Para qué sirve la opinión pública

Actualizado
  • 30/07/2017 02:06
Creado
  • 30/07/2017 02:06
La política informada es el centro de una sociedad deliberativa y, por tanto, componente fundamental de cualquier sistema la democrático

Quienes hoy analizan profesionalmente la coyuntura política tendrán que convenir que lo que tratan de descifrar en definitiva son las tendencias y preferencias del siempre elusivo mercado político electoral. Esta problemática se refiere también a un conjunto de incógnitas o cuestiones de naturaleza práctica que se relacionan, sin que los analistas de mercado se lo propongan, con temas de la teoría política. ¿Cómo se explican las orientaciones políticas de los electores? ¿Qué elementos culturales o institucionales condicionan dichas orientaciones? ¿Cuán estables en el tiempo son dichas preferencias o lealtades?

Estos y otros temas de teoría política conectan necesariamente con los cimientos de la ‘opinión pública'. Sin embargo, al descifrar elementos como el intelecto, las emociones y las voluntades de los ciudadanos, se dispone según algunas corrientes instrumentales de la política, del Santo Grial de la democracia representativa: conocer estos elementos permitiría acceder a las llaves del manejo político de una modalidad de las relaciones de poder en democracia, el que constituye los fundamentos para una posible manipulación de las conciencias.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) es un organismo regional, instituido por la UNESCO para impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de las Ciencias Sociales.

El Programa FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

OPINIÓN PÚBLICA Y ENCUESTAS

Un conjunto autores —entre ellos J. Habermas— identifican a la ‘opinión pública' como el centro de una sociedad deliberativa y por tanto, componente fundamental de la democracia. Este componente se constituye en un soporte democrático en la medida en que tiende a superar los déficits institucionales de los sistemas políticos democráticos por medio de una robusta y reflexiva condición ciudadana.

La importancia contemporánea de la ‘opinión pública' descansa en que ella es un cimiento ideológico de cohesión social y sustento de los procesos de legitimación política. Es también el resultado de una democracia deliberativa cuyos ciudadanos —educados e informados— razonan sus intereses y conflictos. Con todo, la ‘opinión pública' es siempre el efecto de un proceso de carácter colectivo en el que se interrelaciona un conjunto plural de actores con distintos grados de importancia.

Sin embargo, hay una tendencia bastante generalizada en los estudios de ‘opinión pública' basados en encuestas y sustentados en una línea de base de naturaleza empírica, que asume que esta opinión pública de naturaleza colectiva puede construirse a través de un agregado de opiniones individuales. El voto electoral sería en este caso el ejemplo de un proceso de carácter colectivo que tiende a resolverse necesariamente de forma individual y por lo tanto sujeto a posible manipulación. De ahí que toda la estrategia del marketing descanse en estímulos que ‘desagregan', por así decirlo la psiquis más íntima del ciudadano reduciéndolo a un simple objeto de la manipulación mediática.

El fundamento que explica parcialmente el éxito práctico de esta estrategia mediática descansa en tres realidades: lograr niveles de exposición y emisión de significados por parte de los medios de comunicación que permitan la manipulación y utilización interesada de la opinión ciudadana; la ausencia del debate público como resultado de un creciente proceso de fragmentación y privatización de los espacios del debate ciudadano; y la simplificación de la opinión pública a un registro de elementos emocionales susceptibles de ser manipulados y orientados por las llamadas encuestas de opinión

OBSERVACIÓN DESDE LAS ENCUESTAS

Escrutar en la subjetividad del ciudadano-elector no es fácil. Tampoco es sencillo traducir orientaciones y acciones políticas a medidas cuantitativas que describan o expliquen dichas realidades, tanto en lo individual como en lo colectivo. Afirmar que un fenómeno político es ‘cierto' o ‘imaginario' requiere de algo más de un buen ‘ojo analítico', requiere de método, pero también de teorías.

Distinguir entre lo que son concepciones o percepciones que se instalan en el imaginario ciudadano como concepciones colectivas, de las que pueden desagregarse a nivel individual y medirse por medio de encuestas, son dos cosas distintas. Es con la formulación de los hechos sociales en problemas que el conocimiento se plantea la búsqueda de explicaciones que guían a la observación y establecen el vínculo con las técnicas— en particular con las encuestas—, y no al revés.

Es la exigencia del rigor metódicamente orientado lo que define, con qué datos empíricos nos apoyamos para poder comprender la complejidad de las relaciones políticas. En este sentido, la pretensión de construir un instrumento cuantitativo para la obtención de datos solo es posible, desde el soporte técnico que se provee para algunos casos, a partir de la encuesta estadística. Es por eso que el uso de la estadística moderna —pese a sus limitaciones frente a lo cualitativo—, nos permite el procedimiento técnico para la descripción de atributos de la realidad social, su posible medición y la eventual aunque incompleta explicación.

LAS LIMITACIONES DE LAS ENCUESTAS

Sin duda que las encuestas de opinión no son instrumentos de reciente data. Cerca de Cinco empresas —IPSOS, Dichter / Neira, Qunatix, Datanálisis y Datexco—, compitieron en las últimas elecciones por ganarse la confianza de los medios de comunicación primero, y de la ciudadanía después. Confianza es la palabra clave, y bajo esa divisa han intentado instalarse las encuestas en el imaginario de nuestras élites políticas y económicas, como una técnica imprescindible para la toma de decisiones.

En ese sentido, los medios de comunicación más importantes del país, recurren a estas técnicas con el objetivo de posicionarse como instrumentos de análisis e intervención social y política. También y como un complemento a lo anterior, las encuestas electorales forjan adicionalmente criterios para la asignación de inversiones políticas por parte de donantes económicamente poderosos.

Sabemos que es en los períodos electorales donde las encuestas adquieren ese excesivo brillo que las convierten en actores estelares de la coyuntura, ya que todo parece girar en torno a estos instrumentos, aun cuando son también la expresión de un ambiente de recelos que ellas mismas generan. En la coyuntura electoral, las certezas político electorales se convierten en un bien escaso, y a pesar de esa atmósfera de incertidumbres, los comandos de las candidaturas siguen mirándolas como referentes a la hora de tomar decisiones.

CONCLUSIÓN

Las elecciones es el gran momento visual de las encuestas y dada la centralidad que adquieren en la coyuntura electoral, serán evaluadas por su capacidad de predecir resultados. Sin embargo, parecen ser los supuestos de las encuestas —la agregación de individualidades— donde residen sus mayores debilidades. No considerar, por ejemplo, ¿cuánto pesa la cultura política en las orientaciones electorales de nuestros ciudadanos?, ¿qué peso tienen los intereses colectivos frente a los individuales?, ¿qué significado tiene para el electorado la pertenencia a grupos sociales, comunidades, asociaciones o religión?, ¿cuán permanente o volátil es el comportamiento electoral?, ¿cómo se construye la opinión pública colectiva? podría ser el gran error del análisis político a futuro.

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