Aura Vilar de Arellano: al maestro con cariño

Actualizado
  • 01/12/2013 01:00
Creado
  • 01/12/2013 01:00
‘Si usted habla despacio y modula bien las palabras, nos vamos a divertir muchísimo durante esta plática’. Esas fueron las primeras pala...

‘Si usted habla despacio y modula bien las palabras, nos vamos a divertir muchísimo durante esta plática’. Esas fueron las primeras palabras de la profesora Aura Elisa Vilar de Arellano, de 88 años de edad, cuando nos encontramos en su casa de playa, donde ha decidido vivir el tiempo que le queda de vida.

‘Y creo que todavía tengo baterías para rato’, expresa tras una sonora carcajada. Ella, quien se declara una educadora por convicción, tiene ahora dificultades para escuchar, pero se las ha arreglado para poder entender cuando le hablan.

Estaba regia: ‘mira, así me vestía cuando iba a dar mis clases. La presencia es muy importante y yo siempre trato de estar presentable, aunque esté en casa, porque uno nunca debe dejar de lado el papel de enseñar y de dar el ejemplo’, expresa.

Se ríe de ella misma. No se acuerda cuándo se jubiló –oye, Pepe, ¿cuándo me jubilé?–, le pregunta en voz alta a su segundo hijo, cirujano dentista de profesión, en medio de la entrevista; aunque sí recuerda que se dedicó a la educación por casi 35 años. Empezó a dar clases a los 23 años en el Colegio Nocturno Oficial de Colón. Además, laboró en los colegios Abel Bravo y José Guardia Vega, también situados en la ciudad atlántica. Gran parte de sus años laboró como docente durante el día y la noche.

La materia que impartía era Estenografía en inglés y Español a los estudiantes de cuarto, quinto y sexto año.

La profesora Vilar, que fue premiada en diversas ocasiones por su labor sobresaliente como educadora, hubiera querido ser profesora toda su vida, pero tiene dificultades para caminar, no escucha bien y además ‘a esta gente se le ha metido que no puedo manejar; si no, ¡uff!, yo estuviera dando clases, porque enseñar era mi vida’.

Madre de tres hijos, todos profesionales, la profesora Vilar de Arellano considera que la clave para ser un buen educador es brindarle confianza a sus estudiantes, y —principalmente— demostrarles autoridad, porque, de lo contrario, hay desorden y libertinaje, y se arma un caos como sucede hoy día en el Instituto Nacional.

Confiesa que está muy triste como consecuencia de lo que ocurre en el otrora prestigioso Nido de Águilas. ‘¿Cómo es posible que nadie le ponga coto a esa situación?’, se pregunta y afirma que ‘se trata de un problema que ya se ha salido de control; esos estudiantes, que son los menos, están destruyendo, con los rostros ocultos, su propia alma mater y afectando a muchas personas, entre ellas a los vecinos del área, que ya están cansados. Hace pocos días estaba viendo la televisión, cómo repetían la misma noticia de los institutores tirando piedras y botellas hasta a sus propios profesores, y me dije: ‘¡Dios, esto no es normal, el mundo está al revés!’.

–¿Qué pasa con la educación hoy día?

–Se ha perdido el respeto. La verdad es que no sé qué está pasando. Yo creo que el profesor antes era más dedicado, esa relación entre maestro y estudiante se ha perdido. Hoy día los jóvenes se la pasan con el teléfono chateando y perdiendo el tiempo, porque mientras el maestro habla y explica, no ponen atención. Ese aparato no hay que permitírselo a los muchachos en los salones de clases. En mis tiempos no había celular, pero ¡ay de que hubiera! porque si así hubiese sido, en mi salón no ocurriría eso. ¡No, señores, porque a mí se me respeta! El maestro tiene que inspirar y ganarse el respeto. Ni siquiera en la universidad debería permitirse que los estudiantes estén desconcentrados por estar con el celular. Si yo fuera profesora ahora, les diría: ‘guarden esos celulares o se los quito’.

Yo creo que gran parte del problema también se debe a que los padres dejan a los muchachos al garete y no les ponen atención. La primera educación es la que se da en casa.

