Intervención y Dictadura

Actualizado
  • 23/03/2019 01:00
Creado
  • 23/03/2019 01:00
Prólogo del Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia ‘El Patriota' a la obra titulada ‘Intervención y Dictadura' del Dr. Guillermo Rolla Pimental, publicada en el año 2001

No resulta fácil escribir el prólogo de un libro que relata las experiencias vividas por un desterrado; el ritmo emocional de la obra podría poner en evidencia que el examen del prologuista es semejante a la fría observación del facultativo de los males que afectaron y afectan al paciente. Sin embargo, desde la primera línea hasta la última palabra de este libro del Dr. Guillermo Rolla Pimentel, mi entendimiento no tuvo pausa para dejar de condenar los abusos de la dictadura militar que se inició en Panamá el 11 de Octubre de 1968.

La premisa política de los enjuiciamientos del Dr. Rolla Pimentel se fundamenta en el hecho de que nada justifica el golpe militar al Gobierno Constitucional del Dr. Arnulfo Arias, golpe que no recibió apoyo del pueblo panameño y que respondía exclusivamente a las ambiciones políticas de sus protagonistas. Al darse el golpe, sólo algunos políticos corruptos y desplazados del poder concurrieron a los cuarteles a testimoniar su satisfacción y apoyo.

Ante la inesperada acción subversiva ejecutada a escasos días de haber iniciado el Dr. Arias su gestión presidencial, las bases del partido depuesto, los universitarios y otras unidades civilistas comenzaron a organizar la resistencia. A partir del mismo 11 de octubre los alzados iniciaron la represión, la que se mantuvo como política hasta el mismo día en que cayó la dictadura militar, 21 años después de su fatídica instauración.

El Dr. Rolla Pimentel fue uno de los primeros civilistas que se comenzó a preparar para enfrentar todas las contingencias previsibles.

Él era consciente de su capacidad de trabajo, de su sólida preparación científica y política forjada en la sociedad chilena y en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, y armado sicológicamente de la fe y confianza que otorga el conocimiento se incorpora a la lucha clandestina hasta noviembre de 1968, fecha en que fue detenido y luego en marzo de 1969 marcha al exilio y durante su duración de casi diez años, mantuvo en alto su valor personal, su espíritu de sacrificio y su consagración a la causa de la democracia.

Su estilo de lucha lo llevó a confrontar dificultades con otros exiliados, pero nunca se puso en duda su lealtad al compromiso anti-militarista. La calidad e intensidad de su militancia opositora hizo posible que los militares mantuvieran una permanente campaña panfletaria en perjuicio de la honra del Dr. Rolla Pimentel.

En los primeros años de la dictadura, toda gestión opositora conducía a vivir en sobresaltos y en episodios llenos de grandes riesgos. Las libertades públicas estaban totalmente proscritas, los partidos políticos fueron abolidos, la Asamblea Nacional fue clausurada, el Órgano Judicial fue sometido a la voluntad de las botas, no funcionaban desde luego las garantías constitucionales y no existía otro orden que el emanado de la voluntad caprichosa y autoritaria del Estado Mayor y en particular de su Comandante en Jefe.

Entonces las cárceles estaban atiborradas de adversarios políticos y de disidentes civiles; se instauró la tortura como instrumento de intimidación y muerte, y comenzaron a abrir las fosas comunes en los patios de los cuarteles y a fusilar a los guerrilleros.

‘LAS GESTAS PARA DERROCAR A LA DICTADURA NO ESTABAN DIRIGIDAS A LA SATISFACCIÓN DE APETITOS BASTARDOS NI A LA CORONACIÓN FUTURA DE UNA VIDA INMERSA EN EL BOATO Y LA CORRUPCIÓN'.

El estilo de represión impuesto no tenía antecedentes en el país. Nunca un gobernante panameño abrió fosas comunes para sepultar a sus adversarios ni nunca el asesinato sellaba una acción opositora. Estos puntos negros desvalorizan moralmente todo intento de hacer comparaciones sobre el papel que jugaron en la historia los dirigentes totalitarios y los dirigentes demócratas.

