Guy Sorman: “El gran perdedor con esta pandemia va a ser China”

Actualizado
  • 08/04/2020 13:55
Creado
  • 08/04/2020 13:55
El economista y politólogo francés Guy Sorman cuestiona el rol de Pekín en la crisis

Mientras se multiplican las voces que señalan a China como responsable de que el covid-19 se propagara por el mundo, el economista y politólogo francés Guy Sorman zanjó tajante el debate: “El gran perdedor con esta pandemia va a ser China”. “Es ético y legal considerar al régimen chino como responsable directo de esta pandemia”, afirmó en una entrevista publicada el lunes por el diario argentino La Nación.

Sorman, un renombrado escritor, había puesto el dedo en la llaga en declaraciones previas al diario chileno El Mercurio. “Si antes no existía confianza en el resto del mundo hacia China, ahora, más que ausencia de confianza, lo que hay es una desconfianza total hacia China”.

Acusó, además, a Pekín por su manejo malicioso de la crisis. “Es algo que tiene que ver con la estructura e ideología del régimen”, con la centralización del poder, en una población reprimida y descontenta con el Partido Comunista de China. “Todo pasa por el presidente Xi Jinping y a él no le gustan las malas noticias, por lo que todos los burócratas están entrenados para promover exclusivamente el éxito chino”, resaltó Sorman.

La embajada de Pekín en Chile -dando la razón a Sorman de que los funcionarios son parte de la maquinaria propagandística del régimen- enfocó su furia hacia el diario por haber publicado la entrevista pero más contra el entrevistado al que llamó “despreciable”.

Ese guion ya lo había estrenado una semana antes la delegación de Pekín en Perú al calificar de “críticas absurdas y sin fundamento” un artículo de opinión de Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de Literatura peruano-español. “Si China fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es, la pandemia del coronavirus no se hubiera extendido por el mundo”, escribió en el diario madrileño El País. Como represalia el régimen chino ordenó retirar de las librerías y de internet las obras del laureado escritor.

Las críticas al manejo chino de la pandemia del coronavirus, también irritó la diplomacia de Pekín en Brasil. A comienzos de esta semana el ministro de Educación de Brasil, Abraham Weintraub, insinuó que detrás de la enfermedad hay un plan “infalible” de China para dominar el mundo. “¿Geopolíticamente, quién podría salir fortalecido, en términos relativos, con esta crisis mundial?”, se preguntó Weintraub en su cuenta de Twitter.

La embajada china en Brasilia reaccionó furibunda. “Ignorante, racista y despreciable”, fueron los apelativos que recibió el ministro de Educación brasileño.

Solo una semana antes, Eduardo Bolsonaro, diputado federal e hijo menor del presidente Jair Bolsonaro, había hecho perder los estribos a los diplomáticos chinos en Brasilia. “Aquellos que vieron la serie Chernobil (la catástrofe nuclear de 1986 en Ucrania) entenderán lo que sucedió. Reemplace la planta nuclear por el coronavirus y la dictadura soviética por los chinos. Una dictadura que prefirió esconder algo serio que exponerlo teniendo desgaste, pero que salvaría innumerables vidas. La culpa es de China y la libertad sería la solución", afirmó el diputado Bolsonaro en su cuenta de Twitter.

La primera reacción vino de la embajada China en Brasil, que expresó su "repudio" e "indignación" y exigió una disculpa. El diputado federal no se retractó. Luego la cancillería en Pekín calificó como “inmorales e irresponsables", las aseveraciones de Bolsonaro, lo que obligó al ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, a rechazar los “comentarios ofensivos” chinos que consideró como “desproporcionados e inaceptables".

Falsificar el relato

Pekín, ha emprendido una campaña global de propaganda para falsear la narrativa sobre el papel de China en la pandemia que golpea al planeta. Después de esconder por dos meses los primeros casos y de silenciar a los médicos que se atrevieron alertar a la población, está tratando de proyectarse como el régimen responsable que resolvió la crisis y que auxilia al resto del mundo. Pero el pecado original es que fue en su territorio donde apareció el coronavirus y trato de taparlo, convirtiéndolo en un socio poco confiable ante la comunidad internacional.