El papel de los padres es fundamental en el tema de la educación. Tenemos que hablarles a nuestros hijos desde que empiezan a tener uso de razón. Es muy importante inculcarles desde pequeños que la mejor herencia es la educación. Los padres queremos mucho a los hijos y a veces les damos demasiada libertad. En mi caso, por ejemplo, había ocasiones en que mis hijos me decían que querían ir a equis o ye lugar. ‘¡No señor, usted tiene tarea!’, les contestaba. Y no me equivocaba, tenían tareas.

Cuando un estudiante dice que no tiene nada que hacer, es mentira. Y el padre no tiene que fiarse de lo que le dicen sus hijos, eso es parte de la educación.

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE EL PROFESOR DE AHORA Y EL PROFESOR DE ANTES?

El profesor de antes era más cuidadoso en su enseñanza, le daba confianza a sus estudiantes, pero estoy hablando de confianza en el buen sentido de la palabra. El profesor de hoy día no le pone mucha atención a los alumnos: si aprendieron, bien; y si no, también. Antes el profesor era el líder de la comunidad, era el orientador, el consejero, no solo de los estudiantes, sino también de sus familias. Cuando un alumno iba mal, o se veía que tenía un problema, el maestro iba a su casa a investigar qué pasaba con ese muchacho. Todo eso se ha perdido.

¿CUÁLES ERAN LAS REGLAS QUE REGÍAN EN SU SALÓN DE CLASES?

En primer lugar, cuando yo llegaba al salón, al igual que cualquier visita, todos se levantaban en señal de saludo. Ponía tarea todos los días, y ¡ay del que no la entregara! En cuanto a las jóvenes, tenían que llevar la falda a la mitad de la rodilla y a la que llegaba sin cumplir esa regla, inmediatamente le mandaba a bajar la basta.

‘Si quieren ir a las prácticas profesionales, tienen que ganar buenas notas y tener buen comportamiento’. Siempre les hablaba de eso y entonces había una competencia sana entre ellos. Escogíamos a los mejores, porque no íbamos a enviar a los bancos o a las empresas de la Zona Libre a los estudiantes flojos.

Otra regla era que cada vez que faltaban les exigía una excusa y no aceptaba que me vinieran con el cuento de que tenían dolor de cabeza o de barriga. Yo me las arreglaba para averiguar la verdad, y muchas veces no tenía que hacer ningún esfuerzo, porque los mismos compañeros los delataban:

–Profesora, usted sabe que fulanita o fulanito de tal estaba anoche en un baile y por eso no vino–.

–¿Ah, sí?–

Entonces yo llamaba a la o el estudiante:

– Oiga me enteré que usted no tenía ningún dolor de barriga, sino que estaba en un baile

–Sí, profesora, disculpe– Y me daban mil excusas, pero me decían la verdad y no volvían a faltar .

Esa es la forma de educar al estudiante. Y usaba la misma técnica cuando no hacían las tareas. Los estudiantes creen que ellos son más sagaces que todo el mundo, pero cuando ellos iban, yo venía de regreso.

¿QUÉ ANÉCDOTA QUISIERA CONTAR SOBRE SU RELACIÓN ENTRE ESTUDIANTE Y PROFESOR?

–Tengo muchas anécdotas, pero te voy a contar una que para mí es muy significativa y siempre la recuerdo:

Mi esposo era un hombre muy bueno y creía que todo el mundo era como él. Estando ya jubilada, una mañana, recuerdo que era sábado, me fui al mercado con él. Yo siempre era la que manejaba. Llegamos y estacioné el auto en el parque que está frente al mercado público en Colón. Me voy a hacer mis compras y cuando regreso no encuentro el carro.

–¿Estás segura de que lo dejaste aquí?– me pregunta mi esposo

–Claro que fue aquí, ¿y tú no venías conmigo, pues?– le contesto.

Se habían robado el auto. Llamo a mi hijo Pepe y le comunico lo que había pasado. Pusieron algunos retenes como parte del proceso de búsqueda del automóvil. ¡Yo cómo lloraba mi carrito que lo habíamos comprado con tanto esfuerzo! Como a las 2 de la tarde recibí una llamada en la casa de un hombre que me dice: ‘profesora, le habla un estudiante suyo. Tengo su carro, por favor perdóneme’.

