Usos y abusos de la historia en el siglo XXI

Actualizado
  • 15/12/2018 01:00
Creado
  • 15/12/2018 01:00
La historia se encuentra siempre conectada con nuestro presente y por ello exige ser más que una herramienta para la pura erudición de datos sin orden ni sentido

Existe una difundida y errónea idea, que considera a la historia sólo como ‘ciencia del pasado', como ejercicio intelectual aburrido y alejado del presente que hoy vivimos, y como tarea de eruditos amantes de lo antiguo y de los archivos. Esta idea de la ‘historia', que cultivan aún reconocidos Profesores e historiadores de toda América Latina, en nuestras universidades, es una visión que el siglo XIX elaboró del oficio de historiador, y que fue criticada, primero por Carlos Marx, y luego, por todas las corrientes historiográficas críticas del siglo veinte.

Pero la historia ha sido siempre y es hoy, un producto intelectual necesariamente conectado e imbricado de mil maneras con su correspondiente presente. En consecuencia, la historia se presenta hoy, igual que ayer, como fruto de las circunstancias más contemporáneas, y como espacio de combate de las luchas más actuales, además de como verdadera herramienta de interpretación del presente. Como conocimiento que nunca es neutral o inocente y que ahora, lo mismo que antes, continúa sirviendo para los más diversos usos sociales, y padeciendo también los mas diferentes abusos.

Porque abusan de la historia los que en estos inicios del tercer milenio pretenden confinarla a ser un mero estudio ‘del pasado', negándole la posibilidad de explicarnos, de manera rica, densa, y con perspectiva temporal, los distintos sucesos de nuestro más actual presente. En cambio, si utilizamos a la historia como instrumento de comprensión del presente, vemos de inmediato el absurdo de su confinamiento pasado.

PERO, LOS HECHOS SON TESTARUDOS, Y ES CLARO QUE HOY NO ES POSIBLE HACER UNA HISTORIA SERIA SIN ABARCAR TAMBIÉN LAS REALIDADES DE LA VIDA COTIDIANA DE LOS CAMPESINOS Y DE LOS GRUPOS MAYORITARIOS DE LAS CIUDADES, DE LOS OBREROS Y DE LOS INDÍGENAS, DE LAS MUJERES Y DE LAS CLASES SOCIALES OPRIMIDAS

Porque al observar con más atención esta realidad presente nos asaltan dudas obvias. ¿No es evidente que el catastrófico gobierno de Donald Trump, que hoy padece el mundo entero, tiene parte de sus raíces en los gobiernos conservadores de Reagan, Bush padre y Bush hijo, que han promovido el militarismo y la guerra como medios de paliar la irrefrenable decadencia hegemónica de Estados Unidos, que vivimos desde hace ya medio siglo? ¿Y no es claro que dicha decadencia hegemónica solo puede comprenderse si nos remontamos al inicio de este ciclo de esa hegemonía planetaria de Estados Unidos, que se inició hacia 1870? Lo que nos demuestra, en este único ejemplo mencionado, que en cualquier presente determinado, se imbrican siempre para su adecuada explicación los mas distintos hilos y raíces de múltiples pasados, que lo mismo remontan a periodos de lustros o décadas, que a siglos y milenios.

Pero Dios no reinventa el mundo cada siete días, ni la humanidad hace nunca tabla rasa de su pasado, y así la historia, lejos de ser la disciplina que estudia el pasado, es más bien, como afirma Marc Bloch, la ciencia que estudia toda ‘la obra de los hombres en el tiempo', incluyendo desde la más antigua prehistoria humana hasta el más candente y actual presente.

Y también abusan de la historia los que, pretendiendo darnos con ella un conocimiento supuestamente ‘neutral' y ‘objetivo', solo legitiman y validan las gastadas versiones de la historia oficial. Porque repitiendo que ellos sólo ‘narran los hechos tal y como han acontecido', los historiadores oficiales latinoamericanos sólo justifican que los vencedores actuales tenían que vencer, y que los poderes hoy dominantes, dominan por una inevitable necesidad supuestamente ‘histórica'. Pero al repetir de esta manera acrítica el discurso de los vencedores, y postrarse cómoda y pasivamente frente a los supuestos ‘hechos consumados y acontecidos', este tipo de historia olvida que de las múltiples narrativas paralelas que conforman siempre la trama real y compleja de las sociedades, ella está observando solo a una, a aquella que resultó provisionalmente triunfadora en la batalla.

