No hay margen para el error

Actualizado
  • 27/01/2023 00:00
Creado
  • 27/01/2023 00:00
El Hub Geoespacial del Estado arranca labores bajo la conducción del doctor en astrofísica Rodney Delgado, desde la ciudad central de Penonomé. El proyecto se inició hace varios años y sufrió, como muchos otros, los embates de la pandemia
No hay margen para el error

Desastres hemos visto en redes y las noticias, por lo menos desde 2020, en los varios ensayos fallidos de SpaceX para colocar naves espaciales de ida y regreso a la Tierra, a un costo de millones de dólares, hasta que lo logró.

Proporciones guardadas, y con el mismo espíritu de lograr la conquista geoespacial que por derecho le corresponde, Panamá arrancó formalmente a inicios de 2020 la formación de 13 jóvenes –8 de ellos mujeres– en la maestría en ingeniería aeroespacial en Argentina.

En los días que ellos se despedían de sus familias, el gobierno aprobó el plan estratégico nacional para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación (Pencyt) 2019-2024, con el plan Panamá 2040. Ver Gaceta Oficial Digital N°28936-B del 8 de enero de 2020 (https://www.senacyt.gob.pa/wp-content/uploads/2020/01/GacetaNo_28936b_202001081-1.pdf ).

Tras una serie de pruebas y filtros académicos, de entre más de 100 candidatos, este pequeño pelotón de profesionales con alto índice académico puso pie en febrero de 2020 en el Instituto de Altos Estudios Espaciales Mario Gulich en Córdoba, Argentina, a 4.777 kilómetros de su natal Panamá.

Esas 6 horas y media que dura el vuelo directo a la provincia argentina fueron para tejer sueños y llenarse de expectativas, luego que los 13 había dejado sus trabajos a petición del Gobierno panameño, que los suplió con una beca para cumplir con el compromiso de ser los pioneros en la construcción de los primeros nanosatélites para su país y contribuir a impulsar su desarrollo.

Recordarían las palabras de la ministra consejera de Salud de Panamá, Eyra Ruiz, quien en un acto en diciembre anterior, ante los jóvenes, sus padres y los periodistas, aseguró que el proyecto ¡va!, tras narrar cómo el astrofísico panameño Rodney Delgado le “vendió” la idea de su importancia y utilidad, por lo que aseguró tiene el respaldo del Ejecutivo.

Pero, ¡siempre hay un pero!, pocas semanas después nos cayó a todos en el planeta el cierre total por la pandemia de la covid-19.

El pelotón panameño, confinado en Carlos Paz, la villa más cercana al Gulich, sufrió ese encierro con creces, no solo porque no hay un consulado panameño cerca, sino en Buenos Aires, a unos 700 kilómetros al sureste, además que tampoco tenían muchos recursos para auxiliarlos.

Fue así como, sin profesores para los vitales talleres prácticos, avanzaron lo más posible apoyándose –forzadamente– en la virtualidad, lo cual no era el plan original, pero todos –menos uno que se retiró antes del cierre– cumplieron hasta hoy.

Varios cayeron, uno a uno, víctimas de la covid-19; ya se imaginan la angustia de sus padres por el obligatorio aislamiento y la precaria atención en Argentina ante la avalancha de casos, que tuvieron que recurrir al apoyo de médicos desde Panamá gracias a la virtualidad.

La atención de salud en Argentina es gratuita, pero esas circunstancias especiales que se vivieron nunca serán olvidadas.

Pues estos jóvenes, sin bombos ni platillos, siguen comprometidos con la misión original, Ditelan (proyecto de desarrollo e implementación de tecnología espacial en la logística y la agricultura nacional), para construir los primeros nanosatélites.

La Autoridad de Innovación Gubernamental (AIG) detalla muy bien en la Agenda Digital Nacional 2020, publicada en diciembre de 2019, la creación del Hub Geoespacial del Estado; lo menciona ligeramente en la edición de 2021 (mayo) y apenas alude al asunto geoespacial en la de 2022, publicada en noviembre de ese año, ¿cómo cumplieron, por inercia o a ciegas?

Está previsto que en el mes de febrero próximo arranquen labores bajo la conducción del doctor en astrofísica Rodney Delgado, el experto panameño que es el responsable de completar la desafiante misión, desde la ciudad central de Penonomé, la mejor ubicación geográfica en Centroamérica para estas labores.

Gulich, dependiente de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) o la NASA argentina, quedó a deber sobre la construcción de los nanosatélites, pero estoy seguro de que alguna solución se encontrará, porque son convenios de Estado a Estado.

Y como Ditelan es parte del Programa de Utilización del Espacio para el Desarrollo Nacional (Pueden), eso se supone que “no lo para nadie”, pues cuentan con el compromiso de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP), la AIG y el Gobierno Central.

El plan original, arruinado por la pandemia, era tener listos los primeros dos nanosatélites en 2023 y otros dos en 2024, porque se iba a enviar a otros 15 jóvenes en una segunda misión, pero se quedó en Tierra, hasta ahora.

