Contra la pena de muerte

Actualizado
  • 31/03/2018 02:00
Creado
  • 31/03/2018 02:00
Si el Código Penal es un ‘perro rabioso que solo muerde a las de ruana', las víctimas de la pena de muerte pertenecerían al estamento de los humildes, cuya conducta criminal es armada por una sociedad injusta.

La discusión sobre la pena de muerte no cesará nunca entre los hombres. Ante la magnitud y ferocidad de los delitos, siempre esa pena tendrá partidarios y ante los parientes de las víctimas, no existe otra alternativa.

Pero así como deshilando el ovillo se llega al hilo, deshilando el crimen se llega al hombre. El hombre criminal o simplemente el hombre.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanendo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Ante el hombre cuántas concepciones filosóficas han surgido en defensa de su vida. Se dice, si nadie puede disponer de la vida del hombre, excepto Dios, cómo el Estado sanciona con la muerte al que da muerte a otro. Se agrega, el terrorismo humano no se puede combatir con el terrorismo judicial. Estos criterios, que analizan desde un limitado ángulo el problema, han conmovido a la opinión pública a través de los años que lleva la polémica. Pero donde más se ha centrado toda teoría crítica al respecto es en el debate en torno a la filosofía de las penas. Se sustentan algunas observaciones sociales. Si el Código Penal es un ‘perro rabioso que solo muerde a las de ruana', las víctimas de la pena de muerte pertenecerían al estamento de los humildes, cuya conducta criminal es armada por una sociedad injusta.

Se alega, igualmente, que con la pena de muerte no tiene función alguna el moderno criterio del papel socializador de la pena.

Todo hombre es susceptible de regeneración y de volver al seno de la sociedad como un ser positivo. De igual modo existen tesis morales. Nadie tiene derecho a matar y ni siquiera a matarse. Si bien es cierto que no se castiga al suicida por razones obvias, empero sí se castiga al que incita al suicidio. Todos estos argumentos tienen un colofón: ante el crimen que crece se impone una cruzada educativa nacional contra la violencia y la muerte. El Estado no podría encabezar esa jornada si por Ley fija la pena de muerte.

Históricamente el argumento más sólido esgrimido en contra de la pena capital es el carácter irreparable de dicha pena. Si luego de su ejecución surge una nueva prueba que sustenta la inocencia del ajusticiado, ya nada se puede hacer. No cabría allí recurso de revisión alguno. En el caso de Victoriano Lorenzo, por ejemplo, luego de su fusilamiento cundió el estupor, la condena del pueblo por dicha ejecución. Si Lorenzo hubiera sido condenado a veinte años no hubiera cumplido su pena porque prontamente la sociedad panameña o Belisario Porras que ascendió al poder en 1912 hubiese abierto las puertas de la prisión. Pero ya no se podía reparar el daño. Ante las nuevas evidencias, sólo quedan las lamentaciones...

‘Ante el crimen que crece se impone una cruzada educativa nacional contra la violencia y la muerte. El Estado no podría encabezar esa jornada si por Ley fija la pena de muerte',

CARLOS IVÁN ZÚÑIGA GUARDIA

Un tema tan serio lo deseo ilustrar, sin embargo, de una manera risueña. Mi nieta María de Gloria me dijo: abuelo, te quiero contar un cuento. Una vez se reunieron los animales y dispusieron que cada uno debía contar un chiste, pero establecieron la condición que todos debían reír y si alguno no reía de su chiste sería decapitado, es decir, le aplicarían la pena de muerte; comenzó la jirafa. Contó su chiste, todos se rieron, excepto la tortuga. Le cortaron la cabeza a la jirafa. Le tocó su turno al conejo y también contó su cuento. Todos rieron a carcajadas, menos la tortuga. Le cortaron la cabeza al conejo. Le tocó el turno al ratón. Dijo su chiste y todos rieron también a carcajadas, incluso la tortuga. El ratón sumamente agradecido y con lágrimas en los ojos le dio a la Tortuga: ¿por qué reíste de mi chiste?

Oh, no, dijo la tortuga, es que acabo de entender el chiste de la jirafa.

Tomé mi nieta de la mano, la senté cerca de mí, le expliqué lo que significaba lo irreparable y le dije con toda gravedad: por ese solo motivo estoy en contra de la pena de muerte.

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