REPITIENDO QUE ELLOS SÓLO ‘NARRAN LOS HECHOS TAL Y COMO HAN ACONTECIDO', LOS HISTORIADORES OFICIALES LATINOAMERICANOS, SÓLO JUSTIFICAN QUE LOS VENCEDORES ACTUALES TENÍAN QUE VENCER, Y QUE LOS PODERES HOY DOMINANTES, DOMINAN POR UNA INEVITABLE NECESIDAD SUPUESTAMENTE ‘HISTÓRICA'.

Porque, si como afirmó Hegel, las cosas no solo se hallan en su resultado, sino también en todo el proceso complejo que conduce a dicho resultado, entonces los ‘hechos consumados' no tienen sentido, sin la reconstrucción de esas múltiples líneas de las historias alternativas y en conflicto, que solo después de oponerse y de combatir hasta el final por imponerse sobre las otras, terminan por ‘decidirse' en tal o cual sentido específico. Y entonces, como debajo de esos pasados vencedores, están todavía vivos y actuantes los muchos pasados vencidos, la historia que atiende solo a los primeros, termina forzosamente rindiendo culto a los actuales dominadores, encubriéndose en una imposible y nada inocente ‘neutralidad', y siendo en el fondo solidaria de esa gastada historia oficial mencionada.

Sin embargo, si la historia que queremos elaborar hoy en América Latina debe estar a la altura de los progresos actuales de la ciencia histórica mundial, no podemos contentarnos con esa versión limitada y complaciente de los hechos históricos, sino que tenemos que incorporar, junto a las razones de la victoria temporal de los actuales vencedores, también la historia de las resistencias, de las luchas y de las encrucijadas, restituyendo el papel esencial de los vencidos, que, aunque estando por el momento derrotados, sobreviven todavía y continúan allí, haciendo y construyendo la historia, y edificando callada y subterráneamente otras líneas de los posibles futuros alternativos de nuestro más actual presente.

Y es otro abuso más el que encierra la historia en el estudio de los ‘hechos resonantes' o espectaculares del drama social, creyendo que lo relevante en términos históricos es idéntico a lo que ‘hace ruido', y a lo que atrae la mayoría de las miradas de los protagonistas de la historia. Y entonces esa historia solo conoce ‘grandes héroes' y ‘fechas gloriosas', y se olvida de las masas populares y de las clases sociales.

Aguirre Rojas, C. A., Antimanual del mal historiador.

Aguirre Rojas, C. A., Pensadores Críticos del 'Largo Siglo XX'.

Bloch, M. Apología para la historia o el oficio del historiador.

Benjamin, W., Tesis sobre la historia y otros fragmentos.

Pero los hechos son testarudos, y es claro que hoy no es posible generar una historia seria sin abarcar también las realidades de la vida cotidiana de los campesinos y de los grupos mayoritarios de las ciudades, de los obreros y de los indígenas, de las mujeres y de las clases sociales oprimidas, estudiando, de igual manera, los procesos económicos generales, los conflictos y las luchas sociales de las grandes masas de las poblaciones, así como las formas de conciencia y las dimensiones de la cultura popular y del imaginario colectivo de los grandes grupos sociales.

Y también es abusar de la historia el banalizarla, reduciéndola a ser una simple variante de la erudición. Porque amontonar hechos y detalles, con cifras, lugares y con referencias de archivos a pie de página no es tampoco hacer historia. Eso es, en el mejor de los casos, solo acumular y ordenar materiales para luego contar una verdadera historia, y, en el peor de los casos, solo derramar tinta y apilar nuevo papel de poca utilidad.

Porque es traicionar al oficio de historiador el querer continuar en estos comienzos del nuevo milenio cronológico elaborando una historia puramente erudita, que acumula información sin discriminarla, sumando solo testimonios y datos sin orden ni sentido alguno. En lugar de ello, la historia que es preciso defender hoy es una historia necesariamente razonada y explicativa, que comprende y hace comprender con coherencia los porqués y los cómos profundos de los hechos, fenómenos y procesos históricos, develando las articulaciones causales del problema que estudia y ‘resituando' siempre a este último dentro de horizontes y perspectivas vastas y globales.

Estos son sólo algunos de los dilemas principales de la ciencia histórica actual, en nuestra siempre rebelde e inquieta América Latina.

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