América Latina, pese a su fuerte impacto en el precio del petróleo

Arabia Saudita es una autocracia extraña a la geopolítica de América Latina, pese a su fuerte impacto en el precio del petróleo. Los precios están cayendo en picada por la presión que mantiene Riad, entre otros factores, en la sobreproducción mundial de barril de crudo. Lo que más claro percibe Latinoamérica es que se trata de un estrecho aliado de Estados Unidos, de ahí que lo veamos con cierta complacencia. Craso error, tienen un rol contradictorio y temerario en el inestable papel estadounidense en el mundo árabe, en particular su relación con los ricos países del Golfo Arábigo. Arabia Saudita ‘está enojada' (igual que Israel) con Washington a raíz del reciente Acuerdo Nuclear del G5+1 con Irán, que para los Príncipes sauditas fortalece al gobierno chií de Teherán, su eterno rival en la convulsionada región del Medio Oriente.

Esta semana el Príncipe heredero al trono de Arabia Saudita, y a la vez, ministro de Defensa, Muhammed bin Salman, estuvo en Moscú y fue recibido por el ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov. El viaje del Príncipe a la capital rusa tenía un objetivo mediático, cuyas señales estaban dirigidas a Washington, aunque la atención de Occidente se entretenía con las candilejas puestas en La Habana con John Kerry atento al simbolismo histórico de la izada de la bandera de su país en Cuba. Un día antes Riad anunciaba que el rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdelaziz, viajará próximamente a Rusia por invitación que le hiciera Vladimir Putin. ¿Qué significa este acercamiento de la monarquía saudita a Rusia en estos momentos?

En primer lugar, no olvidemos que Arabia Saudita es una férrea monarquía suní, y al mantener su producción actual de 10 millones diarios de barril de crudo, fue un factor determinante dentro de la OPDP (al que Rusia no pertenece) y debilitó el precio del petróleo a mínimos históricos, afectando el mercado tradicional de Rusia, Venezuela, Irán, la tríada de naciones castigadas con sanciones de Washington. Arabia Saudita negó que formara parte de la ‘politización del precio del petróleo', pero los resultados decían otra cosa. Es una monarquía que maneja sus contradicciones con mucha discreción. No olvidemos que legó a Occidente el famoso Osama bin Laden, cuya poderosa familia posee vínculos estrechos con George W. Bush. Aún más, 15 de los 19 atacantes de las Torres Gemelas en Nueva York (11/S), eran salafistas, y todos ciudadanos sunitas de Arabia Saudita. La desmemoria del Departamento de Estado de estos aberrantes episodios, quizá sea un plan deliberado por razones económicas. Arabia Saudita es el primer productor mundial de petróleo, comercializa 35 mil millones diarios de barriles de crudo y la nación más influyente dentro de la OPEP.

La Casa Blanca, según afirman los expertos en Medio Oriente, financió a los ‘moderados' que peleaban contra Assad, nada menos que el grupo terrorista Daesh, hoy conocido como el Estado Islámico. Arabia Saudita es una monarquía que aspira controlar Medio Oriente desde las fronteras afgana (con sus no declarados aliado talibanes), hasta la costa Mediterránea. Pero Irán es un freno histórico a las pretensiones sauditas, más ahora que le está haciendo la guerra a Yemen. Para ‘consolar' al reino sunita, Kerry conversa con ellos y le vende armas en la víspera del acuerdo con Teherán: 10 mil 800 millones de dólares fue la última venta masiva de armamentos a Riad. No sé qué entiende Kerry de su ‘apoyo a la paz' con tales acuerdos militares. Una pregunta que habría que extenderle al Reino Unido, Francia y, de igual manera, a Rusia y Beijing.

El acercamiento de la dinastía monárquica saudita a Rusia, aliado de Siria y que persuadió a Washington de no bombardear Siria a disgusto de Riad, será un tema que habrán tratado aunque no lo oficialicen. Otro tema es la evolución de Irán en la región tras el Acuerdo. Y con toda seguridad el tema del precio del petróleo, pues Rusia padece las sanciones económicas de Occidente, y conoce el rol de Arabia Saudita sosteniendo inalterable la oferta actual dentro de la OPEP, un factor clave y negativo que Moscú resiente. El tema se complica pues Riad está en guerra contra Yemen y asume el liderazgo en esta escalada de conflictos entre los países árabes que integran la Coalición Internacional en esta guerra. La monarquía reinante no cree en el acuerdo con Irán y advierte, el Príncipe Turki Al-Faisal, quien declaró a la agencia Reuters en Riad, que ‘vamos a querer lo mismo', refiriéndose a al desarrollo potencial de armas nucleares. Todo apesta cuando se juntan petróleo, dinero y armas.

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