el maestrillo que avivó el fuego en la mente y la fe en el corazón

Actualizado
  • 17/03/2013 01:00
Creado
  • 17/03/2013 01:00
—Jorge, ¿quién creó a Dios?. La pregunta la hizo un día de diciembre, en el despacho del entonces arzobispo argentino, un niño de 10 año...

—Jorge, ¿quién creó a Dios?

La pregunta la hizo un día de diciembre, en el despacho del entonces arzobispo argentino, un niño de 10 años, hijo de un exalumno de Jorge Bergoglio en el Colegio Inmaculada Concepción de la ciudad de Santa Fe, Argentina.

—Nadie. Existió siempre.

Respondió Jorge, ahora Francisco I. Simple y conciso, con esa cadencia al hablar que los exalumnos marcan como rasgo característico: la calma que otorga la certeza y la tranquilidad adquirida con experiencia de calle.

Lo cuenta Francisco José Paz desde Buenos Aires, la ciudad que amaneció entusiasmada y empapelada con afiches del Papa con los brazos en alto, como en un abrazo a la multitud, y una leyenda: ‘Francisco I. Argentino y Peronista’. Paz es el padre del niño, que también se llama Francisco, y mantuvo la relación con Bergoglio una vez egresado de la Inmaculada, como gran parte de sus compañeros de la promoción ‘65.

Lo que se vive en el fin del mundo, dice Paz, es conmocionante. Un hombre sencillo, austero y muy inteligente llegó al Vaticano. Un hombre que es como se lo ve y es consciente de la responsabilidad de la hora: la humanidad está en un cambio de época. En Paz la conmoción habría que multiplicarla por cuatro: también es argentino, jesuita, peronista y es, ya se dijo, Francisco. Un nombre que heredó de su padre y legó a su hijo, el niño de 10 años que consultó al Papa sobre el inexplicable misterio de la eternidad.

CUESTIÓN DE FE

Los alumnos del colegio jesuita no solo querían al maestrillo, lo admiraban. Bergoglio fomentó en ellos el placer por la lectura y hasta llevó al aula a Jorge Luis Borges, que además prologó el libro ‘Cuentos originales’ que los adolescentes escribieron en la Academia de Literatura.

Los de la promoción 65 desde el miércoles se llaman, emocionan y consternan: las anécdotas que compartieron en el salón, en el patio de los Naranjos y los encuentros posteriores, ahora son leyenda.

Allí, en el colegio más antiguo del país, soñaron el futuro, forjaron el carácter y fortalecieron el espíritu. Pero ni con un aluvión de fe podían imaginar que ‘Carucha’, como le decían al Papa, iba a ocupar la silla de Pedro.

Claro que sabían que ‘es un hombre que en lo que se pone va a ser el primero’, como dice Jorge Milia, el predilecto del Papa de esa camada. Y aclara: ‘No por política ni por ambición, sino por capacidad’. Milia es periodista y desde su casa de Salta, la provincia de los viñedos al norte del país, hilvana para La Estrella una sucesión de anécdotas imperdibles e interminables.

BORGES Y LOS LIBROS

Cuando Jorge Mario llegó como maestrillo, ese título que cataloga a los seminaristas que todavía no se ordenaron en la Compañía de Jesús, era muy joven y ‘tenía cara de nene’. Los alumnos a su cargo cursaban cuarto y quinto año, los dos últimos del secundario en Argentina, y juzgaron mal al maestro ‘nuevo’: ‘Después nos dimos cuenta que no era ningún blando, tenía mucho carácter’, cuenta Milia.

Gustavo Vittori, también periodista y director del periódico de la ciudad de Santa Fe, coincide: ‘Pese a que aún sufría los efectos de la pérdida del pulmón, el joven cura tenía una personalidad fuerte y una voluntad a prueba de adolescentes’.

‘Era diferente’, cuenta Milia y sonríe: ‘Tenía una apertura mental que era poco usual’. El Papa les presentó escritores y consiguió que el afamado Jorge Luis Borges fuera a dar un taller de literatura gauchesca a esos niños santafesinos. ‘¡Era como si la Sinfónica de Berlín fuese a tocar el feliz cumpleaños a una fiestita infantil!’, grita ahora Milia.

La convivencia con el genio merece una nota aparte. Ni bien puso un pie en la Academia de Literatura, saludó y dijo: ‘Ustedes me van a perdonar pero yo estoy cohibido por estar rodeado de académicos’. Los chicos lo amaron. Para Bergoglio, en ese entonces de 27 años, continúa siendo un autor de cabecera.

La cuestión es que los muchachos escribieron cuentos y el rector del colegio se los envió a Borges que, muy educadamente, preguntó si le permitían escribir el prólogo.

Muchos años después, Bergoglio llamó a Milia a Salta y le pidió que se ponga a trabajar en la reedición de ‘Cuentos Originales’. Milia le explicó que era complicado, había que localizar a los siete autores de las historias, que vaya a saber dónde estaban, y pedirles autorización. Un lío fenomenal. Con la calma y determinación de siempre, Bergoglio lo convenció: ‘Ese es tu trabajo’. Y ese fue su trabajo.

DE LA EDAD FELIZ

Es un código sin sistematizar pero seguido a rajatabla: los egresados de la Inmaculada de Santa Fe siempre se reúnen. La 65 también. Como era el escritor del curso, Milia quiso sorprender a los amigos en el encuentro por los 25 años de graduados con un compendio de anécdotas que fue recopilando y redactando. Antes, las envió a Buenos Aires para que Bergoglio las viera.

La fecha, lamentó Milia, coincidió con la muerte de Juan Pablo II. ‘Yo pensé ‘a dónde van a ir a parar esos papeles’’, cuenta. Pero a la vuelta de Roma, Bergoglio lo llamó y confesó que se había muerto de la risa: ‘Esto es un libro. Tenés que agarrar todo y reescribirlo’, aconsejó. Milia pensó que estaba loco, era demasiado trabajo y además a quién podía interesarle un par de cuentos de un grupo de chicos.

Bergoglio habló como habló siempre: ‘Vos escribís muy bien pero no tenés la más mínima idea de la gente. Ese libro le va a hacer bien a mucha gente’.

‘De la edad feliz’ se editó en el 2006 y tiene el prólogo de Francisco I, que también compartió gran parte de las vivencias del libro. Tanto lo identifica que cuando los biógrafos del Papa, Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, le preguntaron por esa etapa en el Colegio Inmaculada, él se paró, fue a la biblioteca y regresó con dos tomos, uno para cada uno. ‘Acá está toda esa época’, les dijo.

Y ahí está todo. Y en la mente avispada por el fuego y el corazón avivado por la fe de los de ‘La 65’.

Aquel maestrillo ahora es del mundo. El cambio Milia lo sintió como una bofetada: ‘Es una sensación de pérdida terrible. Ya no voy a tener una llamada de él cada tanto para comentar algún artículo mío o hablar pavadas’.

Francisco Paz (‘Panchito’ para los amigos) lo consuela: ‘Si 200 de los millones de católicos se autoconvencen de seguir el ejemplo de Bergoglio, el mundo va a ser un lugar mejor. Y eso se va a derramar en Argentina’.

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