Cuando los ríos crecen como las fortunas

Actualizado
  • 28/11/2020 00:00
Creado
  • 28/11/2020 00:00
Yo soy un entusiasta espectador de los ríos rebeldes cuando no hacen daño. Se produce una fuerza avasallante, como mínimo maremoto, que inspira tanto respeto como temor. Es una corriente impetuosa, encrespada, que corre de tumbo en tumbo, locamente, hasta perderse en la lejanía.

En estas últimas semanas las regiones altas de Chiriquí también han sufrido los embates de la naturaleza. Sus ríos, enfurecidos, se han salido de madre y la población ha vivido horas y días de natural preocupación. A diferencia de otros sectores del país angustiados por los proyectos fiscales, Boquete vive prioritariamente las amenazas de las inundaciones.

Cuando los ríos crecen como las fortunas

En la región se observó la inesperada sublevación del río Caldera. Desde el mirador de mi hogar vi, por momentos, el desbordamiento del río, buscando sus lechos perdidos. De pronto la neblina densa y el bajareque incansable solo me dejaba conectado con el ruido ensordecedor de las aguas que bajaban por el valle arrastrando las piedras y las escorias del camino.

Yo soy un entusiasta espectador de los ríos rebeldes cuando no hacen daño. Se produce una fuerza avasallante, como mínimo maremoto, que inspira tanto respeto como temor. Es una corriente impetuosa, encrespada, que corre de tumbo en tumbo, locamente, hasta perderse en la lejanía.

En esta última creciente del río Caldera encontré motivo para recordar las palabras de un jovial empresario de David. Los ríos, decía, crecen, se agigantan con las aguas sucias. Así son las fortunas de los malos políticos. Los ríos como las malas fortunas nunca crecen con aguas claras.

Al observar el tumultuoso correr de las aguas turbias del Caldera, veía danzar en ellas tantas fortunas sucias, acrecentadas, de delincuentes que ayer tenían un caudal de arroyuelos o charcas y hoy poseen océanos de riquezas. Realmente me divertí en estas crecientes porque me dediqué a mirar, en mi realismo mágico, el paso de tantas fortunas y de nuevos ricos en la cresta del río enfurecido. Me los imaginaba y los identificaba.

El boqueteño conoce bien lo singular de su naturaleza. A partir de diciembre, la nortera, como aquí se le llama al viento del norte, se hace presente y la temperatura baja notablemente. Los cafetales que demoran en sazonar sus frutos sufren los rigores del viento. Las hojas caen y la ruina de la próxima cosecha queda también sellada. Desde hace más de un lustro el tiempo se ha vuelto inamistoso con la agricultura en Boquete. Esta especie de penitencia ha sido aprovechada por los compradores foráneos. Los que persisten en su viejo hábito de labriego llevan a cuesta la crisis de la producción y el amontonamiento de las deudas sin alivios bancarios. Los que se dedican a otras actividades agrícolas sufren los impactos sistemáticos de la naturaleza hostil. Porque después de las inundaciones se acentúa la nortera, marchitando incluso el tremendo esfuerzo que significa la Feria de las Flores de cada enero.

El temporal de viento y lluvia que actualmente sacude estos parajes igualmente daña los caminos y torna débiles los soportes de los puentes. En cuanto a los caminos, la carretera de Jaramillo Arriba, la que lleva al hotel Los Establos, a las cabañas de la montaña y el valle, al jardín de diversión infantil El Explorador y a decenas de hogares y fincas cafetaleras, parece un camino de Irak luego de pasar por allí las bombas de mister Bush. Los puentes ubicados cerca de la feria y del hotel Panamonte constituyen una vergüenza por su estado de deterioro tan impropio de un lugar que se divulga como un paraíso turístico. En estos días fue de tal dimensión el peligro provocado por las lluvias, que se prohibió el uso de estos puentes.

Hace 30 años el Caldera se desbordó y causó daños en vidas y bienes. Aún falta la mano gubernamental previsora que ordene la canalización del río. También falta una política urbanística que impida la construcción de viviendas en las orillas del Caldera. Los pueblos siempre quieren vivir al lado de sus ríos, como que desean una mortaja que se adecue a las coplas de Manrique:

“Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir”.

En pequeño en estos días se vivió en Boquete la experiencia producida por la caída del puente sobre el río Chiriquí, ocurrida hace un par de décadas. Los tropiezos vividos en aquella época son trivios preavisos de los que ocurriría en el país si el puente de las Américas se desploma, razón más que suficiente para ponderar la construcción del puente Centenario, obra previsora atendiendo objetivamente la razón de su existencia, como pudo ser el invisible y costoso Van Dam.

Escribo estas líneas al amanecer del jueves 20 de los corrientes. El bajareque no cesa, el río sigue creciendo y creciendo, la neblina torna ciego todo mirar y el volcán Barú duerme en los brazos de una naturaleza misteriosa y fría sin otra frazada que la que por años le ha proporcionado la fidelidad y la orgullosa admiración de sus hijos.

Es una ventaja verificar ahora, al observar las aguas sublevadas, que las malas fortunas como los ríos solo crecen con aguas sucias. Nunca el Caldera trepida, corre y vuela por sus milenarios cauces con crecidas de aguas claras. Son muy curiosos los símiles y lecciones que ofrece la naturaleza.

Publicado originalmente el 22 de enero de 2005.

Cuando los ríos crecen como las fortunas
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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