“El régimen chino mintió y encubrió las noticias del coronavirus”, dijo Robert Daly, director del Instituto Kissinger para China y Estados Unidos del Wilson Center, citado por el diario español La Razón. “¿Por qué actuó así el régimen chino? Porque es un régimen autoritario con un instinto paranoico de eliminar las malas noticias. Es imposible determinar el precio que China y el mundo están pagando por este encubrimiento”, afirmó.

Los primeros casos se dieron a mediados de noviembre, pero no fue hasta el 20 de enero que Xi admitió públicamente la existencia de la enfermedad, cuando habían salido de la zona infectada cinco millones de personas y muchos viajaron a Estados Unidos y Europa. De inmediato se impuso gradualmente el mayor cerco militar de la historia. Primero en Wuhan y luego en todas las ciudades de la provincia de Hubei, que mantuvo completamente encerrados por casi dos meses a 60 millones de chinos. La medida fue levantada en la víspera. “Wuhan recupera su libertad entre la ira y la ansiedad”, dijo un informe de la agencia EFE.

Para enfrentar la pandemia, China aplicó férreas restricciones de movimiento a la población en las zonas más afectadas, eliminando en forma radical las escasas libertades ciudadanas y confinó a los infectados en instalaciones militares o sanitarias construidas con ese propósito. En Occidente los estados de emergencia no han dejado a la población desprotegida ante posibles abusos de los gobiernos y hay posibilidades de exigir responsabilidades posteriores a los políticos. Frente al caso chino sobresalen las experiencias de las democracias de Corea del Sur, Japón, Taiwán y Singapur, sus vecinos asiáticos, donde para contener al coronavirus se han valorado las libertades individuales.

La muerte de Li Wenliang, el 6 de febrero, el médico que trató de advertir a finales de diciembre del peligro de contagios masivos y que fue silenciado junto con media docena de colegas, dejó abiertas las grietas del sistema, el peso de la burocracia, la tendencia a encubrir los problemas por miedo a las represalias y la prepotencia desde el poder.

La verdad se trata en China como algo subversivo. El régimen reprimió e hizo desaparecer a los que dijeron la verdad sobre la infección. En los últimos días se denunció la desaparición de la doctora Ai Fen -perseguida por funcionarios del Hospital Central de Wuhan- quien también alerto en diciembre sobre la pandemia. Un reporte suyo fue eliminado por orden del régimen, según CNN Australia. Había publicado en WeChat, el WhatsApp chino, un extenso informe con datos sobre la expansión del coronavirus, que incluía la advertencia del fallecido Li Wenliang.

Un estudio epidemiológico de la británica Universidad de Southampton, de gran prestigio mundial por sus investigaciones en el campo de la medicina, aseguró la semana pasada que el 85% de los casos de contagios por coronavirus se hubieran impedido si las medidas adoptadas el 20 de enero por el régimen chino se hubieran tomado cuatro semanas antes.

En un cuestionamiento sobre lo que consideró como “mentiras y propaganda” que han puesto en peligro millones de vidas en todo el mundo, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Myanmar, se refirió al informe de la Universidad de Southampton. “Hay un gobierno que es el principal responsable, como resultado de lo que hizo y lo que pudo haber hecho, y ese es el régimen del Partido Comunista Chino”, dijo Maung Bo. Señaló a Xi, como jefe de un régimen de “represión, mentiras y corrupción”. “Su negligencia ha desatado un contagio global que está matando a miles de personas”.

Incógnita sobre fallecidos

Hay una historia macabra detrás de las verdaderas cifras de contagiados y fallecidos en China. Las cifras se han convertido en una polémica colateral de ésta emergencia sanitaria global. El londinense Daily Mail informó que desde el 25 de marzo las familias recibieron, después de esperar en fila hasta cinco horas, urnas con cenizas de sus parientes fallecidos a un promedio de 500 por día en las siete funerarias de Wuhan, lo que daría un total de 3,500 diarios. La entrega de cenizas concluyó el 5 de abril. Eso daría una cifra de más de 40,000 muertos. El número de fallecidos puede ser 12 veces más que la cifra oficial de 3,304 muertos y 81,470 infectados.

