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- 22/09/2015 02:00
- 22/09/2015 02:00
El papa Francisco alertó en La Habana que el mundo necesita reconciliación en la atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo y su dramática alerta que estremeció corazones la acompañó de un esperanzador alegato por la paz.
Una y otro, alerta y alegato, no lo hizo en un escenario cualquiera ni en un momento festinado, sino en Cuba, donde se han sentido como vientos huracanados desde hace medio siglo los rigores de esa guerra presuntamente invisible a la que hace referencia, y a pocos días de ir a Estados Unidos, entrevistarse con el presidente Barack Obama, y pronunciar un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas.
En lo tocante a nuestro continente, en La Habana se realiza el diálogo por la paz en Colombia, y fue uno de los ejemplos tomados a mano por el sumo Pontífice para ilustrar el dramatismo de su llamado a la paz y contra la guerra.
‘No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación', advirtió no solamente a los protagonistas del conflicto más prolongado y angustioso del continente, sino al mundo entero.
Lamentablemente, Cuba y Colombia no son escenarios de pretéritas batallas tomados al azar pues no son las únicas ‘etapas' en el continente de países inmersos en esa tercera guerra mundial, víctimas o protagonistas de ella. También golpean como molesto redoblante en la conciencia colectiva de la región la situación de violencia de distinta fuerza y naturaleza en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Puerto Rico o Centroamérica, como teatros de una confrontación de baja intensidad, como suele decirse para encubrir su gravedad.
Quizás donde con más crudeza se manifieste esa conflagración referida por Francisco sea en el Oriente Medio, donde a las guerras de Iraq y Afganistán provocadas por Estados Unidos y sus aliados europeos, le han seguido la brutal agresión de Israel a Palestina con su secuela interminable de muertos, el conflicto en Ucrania, la invasión a Libia y la guerra en Siria, con una diáspora desde África y el Levante más angustiosa y masiva que aquella hacia Egipto relatada por el Evangelio, solo que ahora con destino a Europa.
Allí están los retazos más angustiosos de esa tercera guerra mundial que desgarra al mundo denunciada en La Habana por el papa Francisco que, como él mismo dijera, es necesario terminar.
Junto a ello está su llamado a construir la paz, que en el caso de nuestro continente pasa por un acuerdo entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba, y la expulsión definitiva de quienes se ceban con los capitales buitres, como hizo Jesús con los mercaderes del templo.
A propósito de la alerta papal, Francisco explicó hace unas semanas en ocasión del encuentro con los 7 mil niños de la Fábrica de la Paz, que ‘la paz no consiste sólo en el silencio de las armas, sino que para que haya paz hace falta también que cada día se dé un paso en la justicia, para que no haya niños hambrientos, enfermos que no tengan la posibilidad de ser ayudados en la salud. Hacer todo esto es hacer la paz'.
La paz, agregó, ‘es un trabajo, no es quedarse tranquilos, es trabajar para que todos tengan la solución a los problemas, a las necesidades que tienen en sus tierras, en sus patrias, en sus familias, en sus sociedades: así se hace la paz, ¡artesanalmente!'.
Y sobre la crisis migratoria que estremece a Europa, Francisco ha sido agua cristalina: ‘Vemos estos refugiados, esta pobre gente, que escapa de la guerra, que escapa del hambre, pero esa es la punta del iceberg. Debajo de eso está la causa, y la causa es un sistema socioeconómico malo, injusto, porque dentro de un sistema socioeconómico, dentro de todo, dentro del mundo, hablando del problema ecológico, dentro de la sociedad socioeconómica, dentro de la política, el centro siempre tiene que ser la persona'.
Cuando el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y en general los filibusteros de las acrecencias se transformen como Mateo, el recaudador de impuestos, y en lugar de quitar den, entonces los peligros y efectos de esa tercera guerra habrán desaparecido.
ANALISTA