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- 16/10/2019 11:53
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Bolivia decide el próximo domingo si prolonga la etapa de Evo Morales en el poder o pasa página hacia un cambio político y económico en el país, tras casi catorce años de un Gobierno de izquierdas que ha marcado un tiempo en América Latina.
Evo Morales se presenta para un cuarto mandato como el único capaz de mantener la estabilidad política y económica del país, en una región cada vez más convulsa en la que una carta a su favor es uno de los crecimientos económicos más altos del continente.
Frente a una oposición que denuncia que esta imagen es irreal y el país necesita ya un cambio.
Morales se convirtió en 2006 en el primer presidente indígena en Bolivia salido de las urnas, uno de los pocos en la historia de América.
Es el presidente con más tiempo en el poder de la historia en Bolivia y en los comicios de este 20 de octubre aspira a un cuarto mandato consecutivo hasta 2025.
La única alternativa de la oposición parece Carlos Mesa, un intelectual que ya gobernó el país entre 2003 y 2005 en medio de una sociedad convulsa que le llevó a renunciar.
Si Evo ha basado su discurso en la justicia social para acabar con históricas discriminaciones hacia indígenas, campesinos y los más desfavorecidos, Mesa para unos representa la vuelta a un pasado dirigido por las elites, pero para otros es la esperanza de la clase media que teme una perpetuación en el poder de Morales.
El presidente boliviano es de los pocos supervivientes del llamado socialismo del siglo XXI que se extendió por parte de Suramérica desde la década de 2000.
Hace tiempo que los Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile, Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, y Rafael Correa en Ecuador dejaron el poder, por lo que le quedan como aliados Nicolás Maduro en Venezuela y Miguel Díaz-Canel en Cuba, puesto que con Daniel Ortega en Nicaragua hace tiempo que no se le ve.
Una victoria de Mesa acercaría ideológicamente a Bolivia a Gobiernos como los de Sebastián Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, si revalida su puesto en los comicios del día 27 en su país, o Jair Bolsonaro en Brasil, mientras que lo alejaría de Venezuela.
Además de devolverlo a unas mejores relaciones con Estados Unidos, con quien Morales está enfrentado desde que gobierna, hasta el punto de expulsar a su embajador en La Paz en 2008.
Evo Morales lleva años vanagloriándose de que Bolivia es uno de los países que más crece y de forma mantenida desde que gobierna, con incrementos que más de un año han superado el 4 %, avalados por entidades internacionales como el Banco Mundial.
Pero su modelo económico, basado en buena medida en los ingresos del Estado por la venta de gas a países vecinos, genera dudas de si será indefinido y si se invierte efectivamente en mejorar el país.
O se despilfarra en obras faraónicas unas, como la torre de 29 pisos desde la que Morales gobierna en La Paz, y populistas otras, como canchas deportivas en zonas rurales con problemas de agua o electricidad.
Indicadores como la deuda exterior, que según datos oficiales ha subido hasta los 10.605 millones de dólares, el 24,6 % del Producto Interior Bruto (PIB), con China como principal país acreedor, frente a los menos de 5.000 que Morales se encontró al tomar posesión, encienden ciertas alarmas.
Las reservas internacionales de Bolivia llegaron a los 15.000 millones de dólares en 2015, pero se teme que sigan cayendo hasta la mitad el año que viene, pasando de representar el 45 % del PIB a poco más del 10 %, un porcentaje que se acerca a los de países con crisis económicas como Argentina y Venezuela.
Con estas cifras poco esperanzadoras, Mesa se ha pasado la campaña electoral prometiendo que acabará con el despilfarro y la corrupción si gobierna en Bolivia, para que la riqueza beneficie a todos y no solo a quienes rodean a Morales.
Bolivia tiene fama de ser una de las naciones más tranquilas de Sudamérica, pero la candidatura de Morales para un cuarto mandato hasta 2025 despierta en parte de los bolivianos los miedos de una "venezuelización" del país.
Por el temor a que haya fraude electoral, se eternice en el poder y Bolivia acabe padeciendo la reciente violencia en Ecuador o una crisis social sin final a la vista como en Venezuela.
El presidente ha advertido de que si gana, desde la oposición habrá "un golpe de Estado" para que no gobierne de nuevo, mientras que algún movimiento social que le respalda, como las indígenas campesinas de las "bartolinas", amenazan incluso con las armas con tal de mantenerle al frente de Bolivia.
Muchos ven a Evo Morales como la única opción para mantener la estabilidad del país, para bien o para mal, mientras otros claman por Carlos Mesa como el cambio necesario, aunque alertan de que los incondicionales del líder indígena le harían la vida imposible si gana este próximo domingo o en una segunda vuelta en diciembre.