En un país de 1,400 millones de habitantes, es muy difícil saber lo que pasa en China, aun para el mismo régimen. La exactitud de las cifras, ha sido cuestionada desde un inicio. Pekín escondió el alcance de la pandemia del coronavirus, “con cifras falsas e intencionalmente incompletas”, menores de las reales sobre contagiados y fallecidos, según un informe desclasificado por la inteligencia estadounidense, revelado por la agencia Bloomberg.

Origen del virus

Distintas teorías han tratado de explicar el origen del SARS-CoV-2, el nombre del virus que causa la enfermedad conocida como covid-19. Referirse al coronavirus como el virus chino o el virus de Wuhan, encoleriza a Pekín, como si otro fuera su origen.

Para tratar de revertir su responsabilidad en la génesis de la pandemia, ha lanzado la teoría de que el virus pudo haber sido sembrado por Washington en ocasión de unos juegos militares celebrados, precisamente, en Wuhan de octubre pasado en los que participó una delegación estadounidense. Una versión que se cae por sí sola, al observar los 400,000 contagiados y 13,000 fallecidos que, hasta el momento, ha dejado el covid-19 en Estados Unidos.

En Wuhan se encuentra el principal centro de investigación virológica y un mega laboratorio para estudiar las enfermedades más contagiosas y mortales como el coronavirus, calificado con el código P4, el máximo nivel mundial de bioseguridad.

Los científicos del laboratorio, situado en las cercanías del mercado de Wuhan, suponen que un murciélago infectó con un virus a una serpiente, un pangolín o algún otro animal salvaje y que luego llegó a un ser humano. Eso es como ganarse la lotería sin comprar ningún número.

Las autoridades chinas han negado en forma reiterada que el virus provenga del complejo virológico de Wuhan. Pero la teoría que cobra cada vez mayor fuerza es que el foco inicial de la pandemia, es precisamente el laboratorio de Wuhan como consecuencia de la negligencia de investigadores chinos y de allí se propagó por el planeta.

Proyecto neoimperialista

“China le ha declarado la guerra a Occidente y a Estados Unidos”, escribió el periodista español Emmanuel Rincón en el sitio es.panampost.com. “China es la responsable de esta pandemia con su estela de muertes y parálisis económica, desequilibrio fiscal, con la pérdida adicional de 165 millones de puestos de trabajo alrededor del mundo y aumentó de pobreza en Occidente. Hay suficientes hechos. Mientras el mundo occidental se hunde, China proclama victoria sobre el coronavirus”.

“¿Nos hará comunistas el coronavirus?”, se preguntó con sorna el escritor Ricardo Lucas en el diario madrileño Expansión, al poner a China como supuesto ejemplo de eficacia en la contención del coronavirus. Pero es discutible que Pekín haya gestionado con éxito el hecho de que un patógeno originado en Wuhan se haya extendido a todo el planeta y dejado en solo tres meses un millón y medio de contagios y cerca de 90,000 fallecidos.

Pekín busca rentabilizar geopolíticamente su aparente salida de esta crisis sanitaria global. Xi pretende erguirse como el ganador de la batalla de propaganda, con un aura de victoria en los medios oficiales y como el caudillo que condujo la guerra popular contra el virus. “Mientras peor sea el brote en el exterior, mejor imagen de Xi dentro del país”, dijo el analista Bill Bishop en el medio especializado China Sinocism.

Pero las cosas no están saliendo como las ha calculado. Un libro de alabanzas a Xi por su capacidad de liderazgo en medio de la pandemia, fue retirado de circulación pocos días después de su aparición por las duras críticas en las redes sociales.

En su proyecto neoimperialista, Pekín apuesta a que el resto del mundo va a acercarse a China. Para eso está tratando de proyectar la imagen de potencia responsable, con una dosis de oportunismo, para que sus objetivos encuentren menos resistencia. Despierta sospechas la forma cómo China está capitalizando la crisis de salud pública que se ha expandido por el planeta.

