Fallece Dick Cheney, el estratega detrás de Irak y la ‘guerra contra el terror’

  • 05/11/2025 00:00
Considerado el vicepresidente más influyente del siglo XXI, Cheney transformó la Casa Blanca tras el 11 de septiembre de 2001 y consolidó un modelo de poder basado en la guerra preventiva y el control del Estado

El político estadounidense Richard Bruce “Dick” Cheney, figura clave del gobierno del presidente George W. Bush y uno de los vicepresidentes más poderosos y polarizadores en la historia de Estados Unidos, falleció a los 84 años ayer, 4 de noviembre.

Su legado, marcado por su papel fundamental en la invasión de Irak en 2003, deja una huella profunda y compleja en la política exterior estadounidense, así como en la memoria colectiva de la región afectada.

Nacido en Lincoln, Nebraska, el 30 de enero de 1941, Cheney escaló en la política estadounidense pasando por el Congreso, la jefatura de la Casa Blanca como jefe de personal del presidente Gerald Ford, y la Secretaría de Defensa bajo su padre Bush, hasta llegar a la vicepresidencia en 2001.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, Cheney se consolidó como brazo derecho del presidente Bush en la formulación de la estrategia de seguridad nacional.

En ese contexto, se convirtió en uno de los impulsores más vehementes de la decisión de invadir Irak en marzo de 2003, de acuerdo a The Guardian.

Cheney promovió la narrativa de que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva y que mantenía vínculos operativos con la organización Al Qaeda. Sin embargo, estas alegaciones no fueron confirmadas por la inteligencia estadounidense, como más tarde reveló una comisión del 11-S.

Durante los preparativos y la guerra, Cheney presionó al servicio de inteligencia para que adaptara o interpretara los datos conforme a la política del momento —un acto que sus críticos calificaron de manipulación del proceso de inteligencia para justificar la invasión.

Una vez lanzada la ofensiva, Cheney defendió públicamente la operación como necesaria y justa. Aunque la hipótesis de las armas de destrucción masiva se demostró insostenible, él continuó argumentando que, de haber sido necesario, repetiría la decisión sin dudar.

El medio independiente Democracy Now! señaló que la invasión de Irak derivó en una prolongada ocupación, una insurgencia sangrienta y años de inestabilidad en esa región.

Miles de soldados estadounidenses perdieron la vida, y cientos de miles de civiles iraquíes murieron o resultaron gravemente afectados.

El papel de Cheney en ello lo convirtió en una figura controvertida: admirado por algunos como defensor de la seguridad nacional, criticado por otros como artífice de un conflicto prolongado y falto de planificación posguerra.

A las controversias sobre Irak se sumaron las acusaciones de crímenes de guerra que lo persiguieron durante años.

Según informó NBC News, diversas organizaciones internacionales de derechos humanos pidieron investigar a Cheney —junto con otros altos funcionarios del gobierno de Bush— por violaciones al derecho internacional humanitario, incluyendo la autorización de prácticas de tortura, detenciones secretas y trato inhumano a prisioneros en Irak, Afganistán y Guantánamo.

Estas denuncias se basaron en memorandos y testimonios que revelaron el uso de técnicas de interrogatorio extremas, como el waterboarding (simulación de ahogamiento), privación del sueño y confinamiento prolongado.

Aunque Cheney defendió públicamente estas prácticas como “métodos legales de interrogatorio mejorado”, juristas y organismos como Amnistía Internacional las consideraron crímenes de guerra.

En 2011, las autoridades de Malasia y Pakistán llegaron a registrar órdenes simbólicas de arresto contra Cheney y Bush, y organizaciones internacionales solicitaron a la Corte Penal Internacional revisar los casos, aunque ninguna investigación formal prosperó.

Para muchos observadores, ese capítulo consolidó su imagen como símbolo de la impunidad de la política exterior estadounidense en la era posterior al 11 de septiembre.

Adicionalmente, su gestión de la “guerra contra el terror” incluyó la defensa de técnicas de interrogatorio mejoradas (muchas veces calificadas como tortura), vigilancia sin precedentes y una ampliación del poder ejecutivo. En el contexto de Irak, esto significó una estrategia de guerra y ocupación con enorme coste humano y moral.

Cheney transformó la vicepresidencia de un rol considerado tradicionalmente secundario a uno central en la toma de decisiones políticas y estratégicas. Su estilo fue firme, calculador y, a menudo, rígido. Aunque su popularidad cayó a niveles mínimos durante su segundo mandato, su influencia institucional perduró.

Según The Washington Post, en su vida personal, el exvicepresidente luchó durante décadas contra graves problemas cardiacos; tras dejar el cargo, se sometió a un trasplante de corazón en 2012. Aun así, continuó activo en el debate político hasta sus últimos años.

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