La cultura como motor de transformación capitalina

Actualizado
  • 11/02/2018 01:02
Creado
  • 11/02/2018 01:02
Uno de los factores más importantes para disuadir el crimen es la convivencia. Jorge Melguizo, consultor colombiano, propone brindar a la población espacios comunes y actividades culturales para abatir la indiferencia y crear sociedades integradas

Hace unos días Jorge Melguizo, un trotamundos latinoamericano con toda la experiencia en la transformación de la ciudad de Medellín, Colombia, visitó Panamá.

Lo que todo mundo le pregunta al consultor en temas de gestión pública, cultura y construcción ciudadana es: ¿cómo hicieron en Medellín para acabar con la inseguridad y hacer de su ciudad una ejemplar? Lo que sigue es, ¿podemos hacerlo en Panamá también?

Melguizo responde afirmativamente, y comparte la receta. ‘Lo principal es nombrar todo lo que no éramos para darnos cuenta de lo que sí éramos', dijo el experimentado consultor.

Haciendo el paralelo con Panamá, uno pensaría que la capital está más estructurada, pero en realidad hay desafíos similares. En Medellín fue muy útil la construcción de una sociedad más consciente de sí misma y de lo que podía ser. ‘En Panamá aún no nos damos cuenta de que nuestra diversidad étnica y sus herencias se pueden convertir en patrimonio', indicó Alejandra Schejelderup, directora cultural y educación ciudadana de la Alcaldía de Panamá.

El éxito de nuestros vecinos se basó —además de una gran coordinación y participación de sectores como el empresarial, policial, gobiernos centrales, etc.—, en reconocer que la antítesis de inseguridad se traduce en convivencia. Esa fue la clave para desvanecer la separación de la población que estaba contenida en una especie de ‘guetos'. Nada distinto de Panamá.

Entre miles de definiciones que se pueden encontrar de cultura, resalta la forma en que uno aprende a convivir con el otro. ‘Latinoamérica se ha construido con una marca muy fuerte de la indiferencia, del no reconocimiento del otro y de la no construcción de esa mayor cohesión social. No somos conscientes de lo que la diversidad cultural puede aportar', apunta Melguizo.

Brindar a la población espacios para conocerse entre sí, sitios culturales y actividades, es clave para el éxito de estos programas de integración. ‘En Medellín hicimos los parques biblioteca en los lugares de mayor pobreza, teníamos todas las apuestas en contra. Hoy a los nueve parques biblioteca entran en promedio 110 mil personas. Nos falta hacer lo que hay que hacer. Esas personas que van al parque biblioteca lo hacen semanalmente y son más de los que asisten al estadio de fútbol', destaca.

Melguizo observa que en Panamá, por ejemplo, hay más centros comerciales que centros culturales. ‘Eso marca un tipo de sociedad. Lo que ha sido y lo que está siendo', expresa el entrevistado.

En Medellín, rememora Melguizo, ‘emprendimos el camino a la transformación cuando comenzamos a conversar entre todos los sectores de la sociedad que antes no nos mirábamos a los ojos: las organizaciones comunitarias, los empresarios, los gobiernos. ‘Cuando entendimos que la otra lógica no era la enemiga sino la complementaria, cuando muchos puntos de vista convergen para poder proyectar la ciudad, y cuando reconocimos todas estas diferencias, empezamos a construir lo que llamamos una capacidad instalada', dice el consultor.

Una sociedad avanza cuando logra un paralelismo de la institucionalidad y de la sociedad civil, esa es la capacidad instalada, según define el consultor. Si no hay institucionalidad es difícil avanzar. La visión del especialista es que generalmente en Latinoamérica existen sociedades adolescentes, aquellas que carecen de símbolos comunes, de referentes comunes, de imaginarios comunes y de proyectos de esta naturaleza.

A poco tiempo de que se cumplan 500 años de fundación de la ciudad de Panamá, en agosto de 2019, hay una gran oportunidad de trazar un proyecto que una y brinde identidad a los capitalinos. Schejelderup lo tiene muy claro, y busca orientar a las minorías y poblaciones originarias o apartadas a desarrollar un sentido de pertenencia en la ciudad.

‘Ya estamos en los barrios a través de proyectos culturales de la Alcaldía sentando a la gente para hablar de la historia de sus abuelos. Todo esto es a través de la lúdica o con dibujos. También se están haciendo cosas interesantes sobre África en América con cortometrajes, historias de patrimonio afros, y música distintiva de estos grupos. Al final, ese cimarronaje es el heredero de esa historia que no sale en los libros', describe Schejelderup.

¿Qué mantiene vigente, después de 500 años de ocupación, a las comunidades indígenas? Ambos coinciden que es la cultura, el gran valor de las poblaciones y sus espacios.

Melguizo sugirió la idea de hacer un esfuerzo legislativo para que en agosto de 2019 se cree un Ministerio de Cultura en Panamá. ‘No es para llenarlo de botellas, sino para crear el eslabón de coordinación en el gabinete y articular soluciones'. Curiosamente, en Colombia uno de los principales opositores a la idea de un Ministerio de Cultura, por la burocracia que caracteriza al aparato gubernamental, fue el premio Nobel Gabriel García Márquez. Pero según Melguizo, ha resultado un excelente motor para el desarrollo cultural de la ciudad de Medellín.

‘Esto debe tener un eje sobre cultura ciudadana, construir la sociedad para una mejor convivencia. También debe velar por la cultura como derecho, y como tercer punto, debe hacer un énfasis sobre proyectos culturales', explica Melguizo.

Ejemplifica que en Medellín, pasaron de 8 a 84 librerías existentes.

Los panameños son el resultado del mestizaje cultural que se dio entre chinos, negros afroantillanos, griegos, franceses, árabes, alemanes e italianos, por señalar solo algunos de los principales grupos que llegaron al istmo con sus costumbres y tradiciones en diversos momentos de la historia. Cada uno de estos grupos plasmó su historia, sus características, pero todos tienen un denominador común: son panameños.

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