Milanés o el descubrimiento de la inconformidad

Actualizado
  • 01/04/2023 00:00
Creado
  • 01/04/2023 00:00
Los pocos estudios existentes sobre esta escritora se deben, en parte, al disperso destino que han tenido sus manuscritos

Hago como Spartaco (Poema)

-Ya decidí, me voy, rompo los lazos que me unen a la vida y a sus penas.

Hago como Spartaco, me yergo, destrozando las cadenas que mi existir tenían entristecido. Miro al mañana y al ayer, y clamo para mayores cosas he nacido que para ser esclava y tener amo!

El mundo es amo vil, enloda, ultraja, apresa, embota, empequeñece, baja todo nivel moral, su hipocresía.

Hace rastrera el alma más bravía y ante el cieno y la baba, ante las penas rompo como Spartaco, mis cadenas!- (Milanés, 1919).

Pronto se cumplirán 104 años de la desaparición de María Luisa Milanés, la poetisa de la melancolía. Sus creaciones y su vida trágica salen del olvido a partir del siglo XXI y desde Bayamo, Cuba, sus seguidores buscan un resurgimiento de su obra que, aunque compleja y rebelde, combatió el ostracismo con el que la sociedad de su tiempo buscó sancionarla. Se trata de un período de ebullición continental de la poesía femenina con figuras como Gabriela Mistral y Delmira Agustini. Milanés fue contemporánea a ellas y aunque registra semejanzas, se le conoce más por su notable interés por la poesía mística, su punzante ironía, el gusto por el nocturno y el cultivo de otros géneros como la traducción y la autobiografía.

Los pocos estudios existentes sobre esta escritora se deben, en parte, al disperso destino que han tenido sus manuscritos y que dificultaron una comprensión global de su aporte al proceso de emancipación literaria de la mujer en las dos primeras décadas del siglo XX. Especialistas en su obra como Valdés Roig (1930), Gutiérrez (1987), Rocasolano (1988 y 2011), Loynaz (2004), Muzio (2005), y Martínez (2013) consignan secciones enteras para determinar que sus manuscritos se encuentran diseminados entre la “The University of Miami Library”, el fondo “Max Henríquez Ureña” en el Instituto de Literatura y Lingüística (La Habana), la “Yale University” y las cuartillas mecanografiadas en papel “cebolla” halladas en Bayamo a principio de la década de 1980. A estas fuentes se suma la importante publicación cubana “Revista Orto, Edición Extraordinaria en Homenaje a María Luisa Milanés” de 1920, de la que existen actualmente solo tres ejemplares.

El autor del citado homenaje, Henríquez y Carvajal, destaca que el perfil culto de Milanés no se acoplaba, en lo absoluto, al de su comunidad. Afirma Henríquez, “Como caída de otro planeta, quizás, pareceríale a buen número de sus compueblanos”.

Rocasolano (2011) señala que “[...]podemos afirmar sin vacilaciones que su obra se inscribe en el marco del posmodernismo cubano, pero esto no implica que no esté presente en algunas zonas de su poesía una 'pasión animadora' de filiación romántica”.

“El poema de la desolación” de María Luisa Milanés es su creación más analizada, se trata de “un poema poliestrófico encadenado que consta de seis páginas en el que se destaca la base mística” (Martínez, 2013). Además de sus poemas largos, Milanés cultivó el nocturno componiendo treinta de ellos. Martínez señala que “[...] estas piezas destacan por la sensación de dolor extremo donde la muerte se espera con ansiedad infinita”. Como mujer ilustrada y políglota en busca de la reivindicación femenina –conocía el inglés, el francés y el latín–, se sintió con el deber de alzar la voz contra una sociedad que juzgaba opresora al asignar roles rígidos a ambos sexos.

De hecho, en su interés por sostener una línea de vida independiente de los convencionalismos sociales de aquellos días, sostuvo un tormentoso y difícil romance con Ramón Fajardo Gamboa del que no tuvo hijos y con quien finalmente se casó; buscó más tarde divorciarse, pero no lo consintieron ni su esposo ni su padre que, aunque por razones diferentes, coincidieron en la negativa. El impacto en Milanés fue mayúsculo, no solo por la sensación de sujeción que le perturbó hondamente (que volcaría luego en sus poemas) sino porque truncó un viaje a Europa donde esperaba crecer intelectual y profesionalmente. Así, en “Epitafio” –otra de sus composiciones más leídas– la poeta dice cómo quiere que se lleven a cabo sus funerales y “destila desprecio hacia sus críticos” (Rocasolano, 2011).

Víctima de una profunda depresión, se suicidó con la pistola de un primo, muriendo el 19 de octubre de 1919. Así termina, como señalan Valdés-Roig (1930) y Martínez (2013), la vida de una precursora, cuya disposición y talento chocaron abruptamente con la sociedad de su época.

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