Los inquilinos de Coiba

Actualizado
  • 30/11/2009 01:00
Creado
  • 30/11/2009 01:00
A medida que uno se acerca a la isla se empieza a descubrir en el horizonte la inmensa costa bañada por aguas limpias, ...

A medida que uno se acerca a la isla se empieza a descubrir en el horizonte la inmensa costa bañada por aguas limpias, celeste claro, que permiten ver la gran biodiversidad que encierra Coiba.

Es la naturaleza en su máxima expresión. Pero no solo eso es lo que se puede ver en la isla de Coiba. Por más de 80 años esta isla funcionó como centro penal. Y aunque muchos piensen que ya esta función no se cumple, la realidad es otra.

En el área aún existen cuatro detenidos que llevan 10 años cautivos en ella. Coiba, que se encuentra situada en el Pacífico de la provincia de Veraguas y cuenta con una extensión de 492 kilómetros cuadrados, ahora es patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Del infierno al paraíso

Durante los oscuros años de la dictadura militar, Coiba fue usada como un centro de torturas. De aquellos tiempos ya no queda nada. '

A pocos minutos de llegar al penitenciario y recorrer sus viejos caminos, se pueden observar las ruinas que guardan miles de historias que allí quedaron como su más preciado secreto.

De aquellas celdas que fueron testigos de la desesperación, frustaciones y sobre todo dolor de los inquilinos de Coiba, que llegaron a este ‘hotel’ con historias diferentes para terminar con un mismo destino, hoy solo se pueden observar expedientes tirados, paredes marcadas con cruces y mensajes que trasmiten el infierno en que vivían.

Una de estas historias es la de Ambrosio Guerra Rodríguez, quien ha estado detenido durante 13 años en esta isla, pagando una condena por el delito de homicido. Aún le restan 2 años en este "hotel". '

"Estoy como en mi casa", fueron las primeras palabras de Ambrosio. Y como suele suceder en estos casos, repite su inocencia. “Unos sobrinos y una personera me implicaron en un homicidio sin tener nada que ver en el mismo”. Pero en él el tiempo, más que la distancia, ya cumplió su parte.

La resignación se siente en cada una de sus palabras. “’A pesar de no ser culpable, me siento tranquilo de estar acá porque nadie me molesta, agregó.

A sus 53 años, Ambrosio aún guarda la esperanza de ser exonerado de los años que le restan mediante una conmutación de penas. Sueña con regresar a su hogar y tratar de rehacer su vida, trabajar y estar junto a su familia, a la cual visita solo en fechas como Navidad, Año Nuevo y el Día de la Madre, por un período de 24 horas.

Pero la historia de Ambrosio no es la única. También está Hilario Guerra. "Volvi a nacer", aseguró al relatar uno de los momentos más difíciles en la isla. La fecha es imborrable: 28 de octubre de 1998. Recuerda que junto a otros privados fue a pescar a la boca del río San Juan. Esperó que sus compañeros cruzaran el río, miró a los lados y cuando se tiró al agua a pocos metros de él estaba el lagarto, nadó lo más rápido posible y sus compañeros le ayudaron a llegar a la orilla. Estuvo a punto de ser devorado.

A sus 48 años, Hilario, oriundo de Puerto Armuelles, lleva 18 años privado de su libertad, sigue extrañando a su familia. Por ello, al igual que Ambrosio, espera que con la conmutación de penas pueda abandonar muy pronto el encierro. "Estos 18 años privado de mi libertad me han servido para meditar y aprender a controlar mi ira", aseguró Hilario, quién con una mirada llena de nostalgia hablaba de sus planes de rehacer su vida, trabajar y convivir con su familia al obtener nuevamente su libertad. Pero no todo ha sido tiempo perdido.

Hilario y muchos de los que fueron sus compañeros han tomado cursos de artesanía, albañilería y cocina, lo cual espera le sea de gran ayuda al salir de la isla.

"No soy delincuente, cometí un error que ya he pagado muy caro", afirmó con voz firme y mirada fija Jaime Chávez Serrano, oriundo de Bugaba, Chiriquí, quien en un momento de irá acabó con la vida de un conocido en una fiesta. Jaime pagó siete años en la cárcel pública de Chiriquí, lleva 11 en Coiba, pero lo más seguro es que por su buen comportamiento su estadía en la isla termine antes de lo que espera.

Antes de llegar a Coiba Jaime se dedicaba a la soldadura y la mecánica. De todo lo que ha pasado en el penal, lo que más quiere borrar de su memoria es su estadía en el campamento San Isidro, junto a 180 presos en el año 1997. Allí permaneció solo cuatro meses.

Proyecto Araucaria

Aunque la estadía en la isla no ha sido fácil, existe un proyecto que les ha dado una razón de vida. El proyecto Araucaria consiste en el trabajo de la ganadería, entre otros, y es parte de un convenio suscrito entre representantes del Gobierno de Panamá y el de España en 1999, que busca promover el desarrollo sostenible en la isla de Coiba y su entorno.

Historia

Bajo la administración del tres veces presidente de la República Belisario Porras, el 18 de diciembre de 1912 se inició un estudio de factibilidad para convertir la isla en centro o colonia penal, con el objetivo de resocializar a los detenidos.

El 14 de febrero de 1920, el presidente Roberto Chiari, establece por ley la colonia penal de Coiba, siendo la única en nuestro país, en donde los detenidos tienen la libertad de deambular por el inmenso territorio. Los detenidos que la habitaban purgaban generalmente condenas largas, ya fuera por homicidio, robo a mano armada o por narcotráfico.

La mayor concentración de condenados estuvo en el campamento Central. De ellos, unos 60 aprendieron cocina, artesanía, limpieza, pesca, cuidado de ganado y otras labores que los ayudarían a mejorar su conducta, pero más que todo a ganarse la confianza de los custodios.

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