La historia política de Panamá, de 1903 a 1968, sólo registra la existencia de dos desterrados por los gobiernos civiles de turno. El primero fue el Dr. Demetrio A. Porras, a finales de la década del 30 y el segundo fue el Dr. Arnulfo Arias en octubre de 1941. Pero a partir del 11 de octubre, se inició la gran diáspora hacia diversos territorios del mundo de hermanos panameños perseguidos por la Dictadura. Se llegó al extremo de anunciar como táctica intimidatoria, que la Fuerza Aérea Nacional tenía un avión con los motores encendidos para trasladar a otros países a los ‘sediciosos' civilistas.

Panamá, a lo largo de su existencia, siempre fue asilo para las víctimas de la tiranías y éstas víctimas eran acogidas con generosidad; los istmeños nos ufanábamos de que las diferencias políticas no llevaban a los gobernantes al extremo de disponer del destino de sus adversarios. De modo que al estrenarse la práctica del destierro no existía entre los panameños del siglo XX la ‘cultura' del extrañamiento y se percibía que el hecho era un castigo muy grande para los perseguidos y sus familiares.

Lo que no se ha inventariado aún es cuáles han sido los descalabros económicos de los exiliados, el rompimiento de los vínculos conyugales por razón del exilio, la desintegración familiar porque los hijos fijaron su domicilio para siempre fuera del país, los que murieron no sólo en virtud de los fusilamientos o en las cárceles sino también en otras tierras; tampoco se ha escrito sobre la desventura del pan amargo que brindaba subsistencia a cada exiliado rumiando sus privaciones y recuerdos de la patria lejana y de los suyos.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

El Dr. Rolla Pimentel nos brinda el testimonio de todo cuanto sufrió e hizo, de cuanto se hacía y soñaba en el exilio y de las mil peripecias afrontadas. En el enjuiciamiento de algunos personajes nacionales y extranjeros comprometidos con la dictadura se utiliza un lenguaje descarnado y duro, a pesar del apaciguamiento que podía dispensar el tiempo trascurrido; los afectados tendrán la oportunidad de aclarar responsabilidades endosadas para el juicio final de la Historia.

El Dr. Rolla Pimentel con su trabajo le dedica al país una valiosa versión sobre una etapa crispante de la Patria que no debe repetirse. Lo hace con vigor y en algunos aspectos con deliberada temeridad. Su voz es una especie de índice acusador que emerge del fondo de su sufrimiento como desterrado. Su gestión debe ser imitada por todos los que sufrieron los rigores del ‘proceso' militar, bien sea como exiliado o como prisionero.

Los deudos de aquellos que murieron también deben dejar su palabra de dolor. Yo como preso que fui de la dictadura durante 90 días, estoy en mora con mis reflexiones totales y he de confiar que en los meses que están por venir, publicaré mis vivencias sobre aquellos días de persecución y de terror.

Las vicisitudes vividas por el Dr. Rolla Pimentel, las tragedias sufridas por otros panameños, los esfuerzos que agotaron la lucha de nuestro pueblo en su conjunto, representan el anhelo indeclinable de vivir en democracia.

Las gestas para derrocar a la dictadura no estaban dirigidas a la satisfacción de apetitos bastardos ni a la coronación futura de una vida inmersa en el boato y la corrupción; estas gestas tenían por norte la búsqueda de la Democracia y de la paz interior de los panameños.

También tenía por objetivo muy concretamente lograr un Estado de Derecho, con la única existencia de los tres poderes básicos; el Legislativo, el Judicial, y el Ejecutivo, sin la interferencia ofensiva, coercitiva y hegemónica de la Fuerza Pública, como ocurría en la famosa Constitución de los cuarteles, hoy vigente para el rubor de tantos hipócritas de la política civilista.

La dictadura que se preparó sin misericordia para el entierro, el destierro y el encierro de sus adversarios debe ser denunciada permanentemente, sin olvidos, por quienes fueron víctimas de ella, como lo hace muy legítimamente el Dr. Guillermo Rolla Pimentel; es la única manera de lograr que nunca más el panameño padezca de un Gobierno que cultive la maldad como satisfacción y como política.

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