Cuando el presidente De la Guardia tildó a Arias Madrid de 'enemigo público'

Actualizado
  • 31/08/2017 02:06
Creado
  • 31/08/2017 02:06
Ricardo De La Guardia impidió, por todos medios, el regreso de Arnulfo Arias Madrid. Solo cinco años después de su derrocamiento, con un nuevo gobernante, fue que el político pudo regresar a su natal Panamá

Días después de la visita de Arnulfo Arias Madrid, en septiembre de 1944, a la vicepresidencia argentina, llega de Panamá el diputado Simón Vega, quien le conversó sobre la necesidad de su retorno.

Simultáneamente, en Panamá, se registran grandes manifestaciones contra el gobierno que son promovidas por las juventudes patrióticas, que exigen el retorno de Arias Madrid y el fin del gobierno de Ricardo de la Guardia. Varias personas son arrestadas.

El 4 de octubre de 1944, el embajador de Panamá en Ecuador, Narciso Garay, informó que ha sido estampada una visa para que Arias Madrid pueda permanecer en ese país por treinta días. De inmediato, el embajador Garay recibe instrucciones del canciller panameño, Octavio Fábrega, de conseguir a como dé lugar que ese visado sea revocado.

Luego de dos días, de toda clase de presiones al Gobierno de Ecuador, que incluyó una llamada del presidente de Panamá, se le revocó la visa a Arias Madrid. Una nueva posibilidad de acercarse a su tierra se desvaneció.

Arias Madrid no desfallece y aplica para un visado de Costa Rica, pero el nuevo presidente de esa nación se lo niega, a ruego de Panamá, ocasionando que varios gremios profesionales y estudiantiles de ese país salieran a las calles a manifestar su repudio por la intransigencia de su gobierno.

El día 9 de noviembre de 1944, Arias Madrid viaja a Montevideo, Uruguay, con Nicanor Villalaz, a confrontar al embajador americano (de apellido Dawson) y expresar su malestar por la persecución sistemática de que es objeto. Arias Madrid le pide a este alto funcionario que transmita estos sentimientos al departamento de Estado y sus deseos de viajar a los Estados Unidos y volver a Panamá.

El 23 de diciembre de 1944, el cónsul de Panamá en Rosario, Argentina, Jorge Amado Torres, decide extender un pasaporte a nombre de Arnulfo García para que el expresidente pueda viajar a Panamá. Pero, cuando el expresidente lo presenta para el visado, reconocen que es falso ese nombre.

La copia de este documento es enviada donde el encargado de negocios de Panamá en Argentina, José De La Cruz Herrera, quien consigue que se le niegue nuevamente el permiso para viajar e informa de la acción irregular del cónsul Amado, quien inmediatamente es separado de su cargo.

En Panamá, mientras tanto, se tienen grandes esperanzas en torno al retorno de Arias Madrid. Algunos copartidarios viajan a Lima, Perú, donde se supone que hará escala el líder a su retorno a Panamá. Pero, nuevamente, el gobierno de Ricardo de la Guardia consigue que se le niegue el permiso de entrada a sus posibles puntos de escala.

Obligado por estas circunstancias y ante la gran expectativa que había ocasionado su posible regreso, Arias Madrid hace unas declaraciones a la prensa asociada, desde Argentina, indicando que ha tratado por todos los medios posibles de regresar a Panamá, pero que debido a las actividades del usurpador de su puesto, su pasaporte ha sido cancelado y el servicio exterior panameño ha sido instruido expresamente para perseguirlo.

El 5 de enero de 1945, el expresidente, asumiendo un gran riesgo, se presentó personalmente a las oficinas de la legación de Panamá en Buenos Aires, con un pasaporte en regla emitido por la Policía Federal de Argentina. El cónsul general, asustado por la inesperada visita, se negó a otorgarle el visado. El diplomático indicó que por tratarse de un expresidente deportado necesitaba instrucciones del gobierno de su país.

Al día siguiente, el canciller envió un telegrama al cónsul aprobando su proceder y, además, le pide que instruya a las compañías de transporte y a las demás misiones diplomáticas de que su país no reconoce como válido el pasaporte argentino otorgado a Arias Madrid.

Esta situación crea enorme malestar entre los dos gobiernos. Arias Madrid contrata un abogado para que inicie un proceso en contra del consulado de Panamá por desconocer un documento válido argentino.

Impedido para volver a Panamá, Arias Madrid pasa meses entre su finca (El Triunfo) y su apartamento en Buenos Aires.

El 12 de mayo de 1945 junto con su esposa, Ana Matilde Linares, compran en remate la finca El Hijonal, de 286 hectáreas, a Roberto Florentil, que colindaba con El Triunfo.

Para esa fecha, en Panamá se había llevado a cabo una constituyente eligiendo como nuevo presidente a Enrique A. Jiménez, quien expresa públicamente que Arias Madrid puede regresar a Panamá cuando así lo desee.

El 6 de septiembre de 1945, siguiendo instrucciones del ejecutivo, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo J. Alfaro, envía nota al nuevo encargado de negocios de Panamá en Buenos Aires, Rodolfo (‘Chapo') Alemán, en donde señala que a solicitud de algunos familiares de Arias Madrid se le remiten los pasaportes especiales número 88 y 89, a favor del expresidente y su esposa, para que puedan volver a Panamá.

Días más tarde, Arias Madrid se apersona junto a su esposa a la legación de Panamá en Buenos Aires. Luego de una amena reunión con Alemán, el expresidente Arias Madrid recibe los documentos de viaje y las seguridades correspondientes.

El 3 de octubre de 1945, acompañado de su esposa aborda un avión de la aerolínea Panagra, que lo traslada a Lima. De allí abordan otro vuelo con destino a Cali, Colombia, donde una avioneta fletada a la compañía Gelabert los trae hasta la ciudad de Panamá.

Casi cinco años transcurrieron desde aquella madrugada en que las fuerzas del gobierno de turno, violentando todos sus derechos ciudadanos, agarraron al político como un fardo y lo embarcaron en un avión con rumbo desconocido. Atrás quedaron muchas lágrimas, una presidencia, un epistolario de cartas y miles de kilómetros recorridos por ocho países que le brindaron refugio.

La tenacidad, la perseverancia y la fe en su destino es sinónimo de grandes hombres. Nunca antes, ni después, se utilizaron todos los recursos de una nación para perseguir a un solo individuo al que los usurpadores de la democracia convirtieron en enemigo público número uno.

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