La masa crítica de científicos que se necesita es vital para que Panamá logre ejercer soberanía en el espacio exterior que le corresponde, y eso lo saben tanto los jóvenes como sus instructores.

“No hay margen para el error”, recuerdo que me comentó Delgado cuando brevemente lo entrevisté en la rueda de prensa en la que se les otorgó el primer abono de la beca de estudios, porque la precisión en los cálculos y el diseño de las partes, tanto en resistencia como calidad, es crucial.

Un nanosatélite es pequeño, imagínese como una caja de zapatos, que recorre la circunferencia terráquea a alta velocidad y solo te da unos minutos para tomar la información que sobre Panamá capte en cada vuelta.

Y eso no es información ociosa, porque de allí se extraerá la data para ayudar al desarrollo de la agricultura, la vigilancia de la flota mercante panameña, medir el riesgo climático, prevenir desplazamientos humanos irregulares en las fronteras y muchas otras aplicaciones.

Puede dar una rentabilidad del 600% (por cada dólar invertido rinde 7).

Por eso es importante tener en cuenta este proyecto si queremos mirar con luces largas el progreso de Panamá; tampoco en ello hay margen para el error, porque la competencia por los mercados es feroz a nivel internacional.

Estos estudiantes provienen en su mayoría de la Universidad Tecnológica de Panamá (10) y de la Universidad de Panamá (2), son especialistas en ingeniería portuaria, electrónica, telecomunicaciones, ambiente, biología, y una sola es graduada de aeronáutica y mecánica.

Son ellos, Abhy Verdurmen, Yelvis Acevedo, Teresín Almanza, Teresa Blanco, Heidy Camargo, Yubrany González, Roderick González, Elvis García, Megan Carrera, Neyra Poveda, Julio Santarde, Dalys Villarreal y Luis Zamora.

En los días previos a su partida, Luis Oliva, director general de la AIG, le decía a mi colega Violeta Villar (de Capital Financiero) que entre las iniciativas insignia de la Agenda Digital 2020, bajo el lema “El camino a un ciudadano digital”, se ha establecido el plan de Ordenamiento Geoespacial e Inserción Aeroespacial de Panamá, entendiendo que “las plataformas con datos geoespaciales” ofrecen información valiosa que facilita las estrategias a los tomadores de decisiones.

La clave es romper con la dependencia internacional del saber geoespacial.

Además de Delgado, por lo menos en Panamá trabaja el ingeniero Juan José Pimento, director de Asuntos Geo-Espaciales de la AIG, quien tiene un máster en ciencias en ingeniería aeroespacial, orientada a aplicaciones terrestres, por la Universidad Técnica de Múnich (Alemania).

También está el veragüense Ángel Arcia Gil, profesor investigador realizando un doctorado en tecnología aeroespacial en la Universidad de Vigo (España) y en la Universidad de Nottingham (Reino Unido) diseñando constelaciones de nanosatélites para navegación en misiones lunares. Chang, Astrid (2021). La Estrella de Panamá. Recuperado de: https://www.laestrella.com.pa/cafe-estrella/cultura/211011/angel-arcia-impulso-educacion-espacial

“Hermosa vista”, dijo Buzz Aldrin en 1969, el segundo hombre que pisó la luna después de Neil Amstrong, ojalá que los jóvenes panameños logren decir lo mismo cuando los nanosatélites les manden imágenes y data de Panamá, y que no sea una “magnífica desolación”, como dijo el mismo astronauta al contemplar nuestro satélite natural.

Pero el 2 de mayo de 2022 la entonces canciller panameña Erika Mouynes, y el representante de la Comisión Europea, Josep Burrell, anunciaban el acuerdo para que Panamá tenga acceso a la base de datos del Programa de Observación Espacial Europeo Copérnico, de lo que venía hablando desde diciembre de 2020.

Luego Mouynes dijo que estaban “buscando” el mejor lugar para ubicar el centro en Panamá (¿no deberían usar Penonomé?) para acceder a los datos de los satélites europeos, centrados en asuntos climáticos de América Latina y el Caribe.

La Unión Europea ya ha aprobado fondos para co-financiar el establecimiento del centro y el cable de fibra óptica de alta capacidad BELLA, que le permitirá operar a través de una conexión directa con instituciones educativas y científicas de Europa y de otros países en América Latina.

El 12 de diciembre pasado le tocó a Oliva firmar en Bruselas un acuerdo administrativo con la Dirección General de Defensa e Industria de la Comisión Europea, para obtener el acceso y uso de los servicios de datos satelitales del componente Copernicus.

La inversión de casi medio millón de dólares para capacitar a los profesionales para Ditelan en nanosatélites puede ser aprovechada para activar Copernicus, digo yo, para que sea “un pequeño paso para el hombre, pero uno grande para Panamá”, parafraseando a Amstrong.

La ejecución del proyecto Pueden, focalizado en el entrenamiento de profesionales panameños para construir los primeros nanosatélites y la adecuación de un laboratorio de aplicaciones aeroespaciales era la meta original de la AIG, además de acceder a Copérnico. “El misterio crea la sorpresa...” (Amstrong).

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