Naciones Unidas o desintegración

Actualizado
  • 23/01/2021 00:00
Creado
  • 23/01/2021 00:00
En la legítima defensa subjetiva personal hay de por medio un amago, una acción que se presume, pero que en la realidad no existe. Si los inspectores de la ONU llegaran a informar que efectivamente Iraq tiene armas de destrucción masiva como las tienen otros países impunemente y Hussein amenaza con usarlas en cuestión de días, de horas, como inminente, contra España, Inglaterra o Estados Unidos, entonces se podría hablar de una guerra defensiva.
Naciones Unidas o desintegración

En mi anterior artículo decía que el día menos pensado, gracias al poder de la palabra, al poder del convencimiento, amanecería un mundo enteramente nuevo y se anunciaría como si fuera una hermosa explosión. Pocas horas después de aquella publicación, más de 60 ciudades registraron multitudinarias manifestaciones a favor de la paz. Incluso en la ciudad de Panamá algunos sectores sacudieron el marasmo que cubre nuestro espíritu público y unieron su brazo solidario al testimonio pacifista. En los países cuyos gobiernos propician la guerra en Iraq, la presencia antibélica en las calles fue impresionante. En España, Inglaterra y Estados Unidos una pancarta llenó de esperanzas al mundo: ¡Se va a acabar, decía, esa costumbre de matar!

Si las manifestaciones constituyeron un signo de madurez moral, la reacción de los gobiernos partidarios de la guerra fue relativamente trascendente porque aplazaron el inicio de las hostilidades y comenzaron a dar énfasis a una solución diplomática. Ese aplazamiento puede ser definitivo si el dictador Hussein llega a comprender el reproche que los manifestantes enviaron a su gobierno. Los pacifistas del mundo condenaron por igual la guerra y la dictadura, porque aquello fue una concentración de seres libres que quieren la paz y la democracia.

Los seres libres de todos los países son partidarios del pueblo iraquí y no quieren que dicho pueblo siga bajo la opresión de los totalitarios o caiga en el tormento de la guerra. Esa posición que distingue a los libres es lo que da personería moral para condenar la guerra. Hay limpieza de conducta si se condena la intervención extranjera y por igual se condena la imposición interna. En el caso panameño de 1989 están descalificados quienes repudian la invasión, pero aplauden la dictadura. El sábado pasado, el pueblo en las calles del orbe dio la lección correcta: ni invasiones ni tiranía.

La movilización mundial contra la guerra y el despotismo otorgó jerarquía moral a los pacifistas. Los partidarios de la guerra dijeron que la protesta era una reacción moral y no política. Tal señalamiento debe entenderse como una confesión muy subalterna, por cierto, pero nunca como una censura. La política responde a intereses. Los intereses generalmente son egoístas, están divorciados del altruismo y convierten la vida y las acciones en cálculos, en rutilantes monedas o en fecundos pozos de energía. La moral responde a los valores culturales de la humanidad. La pancarta contra la muerte es de vieja data porque bajó a la Tierra en las Tablas de Moisés: ¡No matarás! Principio este de singular contenido moral que pasó a la codificación penal el día que se humanizó lo que había de ruin o de troglodita en el cerebro de los seres humanos.

¿En qué momento los pueblos del mundo acabaron por comprender que integralmente el problema de Iraq y de la guerra es primero que toda una controversia moral? El momento llegó cuando el papa Juan Pablo II tomó cartas en el asunto, se pronunció contra la guerra y envió un delegado al dictador de Iraq para que cumpliera las resoluciones de desarme dictadas por la ONU. A partir de ese instante, los pueblos pacifistas estimulados por la conducta papal definieron sus objetivos: no a la guerra, no al dictador, sí a la paz. La posición del Papa constituyó el apoyo más significativo que recibió la tesis pacifista.

Naciones Unidas o desintegración

Además, no solo está en juego la paz, también está en juego la legalidad y el poder de coerción de los organismos internacionales. Si la guerra se desata sin el consentimiento del Consejo de Seguridad, esa estructura de paz y de seguridad que representa la ONU se haría añicos y quedaría el mundo sin la protección de la equidad. Se volvería a la ley de la selva donde primaba la garra del más fuerte y no el poder de la justicia. Esta posibilidad es el peligro mayor que en la hora actual gravita sobre la sociedad del siglo XXI.

Hay otros principios en juego. La única guerra posible es la que emerge de la legítima defensa. Es una guerra no querida, pero es una guerra honrosa. La guerra defensiva es la repuesta a una agresión actual, injusta, real y objetiva. La guerra defensiva no es lo mismo que la guerra preventiva como lo quieren hacer ver los partidarios de un ataque frontal e inmediato a Iraq. Lo más semejante a la guerra preventiva entre las naciones es la legítima defensa subjetiva entre las personas. Pero nada es más peligroso que descansar en la subjetividad para desencadenar una catástrofe. Además, en la legítima defensa subjetiva personal hay de por medio un amago, una acción que se presume, pero que en la realidad no existe. Si los inspectores de la ONU llegaran a informar que efectivamente Iraq tiene armas de destrucción masiva como las tienen otros países impunemente y Hussein amenaza con usarlas en cuestión de días, de horas, como inminente, contra España, Inglaterra o Estados Unidos, entonces se podría hablar de una guerra defensiva.

Es necesario que estos principios tengan en la ONU a su custodia, y no dependan de los dictámenes de los presuntos afectados. Solo así el derecho internacional podría convertirse en bozal, a través de la ONU, de los impulsos guerreros de los poderosos.

En este conflicto los pueblos europeos han puesto sobre la mesa sus cartas afectivas: Desean la paz. El carácter experimentado y sufrido de los europeos, luego de haber soportado tantas guerras, los hace partidarios de la paz. El mundo estadounidense también tiene definido su querer íntimo y su militancia, después de haber sentido los estragos del terrorismo el 11 de septiembre. ¿Quiénes sufrieron en Europa y en Estados Unidos los efectos de la guerra y del terrorismo? Sus pueblos.

Si hubiera alguna fórmula para que cesen las satrapías sin que sus pueblos se conviertan en torres gemelas, es decir, en víctimas inocentes, el mundo se congregaría en manifestaciones permanentes para darle vigencia. Asimismo, debe encontrarse la fórmula para combatir el terrorismo sin caer en la guerra o en el genocidio de pueblos igualmente inocentes.

Mientras se encuentre esa fórmula, todos los Estados deben someterse a los rigores de las Naciones Unidas, único instrumento de paz, de seguridad y de democracia que tiene tareas morales y políticas que cumplir en el globo terráqueo. Sin las Naciones Unidas, los Estados, sobre todo los débiles, surcarían los cielos tormentosos sin destino como si fueran simples cometas reventadas o naves espaciales en proceso de desintegración.

Publicado el 22 de febrero de 2003.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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