La adolescencia, hoy

Actualizado
  • 31/07/2016 02:00
Creado
  • 31/07/2016 02:00
No obstante, para el caso de las sociedades occidentalizadas es particularmente un periodo que genera estrés y ansiedad

La evolución de las distintas etapas que hombres y mujeres transitan ha estado definida por elementos culturales, biológicos, de clase, étnicos, de localidad, originando un grupo heterogéneo.

Hay muchos modos de experimentar cada una. En este caso la adolescencia, esa etapa de crecimiento y madurez corporal está profundamente influida y condicionada por la cultura, la época, el género y la diferenciación social.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

En otros tiempos y otras culturas, como bien señala Mario Margulis, especialista en lo cultural, se han desarrollado formas culturales para mitigar el impacto de los cambios biológicos, ‘… ritos de pasaje que marcaban los momentos de cambio en el ciclo de la vida, y luego de atravesar las ceremonias de iniciación el joven o la muchacha ingresaban en espacios institucionales en los que podían desempeñar roles para los cuales habían adquirido la madurez necesaria' (Margulis, 2002:10).

No obstante, para el caso de las sociedades occidentalizadas es particularmente un periodo que genera estrés y ansiedad.

Cambios en el cuerpo, en los vínculos que establecen con el otro sexo y con el propio, desarrollo de una sexualidad adulta, nuevas experiencias en las relaciones sociales, evidencian un mundo de emociones y sentimientos que si bien tienen un asidero sicológico, responden al tejido social al que pertenecen.

En la actualidad, se le suma al estado de inestabilidad, vulnerabilidad y conformación de la personalidad, la capacidad de actuar como adulto responsable de delitos de distintos niveles de gravedad.

Las adolescencias crecen entre las expectativas propias y las que sienten la población adulta respecto a ellas.

Las relaciones intergeneracionales oscilan entre el contraste de los jóvenes de antes, con una valoración positiva, y los jóvenes de ahora con muchas críticas, lo que tiende a abrir una brecha que impulsa a los muchachos/as hacia la búsqueda de otros respaldos, ya sea entre pares u otros adultos que los entiendan; y, en la población adulta, niveles distintos de impotencia hasta el punto de sentir debilitada su capacidad para el ejercicio de la autoridad sobre éstos.

ALINA TORRERO

‘En los sectores populares, la sexualidad es aprendida en un marco de poca o nula información sobre salud sexual'

Estas relaciones intergeneracionales en constante tensión, deben entenderse en un contexto holístico como el reflejo de estructuras sociales realmente en declive: la familia, la escuela, el Estado, la iglesia.

¿HIPERSEXUALIZADOS, QUIÉN LO DICE?

¿Qué tanto se sabe de cómo la cultura moldea la conducta y el uso del cuerpo por parte de las personas? ¿Saben las y los adolescentes, que sus prácticas han sido modeladas, aun para rebelarse, en el marco de posibilidades materiales y técnicas, de obligaciones y derechos, de restricciones y expectativas, de tentaciones y peligros, que la sociedad ha pautado con respecto a dicha etapa de la vida?

En los sectores de clase media y alta, la sexualidad es aprendida en un contexto de mayor control sobre su cuerpo: el cuerpo es vivido como maleable, se puede actuar sobre el cuerpo para el cuidado de la salud, para adecuarlos a modelos estéticos en boga; disponen de su cuerpo, exigen su derecho a la sexualidad, tienen más información sobre métodos anticonceptivos y acceso a los recursos necesarios para su cuidado.

La sexualidad se da en el marco de una cultura que expresa elevada confianza en las posibilidades de operar sobre su cuerpo. Esta confianza es consistente con la confianza en poder dirigir la propia vida.

Mientras que, en los sectores populares, la sexualidad es aprendida en un marco de poca o nula información sobre salud sexual, uso errático de métodos anticonceptivos, alta incidencia de embarazos, no cuentan con servicios médicos eficientes y escepticismo de que puedan controlar su cuerpo y modelarlo para obtener el aspecto que demanda la sociedad.

La sexualidad se expresa en un ámbito de ignorancia, ocultamiento, reproches. Afectando así la confianza en sí mismos/as.

En los barrios populares una gran mayoría de adolescentes reconocen experiencias sexuales a partir de los 10 y 11 años. También hablan con frecuencia de que los tocan sexualmente y tienen que defenderse.

Esto puede pasarles en la casa, la escuela o la calle. En los casos que las muchachas salen embarazadas las presiones que enfrentan serán de toda índole. Si deciden abortar lo harán en condiciones muy precarias, lo que suele traer aparejado consecuencias penosas.

En medio de estas situaciones, no abordadas, es frecuente que se hable en las escuelas o en los medios de comunicación de adolescentes hipersexualizados. Sin embargo, categorías como esta exponen a estas personas a discriminaciones institucionalizadas basadas en seudo cientificidades. Por ejemplo, resulta escandaloso oír a infantes de los barrios pobres hablando de sexo, pero no provoca el mismo escándalo que ellos vivan en un espacio en el que se desarrollan todas las actividades del aseo y la reproducción a la vista de todos.

El lugar donde viven no permite la privacidad. Muchas veces duermen en la misma cama que los adultos porque solo hay una cama.

Son testigos de las relaciones sexuales de los adultos, los jadeos, los olores, las posiciones sexuales, las palabras eróticas y la violencia sexual. Siendo así ¿por qué lo habitual es motivo de recriminación?

LOS IMPACTOS DE UNA ECONOMÍA REDUCIDA

Las determinaciones, principalmente económicas, los impelen a actuar del modo que lo hacen, tienen raíces psíquicas pero también sociales. Muchos de los y las adolescentes provienen de familias asoladas por el desempleo y sus consecuencias.

Una gran cantidad de ellos no estudian, no trabajan, no encuentran siquiera cabida en las instituciones que tradicionalmente tenían la misión de darles instrucción, contención e identidad.

Es posible agregar otro elemento que pareciera inocuo: el mito de las oportunidades sin fin. En la oferta de consumos culturales parece que todo está al alcance de las manos de los y las adolescentes. Pero en los sectores populares esto dista mucha de ser una realidad. Por ello, entre otras cosas, el alto grado de frustración y desesperanza.

Retomando a Margulis, la situación de las adolescencias, ‘¿no tiene tal vez analogía con las incertidumbres laborales, familiares e identitarias de una gran cantidad de personas consideradas adultas, que no hallan hoy los factores de estabilidad que en el pasado regulaban su existencia?' (Margulis, 2002:15).

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