Resulta que el joven que me llamó estaba acompañando a quien realmente me había robado el carro. Él había descubierto en la guantera los papeles del auto y se había dado cuenta de que era de mi propiedad.

‘No. No podemos hacerle esto a mi profesora, le dijo el joven a su acompañante’. Fue entonces cuando me llamó.

–¿Así es que tú tienes mi carro?– le pregunté.

–Sí, me dijo, y se lo quiero devolver

–Entonces le contesto–: Bueno, vamos a encontrarnos en la Iglesia Catedral, ahí me lo devuelves

Y así fue: nos encontramos en la Iglesia y frente al altar le pidió perdón a Dios, y a mí, que lo disculpara, pues —según me dijo— estaba pasando por ‘serios problemas económicos’. Encima, me pidió que le diera dinero: ‘Su carro está estacionado afuera. Solo le pido que me ayude con algo, profe’.

L e di solamente $5. No le di más porque entonces podía interpretar que le salió bien el negocio. Eso fue así: increíble, pero cierto.

¿QUÉ OPINA DE LAS HUELGAS DE LOS EDUCADORES?

Que cuando están en huelga perjudican a los hijos ajenos. Conmigo nunca contaron. Allá a mi salón iban y me decían ‘mire que esto y que lo otro’, y yo les contestaba: ‘No, señores, tengo mucho que hacer y no voy a permitir que mis estudiantes se me atrasen, yo estoy aquí para enseñar, no para perder el tiempo’.

Y le decía a mis estudiantes: ‘miren, jóvenes, aquí me han venido a comunicar que desde tal día hay una huelga, yo no voy a participar en eso y voy a seguir dando clases de manera normal’ y mis alumnos iban a mi clase, porque sabían que yo estaría en el salón puntualmente.

Definitivamente que no estoy de acuerdo con esas huelgas, porque a ellos se les paga por trabajar. Todo eso, al final, va en detrimento del aprendizaje de nuestros estudiantes. Creo firmemente que a los educadores que andan en eso, no hay que pagarles, porque no han trabajado.

‘Mire mamita o papito, yo no voy a ninguna huelga. Hay muchos padres que mandan a sus hijos a la escuela con mucho sacrificio y no es verdad que me voy a prestar para eso’. Esa era mi respuesta.

¿Quieren aumento?, que peleen por ese aumento, pero que no perjudiquen a los alumnos.

He visto a Lucy Molinar tratando de hacer algo bueno por la educación, pero no la dejan trabajar. Es algo terrible y aquí no hay quién pare este relajo. A veces la he visto cansada, luchando contra la corriente. Lucy nunca ha sido una mujer de política partidista, ella llegó ahí para hacer un trabajo.

¿USTED CONOCE A LUCY?

Sí, la conozco. Ella fue una de mis mejores estudiantes en Colón. Está tratando de hacer algo bueno por la educación, pero siempre se tropieza con piedras en el camino.

¿QUÉ MENSAJE LE QUISIERA ENVIAR A TODOS LOS DOCENTES DE PANAMÁ EN EL DÍA DEL MAESTRO?

Ante todo les deseo muchas felicidades en este día tan glorioso. Deseo enviarles un mensaje de paz. De todo corazón me atrevo a manifestarles que cuando quieran luchar por algo, por favor, no perjudiquen a los estudiantes. Eso es muy grave, porque el resultado es que entonces se está preparando a una juventud con lagunas y carencias, lo que a la larga perjudica a todo un país.

También quiero decirles que por favor le tengan mucha paciencia a los estudiantes, esta es una característica fundamental que debe tener todo maestro: un buen carácter y siempre ofrecer una sonrisa amigable a sus alumnos.

Al est udiante se le aconseja de buenas maneras, no gritándole ni ridiculizándolo en clase; se le debe dar, sobre todo, confianza. Los educadores tenemos que dar el ejemplo en todos los sentidos, sólo así nuestros alumnos nos recordarán con amor y devoción.

Ya estábamos a punto de despedirnos. Ella se veía contenta, pero también se le notaba cierta melancolía. Antes de que se vaya quiero decirle, señorita periodista, que usted sí me ha hecho feliz con esta conversación. Mis estudiantes, ¡yo cómo los quería! A veces estoy aquí sin hacer nada y me digo: ‘¡cómo me gustaría estar dando clases!’.

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