Niños migrantes 'guerreros' para sobrevivir a la selva de Darién

Actualizado
  • 22/03/2023 00:00
Creado
  • 22/03/2023 00:00
“Guerreros”, repiten las madres, hijos guerreros que han aguantado largas caminatas, hambre, sed, calor, picaduras de insectos, superar ríos y cerros, para sobrevivir a la selva de Darién en su ruta hacia Estados Unidos.
Adultos y niños migrantes hacen fila en la comunidad de Bajo Chiquito para ser trasladados a la Estación de Recepción Migratoria (ERM) de San Vicente.

“Guerreros”, repiten las madres, hijos guerreros que han aguantado largas caminatas, hambre, sed, calor, picaduras de insectos, superar ríos y cerros, para sobrevivir a la selva de Darién en su ruta hacia Estados Unidos.

Recién salidos de esta selva que hace de frontera natural entre Colombia y Panamá, los migrantes llegan hasta la conocida como Quebrada del León, donde les esperan piraguas de indígenas que los descenderán por el casi seco río Tuquesa hasta Bajo Chiquito, una pequeña población emberá donde podrán descansar.

“Mis dos hijos, unos guerreros totalmente, han aguantado lluvia, frío, sol, han dormido en piedras, a la intemperie, en la selva... hemos pasado todos los riesgos del mundo”, afirma a EFE la venezolana Daiana Ruiz mientras hace cola para subir a una canoa.

A su lado está su esposo, que ha ido cargando con la hija. “Tantas escalas, tantos precipicios, ríos porque pasar, y él fue el que me trajo a la niña”, explica Ruiz, que salió de Venezuela, dice, para poder dar un futuro a sus hijos, una buena educación.

La madre está cansada, e indignada. En la selva, como al resto del grupo, les robaron unos uniformados encapuchados. “Apuntaron a los niños con pistolas y nos quitaron todo el dinero que teníamos. No querían papeles, bolsos, ellos no querían nada, lo que querían era dinero nada más. Donde revisaran y alguno tuviera dinero que no hubiera entregado, lo dejaban ahí con ellos”.

También robaron al grupo de la venezolana Jessenia Pérez, de 30 años, que viaja con diez niños, entre hijos y sobrinos.

La joven piensa en otros migrantes que intentarán como ellos atravesar la selva, y les lanza una recomendación que repiten otros recién llegados: “Si ustedes vienen, en grupos grandes, no se queden atrás, porque los que van atrás sufren lo peor, robo y de todo”.

Pero si se viaja con niños uno va más lento, y los peligros se multiplican. “Lo más difícil fue una de las lomas que subimos, donde estuvimos a punto de perder la vida”. Allí tenían que ir pasando poco a poco a cada uno de los pequeños, con cuidado, despacio. “Entonces te quedas solo y es más riesgo quedarte un grupo mínimo. Escuchamos gritos, escuchamos de todo en las noches cuando acampábamos. Es bastante fea la experiencia, de verdad que no le recomiendo a nadie venirse por la selva", dice la madre.

Éxodo desde Sudamérica

Pero el éxodo no cesa, con familias migrantes con niños que siguen atravesando la selva de Darién, cada vez más.

Según datos de las autoridades panameñas recopilados por Unicef, de las 45.727 personas que atravesaron Darién entre enero y febrero de 2023, 9.656 eran niños, lo que supone un número siete veces mayor al registrado en el mismo periodo del año anterior.

“El flujo ha aumentado significativamente, con el año pasado terminando en 248.000 migrantes en total, de estos 40.000 fueron niños y adolescentes. Este año lo que estamos viendo es un incremento mucho mayor al del año pasado”, afirmó a EFE Margarita Sánchez, oficial de protección infantil en emergencias de Unicef.

La cooperante colombiana se encuentra en San Vicente, uno de los centros de recepción migratoria que las autoridades panameñas instalaron en el sur del país para atender a los migrantes antes de enviarlos en autobuses hacia el norte, a la frontera con Costa Rica.

Allí Unicef provee de atención sanitaria, tanto a niños como a madres, y cuenta con un espacio amigable donde intentan por medio de juegos o bailes que los pequeños “vuelvan a ser niños”.

“Los niños tienen que cruzar una selva donde ven cosas que a su temprana edad no deberían ver, están expuestos a muchísimos riesgos (...) Lo que identificamos son niños con muchas afectaciones emocionales, también psicológicas. