Virgilio Schuverer

Actualizado
  • 09/01/2014 23:29
Creado
  • 09/01/2014 23:29
El 9 de enero de 1964 yo llevaba apenas 3 días de haber vuelto a Colón. Estaba ahí porque mi madre estaba enferma y debía cuidarla.

El 9 de enero de 1964 yo llevaba apenas 3 días de haber vuelto a Colón. Estaba ahí porque mi madre estaba enferma y debía cuidarla.

Hacía varios años, 9 exactamente, que estaba radicado en Bocas del Toro, trabajando para la United Fruit Company; sin embargo, yo nací en Colón provincia y fue ahí donde cursé mis estudios.

Un hombre de luchas Desde muy joven me había involucrado en las luchas sociales. En mi adolescencia, desde los 15 hasta los 17 años, fui Secretario General del Colegio Abel Bravo de Colón.

Un antecedente importante al 9 de enero fue el rechazo popular a la colocación de bases militares en distintos sectores a través del tratado Filós-Hines. Para esa época, si mal no recuerdo, yo tenía 17 años.

A los 25 me fui a Bocas del Toro, a los 30 dirigí la huelga bananera de 1960, la mayor huelga de su tipo que ha existido. Participaron cerca de 15 mil obreros. Duró 40 días y 40 noches. Este paro de labores dio origen al Sindicato de los Obreros Bananeros de Bocas del Toro, que el pasado 18 de noviembre cumplió 53 años de existencia.

Me involucré en esta causa porque al llegar, molestó ver que la compañía le daba un trato muy malo a los trabajadores. Había esclavitud, discriminación y mal trato.

La forma en que la Chiriquí Land Company, división de la compañía en Bocas del Toro, trataba a sus empleados se me hizo similar al modo en que los estadounidenses trataban a los panameños en las ciudades de Panamá y Colón.

En Colón, por casualidad Retorné a Colón para cuidar de mi madre el 6 de enero de 1964. Todo transcurría sin mayor novedad hasta que ese jueves, el 9 de enero, enciendo la radio y escucho que en la capital se había organizado un inmenso movimiento luego de que los jóvenes de un colegio secundario capitalino llamado Instituto Nacional marcharon a un colegio de la Zona y fueron golpeados por los zoneítas –tanto estudiantes, como padres y policías–.

Escuchar eso en la radio me impulsó a salir del apartamento de mi madre y comenzar a buscar a la gente que conocía desde hacía muchos años, a mis amigos y excompañeros de escuela.

Deben entender que éramos muchachos con muchos ideales y que participar en todas esas luchas anteriores nos impulsó a actuar en defensa de la dignidad de la patria. Amábamos y defendíamos la justicia. Eso fue lo que nos unió.

De cinco a miles Al comienzo éramos cuatro o cinco los que empezamos a arengar en las calles. Formamos una comisión en la que nos repartimos las tareas: “Fulano de tal va para allá, mengano para acá”, y así. Esto era para que la gente supiera lo que pasaba y la convenciéramos de actuar. De esa pequeña cantidad de cinco personas, luego de un rato, pasamos a ser miles de ciudadanos que nos congregamos frente a la Iglesia de San José.

La primera misión Tras esto, llegamos a un consulado estadounidense que había en una parte de la Zona. Nuestra primera misión fue bajar la bandera de EEUU del asta; logrado eso, convencimos, a través de la arenga, a la gente para que fuéramos hasta la avenida Bolívar, donde habían varias propiedades de los estadounidenses, como un supermercado, una casa inmensa que utilizaban los masones y un club para jóvenes. No sé cómo ni quién lo hizo, pero conseguimos unas banderas y las enarbolamos en esos lugares. De repente, llegaron las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos e impidieron que volviéramos a entrar a los predios de las hoy áreas revertidas.

Nosotros, a diferencia de ellos, no teníamos armas de ningún tipo, así que comenzamos a fabricar bombas molotov que les tirábamos a los militares estadounidenses. A diferencia de otros lugares, la lucha en Colón duró desde el mismo día 9 hasta el 12 de enero de 1964; es decir, del jueves al domingo, cuatro días en total.

el fin de la lucha Todavía el domingo teníamos una multitud muy grande apoyándonos y hubiésemos continuado en la lucha de no ser porque ese día llegó la Guardia Nacional y nos forzaron a que nos retiráramos a nuestras residencias y detuviéramos la batalla.

Tras esto, retorné a Bocas del Toro. No sin antes hacer una lista de quiénes fueron heridos en la batalla. Esa lista aún hoy la guardo.

Cuando volví una vez más, en Bocas del Toro, y me dediqué a la Política. En el siguiente periodo de elecciones participe y logré una curul como legislador de aquellas tierras.

La ley de los mártires Estando yo en la Asamblea, fue cuando se aprobó la Ley 2 del 19 de enero de 1965 que trata sobre la ayuda económica que se le brindaría a los familiares de los mártires y de quienes combatimos el 9 de enero de 1964. Esa ley incluye, además de la creación de un comité que determinaría los montos en concepto de ayuda a las familias de los combatientes, los artículos que le brindaría becas mensuales a los hijos o parientes de los mártires, entre otras cosas.

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