Historia: el Panamá que se funde en la riqueza de su identidad

Actualizado
  • 06/11/2019 00:00
Creado
  • 06/11/2019 00:00
El Istmo dispone de una grandeza expresada en las batallas ganadas de su multiculturalidad. Su gente marca la pisada de una idiosincrasia que ha evolucionado históricamente en el reconocimiento del otro

¿Qué es la identidad cultural y qué tanto nos define como nación? Para algunos encierra tradiciones, valores y costumbres que preservan la idiosincrasia. Para otros, es el aroma a café bocatoreño, los colores del Casco Antiguo, nuestra música, los matices de las calles que nos acogen en el vaivén cotidiano, el andar citadino de las multitudes, la voz de un pueblo expresada en la capacidad de redescubrirse o cada elemento material que constituye el ayer y el ahora de nuestro carácter y gentilicio.

Si bien podría entenderse también como la propia dialéctica social y el reconocimiento gentil de unos hacia otro, con su diversidad, vale la pena revisar de qué manera ha evolucionado esta identidad en Panamá.

Al hablar de la realidad istmeña en particular, vemos que la identidad cultural tiene amplios matices. Las manifestaciones son tan diversas como arraigadas en el sentir nacional. Una realidad que ha inundado a diferentes generaciones. Katti Osorio, directora Nacional de Patrimonio Histórico, comparte que la identidad “ha tenido varias etapas con diferentes visiones de sí misma: Panamá, el pueblo de pescadores originarios; Panamá española; Panamá bolivariana y colombiana, como estado federal, y Panamá republicana”.

“Considerando a los primeros originarios que le llamaron Panamá a su terruño y cuya historia apenas conocemos, el nombre Panamá ha estado asociado a diferentes identidades culturales, y distintos grupos de poder que moldearon en cada etapa lo que significaba ser panameño”, expresa.

Osorio explica que en el Panamá indígena la organización social y administrativa del territorio era otra, mientras que en el Panamá español existía una sociedad que se consideraba a sí misma europea, donde los símbolos de prestigio, el acceso y la estructura social estaban construidos a partir del poder real, el poder eclesiástico y el poder Municipal.

“Panamá ciudad bajo España, se consideraba blanca y europea, con los grupos humanos afro e indígena en la base de su pirámide social, que incluía los sistemas esclavistas. A partir del intenso mestizaje, las guerras de independencia en América, la influencia de Bolívar y la tardía independencia de Panamá de España en 1821, la visión de Panamá era gobernada por las élites que se consideraban blancas, donde los grupos mestizos, afro y pueblos originarios no tenían expedito acceso a la toma de decisiones ni a los principales puestos de poder”, recuerda.

La Directora de Patrimonio Histórico, cuya vinculación con la cultura nacional es estrecha, asegura que “el poder criollo, aún sujeto al colorismo, asciende al final de la colonia española desde los municipios, de donde nace el impulso libertario con el grito de La Villa de Los Santos y luego el Cabildo Abierto en el Municipio de Panamá, donde se declara el Acta de Independencia”.

“La República que nace al final de la Guerra de los Mil Días con los movimientos independentistas respaldados por los Estados Unidos de América para obtener a perpetuidad la franja de territorio en el Istmo donde construir el Canal de Panamá, dio como resultado una República que nació herida”, reflexiona.

De acuerdo con Osorio, estos hechos marcaron un punto de inflexión en el que el gobierno enfrentó la necesidad de utilizar la historia y el patrimonio histórico “como escudo” contra las acusaciones internacionales de que Panamá no era sino un subproducto del Canal de Panamá,

“Juan B. Sosa escribió bajo contrato del gobierno la primera Historia de Panamá oficial, que refleja la mirada hacia el país de las élites de su época: no mestiza sino criolla, blanca e ilustrada, donde era necesario civilizar a los indígenas como parte del pacto social, y lo afro era mirado con suspicacia”, enuncia.

Agrega que las primeras leyes de migración forjaron la visión de contener el mestizaje. “Las luchas en otros países por la equidad para las mujeres, los afro, los indígenas y la diversidad humana, hallaron adalides en Panamá y la identidad cultural puso su mirada en Azuero, con las expresiones culturales de los grupos que aún luchaban por la equidad complementando la narrativa del panameño como campesinos blancos o mestizos, con sombrero a la pedrada y pollera de gala”.

Osorio comparte que la necesidad de construir una visión unificada de Panamá como proyecto de nación llegó a su cúspide con la Constitución Política de la República, la de 1946 y la de 1972, “donde se reconoce y devuelve la nacionalidad a los descendientes de antillanos cuya lengua materna no era el español, las guacas indígenas dejan de ser bienes comerciales y lo arqueológico pasa a ser reconocido como patrimonio histórico, y éste es definido por la Constitución de 1972”.

El ahora

“Aquí Panamá se mira a sí misma reconociendo iguales a todos sus hijos, pero aún hay grandes brechas sociales de falta de acceso y discriminación. Esta última etapa republicana, la más reciente de sus más de 500 años de historia, es la nuestra, porque la estamos viviendo ahora y más aún con el esfuerzo por reformar la Constitución Política”, continúa.

Además menciona que con la creación del Ministerio de Cultura, se reconocen los derechos culturales como derechos humanos y elementos esenciales para la construcción de ciudadanía, con el patrimonio histórico de todos los grupos como base y escenario de las identidades culturales.

Este paso, según describe, también ha sido fundamental como plataforma para la economía cultural, el acceso igualitario a la educación y la movilidad social, “hacia los espacios públicos de discusión sobre el Panamá que queremos”.

“Sabemos que no debe haber discriminación, pero esto todavía está saliendo del terreno teórico para llegar a la práctica. En esta etapa, hemos llegado al reconocimiento de la diversidad cultural y esto es parte de la evolución constante de qué es Panamá, y quiénes somos los panameños”, sostiene.

Una realidad en la que coincide Aristides Ureña Ramos, maestro del arte contemporáneo. “Somos un país formado por una mezcla multirracial que nos hace únicos. A esa riqueza se suman los símbolos y sentimientos patrióticos que unen a nuestra nación”.

El artista opina que “necesitamos promover de una manera lúcida, ese fenómeno que nos diferencia en todo el mundo y la manera en la cual se está cuajando nuestra identidad”.

“Panamá es un territorio de tanta diversidad, lo que hace interesante nuestra evolución”, prosigue. Y “contamos con un folclore tan rico que nos une y es el sostén que nos identifica”.

Para Ureña, “el proceso de consolidación de la identidad panameña no se ha cerrado” y “somos un país que absorbe —hasta el día de hoy— culturas que siempre conformarán nuestra identidad”.

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