Crisis ambiental centra debate en la ONU con muchos discursos y pocos acuerdos

Actualizado
  • 28/09/2019 17:21
Creado
  • 28/09/2019 17:21
La 74° Sesión de la Asamblea General de la ONU llega a su recta final con deudas ante el cambio climático . Activistas y científicos exigen acciones urgentes para frenar la debacle ambiental

En el año 1947 el temor de una conflagración nuclear en medio de la Guerra Fría (1945-1991) era un asunto de primer orden; ese mismo año, un grupo de científicos de la Universidad de Boston empezó a editar el “Bulletin of the Atomic Scientists”, una publicación académica dedicada a asuntos de seguridad, más conocida por su simbólico “Reloj del Juicio Final”, una metáfora utilizada para advertir sobre las amenazas que enfrenta la humanidad.

Entre más cerca estén las manecillas de la “media noche” más próximo estaría la especie humana de su autodestrucción, ya no solo por el peligro nuclear sino también por el cambio climático, apunta la comunidad científica.

De allí que el problema ambiental ha sido un tema omnipresente en las discusiones de la 74° Asamblea General de Naciones Unidas, que se desarrolla con muchos discursos, algunas promesas y pocos acuerdos.

Los reportes presentados durante el encuentro más importante de la ONU, que reúne a líderes de los 193 Estados del mundo, son poco alentadores.

De acuerdo al informe publicado este lunes por la Organización Meteorológica Mundial junto a otras instituciones de la ciencia climática, la temperatura promedio del planeta ascendió a 1.1°C, lo que convirtió al último quinquenio en el más caluroso de “cualquier período equivalente registrado”. Al mismo tiempo, hoy los mares son más calientes, más ácidos y menos productivos, haciendo más frecuentes las lluvias, huracanes, sequías y otros fenómenos que serán más potentes que en los años anteriores.

Dos días después, el miércoles, en pleno desarrollo del conclave de la ONU, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, en inglés) reveló que el incremento del nivel de los océanos se ha “acelerado”, advirtiendo que de no tomarse medidas urgentes, unas 689 millones de personas que viven en zonas costeras estarán en peligro y se verán obligadas a migrar.

Si bien unos 77 países se comprometieron esta semana en la Cumbre del Clima a revisar sus emisiones de gases para cumplir con el Acuerdo de París -que busca evitar que la temperatura llegue a 2°C-, lo pactado se queda corto ante la velocidad con a la que se calienta la tierra, lo que obligaría según la ONU a que los esfuerzos se quintupliquen para cumplir los objetivos del pacto.

Un panorama que se ve comprometido luego de que Estados Unidos –el segundo país más contaminante del mundo después de China- anunciara en 2017 su ruptura con lo firmado en París.

Otros Estados que figuran entre los mayores contaminantes como Rusia, China, India o Japón, tampoco asumieron compromisos frente a la emisiones de gases de efecto invernadero.

Urgencia climática

Las conclusiones del IPCC advierten que de no revertirse la tendencia, los glaciares y los polos perderán para el 2100 más del 80% de su masa de hielo, una fecha que aunque se mira lejana para algunos, sus consecuencias ya son una realidad para regiones insulares y costeras.

El gobierno de Kiribati, un pequeño Estado ubicado en el Océano Pacífico, mantiene desde 2003 planes futuros para evacuar a sus 100,000 habitantes ante la posibilidad de ser engullidos por el mar.

Este dilema ya se vive en Panamá, así lo han denunciado miembros de la comunidad guna de Gardi Sugdub, una isla que se hunde en el Caribe y cuyos habitantes ya tiene plantean un plan de reubicación poblacional, lo que convierte a este grupo indígena entre los primeros refugiados climáticos de América.

Para Diwigdi Valiente, guna y activista ambiental, es evidente que los discursos y las palabras en los eventos mundiales son insuficientes, considera que la lucha contra el cambio climático debe darse desde el plano científico hacia lo político y especial en lo cultural.

“A nivel comunitario todas las islas (gunas) hablan de la necesidad de desplazarse pero no todos son consientes de que el cambio climático es un problema creado por la acción humana y que está empeorando (...) algunas personas piensa que es una cuestión natural por falta de información y conocimiento científico”, subraya Valiente, quien dirige Burwigan, un colectivo de artista que busca concientizar sobre la situación ambiental desde el arte.

“Hace algunos años era más difícil llamar la atención sobre este problema, hoy vemos que la juventud se está levantando, nos están enseñando que las cosas tiene que cambiar a un sistema económico más equitativo y donde los recursos sean mejor distribuidos”, señala el activista.

Una visión similar es compartida por Manuel Zárate, matemático egresado de la Universidad Louis Pasteur (Francia) y estudioso de la crisis climática. Al igual que Valiente, apunta al modelo económico y político “cuyas ganancias se dan por vía de la superexplotación de la tierra”.

“Dentro del sistema actual no hay solución para la crisis, si no se cambian los modelos de producción y consumo. Ahora han inventado toda una narrativa y conceptos como el capitalismo verde, incompatibles con una con un orden sostenible”, explica Zárate.

En opinión del especialista, un ejemplo de dichas contradicciones se aprecian en la posición de las compañías ligadas a la energía fósil o las entidades bancarias, que aunque hablan de avanzar hacia tecnologías vedes éstas no han dejado de invertir en producción contaminante.

“Las superganancias de las petrolera y el repago de su inversión podría durar como mínimo unos 25 años, cuando estas compañías obtengan ese capital el problema va ser aún peor”, apunta Zárate, que considera la transición energética hacia tecnologías limpias como una cuestión de supervivencia.

Aunque han aumentado las presiones y movilizaciones en el mundo para realizar acciones contundentes frente a la crisis, como la publicación del “Reloj del Juicio Final”, se sigue advirtiendo sobre el peligro que se cierne sobre el planeta.

Solo en 1953 el reloj estuvo a dos minutos de la “media noche”, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos realizaron ambas pruebas con bombas termonucleares.

A 66 años de ese suceso la comunidad científica mantiene presente dicha metáfora como un recuerdo de que el tiempo de la tierra no va esperar los consensos políticos y que las consecuencias por la inacción llegarán, es quizás la única certeza clara.

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