El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
- 12/12/2008 01:00
- 12/12/2008 01:00
Israel tiene un dilema. Y no es uno cualquiera, pues su en la actualidad depende críticamente de él. El “sueño hecho realidad” del sionismo se encuentra ante tres preciados tesoros: la democracia, su naturaleza judía y los territorios ocupados. Generoso, el destino le está dejando escoger dos de esos tres. Y en esas se encuentra: si escoge ser democrático y judío, tendrá que despedirse de los territorios. Si escoge ser democrático y conservar los territorios tendrá que despedirse de su naturaleza judía, y si escoge conservar los territorios y su naturaleza judía no podrá ser democrático. (Y no es que ya lo sea mucho, como podrán atestiguar los ciudadanos árabes-israelíes).
En las últimas dos décadas, la discusión del conflicto palestino-israelí se centra, equivocada e intencionalmente, en alcanzar la paz. Para ello, sostienen las “lumbreras” internacionales, Israel debe retirarse de los territorios, permitir la creación de un Estado palestino en las fronteras pre-1967 con Jerusalén Oriental como su capital, y alcanzar un acuerdo sobre el tema de los refugiados palestinos. Estos lineamientos han sido claramente definidos a lo largo de los 20 años en los que el dilema tricefálico israelí lleva existiendo. Este escenario se vio reforzado con la Iniciativa Árabe de Paz de 2002, que ha sido alabada casi unánimemente como el modelo a seguir para resolver el conflicto. El pedazo de la historia que no se suele contar es que todo el marco en el que se centra la discusión se basa en una oferta hecha en 1988, cuando la OLP aceptó como solución al conflicto la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. Ese día, el pueblo palestino renunció al 78% de la palestina histórica a cambio de paz. Esa oferta, que aún está vigente, no deja de ser una oferta. Y como tal, puede ser retirada.
En agosto, un grupo de intelectuales palestinos, el Palestine Strategy Study Group, elaboró un documento titulado “Recuperando la iniciativa: Opciones estratégicas palestinas para finalizar la ocupación israelí” (disponible en inglés en www.palestinestrategygroup.ps) en el que declaran que Israel “sobreestima su propia fortaleza y subestima las oportunidades estratégicas abiertas a los palestinos”. El documento asegura que los cuatro escenarios atractivos para Israel —la prolongación del status quo, la partición provisional, la separación unilateral (estilo Gaza) y el 'retorno' de Jordania y Egipto— son inaceptables para los palestinos y, más aún, pueden ser bloqueados por ellos. Para ello, los intelectuales proponen cuatro estrategias: primero, la retirada de la oferta de 1988; segundo la reconstitución de la Autoridad Palestina (incluyendo una posible disolución); tercero, una resistencia 'inteligente' y, por último, la introducción de un futuro Estado binacional como la alternativa preferida por los palestinos. Estas cuatro estrategias, sostiene el Dr. Bashir Bashir, miembro del grupo al que conocí en Jerusalén, “están al alcance de los palestinos” y, más aún, “no hay nada que Israel pueda hacer para evitarlas. Debe quedar claro que los palestinos no luchamos por un Estado ni por la paz, sino por reconocimiento, por tener derechos, por acabar con la ocupación y la humillación. Les estamos dando el 78% de la tierra en la que vivíamos. ¿Qué más quieren?”.
Después de una semana en Israel, de escuchar toda clase de opiniones de parte de verdaderas eminencias en la materia, eso mismo me pregunto yo: ¿Porqué, 20 años después, Israel no acepta la oferta? ¿Porqué siguen expandiéndose los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental? ¿No se dan cuenta de que el tiempo y la demografía están del lado palestino? ¿No se dan cuenta de que la existencia de un Estado palestino es crítica para la supervivencia de Israel pero no así para la del pueblo palestino? Durante una charla, le sugerí la posibilidad de un Estado binacional al expositor. Su respuesta me resumió bastante bien la actitud israelí: “para los israelíes es más importante que este Estado sea judío que democrático. Si esto no va a ser un Estado judío, ¿qué sentido tiene vivir aquí? Casi todo el mundo se iría”. Desde ese día, todas las mañanas me despierto con la ilusión de ver en las noticias que la AP y Hamás han decidido disolver la resistencia, abandonan la idea de un Estado palestino y piden a Israel de manera pacífica vivir todos juntos en la tierra de Palestina, incluyendo los casi cinco millones de refugiados. La pelota estaría en el tejado israelí. Después de 20 años, los palestinos les resolvieron el dilema. ¿Y ahora qué?