Diplomacia de las mascarillas

Cuando la semana pasada los médicos militares chinos desembarcaron en Serbia, el presidente Aleksandar Vucic, besó la bandera de Pekin y prometió servirla, según reportó la agencia Infobae. Ese país de la antigua Yugoeslavia se está convirtiendo en un laboratorio más de la diplomacia de las mascarillas y de la nueva “Ruta de la seda de la salud”.

Con sus donaciones Pekín pretende pasar de villano a héroe. Al presentarse al mundo como un poder imprescindible en el nuevo escenario geopolítico global, China está aprovechando su maquinaria propagandística porque ve en la crisis del virus una oportunidad de oro para alzarse con el liderazgo mundial en el juego de la geopolítica del siglo XXI, editorializó esta semana el diario mexicano El Universal. Apeló, al mismo tiempo, a no dar argumentos a favor del autoritarismo chino y a cerrarle las puertas a sus pretensiones de nuevo protagonista global.

China tiene ansias de construir un nuevo orden internacional en el que el rumbo y el ritmo se establezcan desde Pekín. A su papel de gendarme de Asia ahora busca sumar su rol de benefactor planetario.

Josep Borrell, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, lo tiene claro. En un artículo publicado la semana pasada en medios europeos aseguró que detrás de la supuesta ayuda de China hay una campaña de relaciones públicas y una clara intención política de posicionar sus marcas frente a las empresas estadounidenses.

Pekín está utilizando la “diplomacia de la mascarilla” para ensalzar su modelo de poder en medio de una campaña de propaganda sin precedentes, dijo Borrell. En ésta "batalla mundial del relato", denunció que la supuesta solidaridad de compañías como Huawei Technologies Co., esconden intensiones geopolíticas y buscan ser las principales beneficiarias de la diplomacia asistencial china.

China se proyecta en estos días –en opinión de Borrell- como salvador de la humanidad y lleva su “poder blando” directo al corazón de Europa, el bloque geopolítico que pretende conquistar con mascarillas, guantes, respiradores y cualquier otro producto que alivie la situación. El cálculo es que las naciones a las que supuestamente está ayudando ahora no se resistan a sus demandas futuras.

Pero, Pekín no deja de hacer negocios. Solo en el mes de marzo, según datos de la agencia France Presse, China exportó $1,600 millones a 50 países en material médico, pese a las quejas de España, Gran Bretaña y Holanda, por mala calidad de los productos como mascarillas que no funcionan y kits de detección del coronavirus defectuosos.

En ese escenario, el líder derechista italiano Matteo Salvini dijo que “si el régimen chino sabía lo que pasaba y no lo denunció y lo trató de evitar, cometió un crimen contra la humanidad”. Algo que abogados en Estados Unidos, como Larry Klayman y su grupo Texas Freedom Watch, no han dejado pasar. Klayman entabló una demanda en la que busca indemnizaciones ante la pandemia por $20 billones por "indiferencia insensible y actos maliciosos” de parte del régimen chino.

Un estudio de la empresa israelí L1ght concluyó que el nuevo coronavirus generó un aumento de 900% en mensajes de odio en Twitter contra China y los chinos en general. "Según nuestros datos, gran parte de ese odio y abuso se está dirigiendo hacia China y su población en todas partes del mundo", añadió la empresa que utiliza inteligencia artificial para detectar contenidos dañinos en las redes sociales.

En medio de la pandemia el régimen de Pekín expulsó una docena de corresponsales de los más prestigiosos medios de prensa de Estados Unidos, acusados de ser agentes del gobierno de Washington. Atacó también un artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal por el renombrado catedrático estadounidense, Walter Russell Mead, bajo el título: “China el verdadero enfermo de Asia”.

El escrito cuestionó la lentitud de respuesta inicial del régimen chino para contener el virus en Wuhan y alertó sobre los riesgos que la pandemia representa para la economía china y mundial. Pekín condenó el artículo como difamatorio y racista, dándole la razón a Russell Mead de que China ha convertido al mundo en un paciente global por causa del coronavirus.

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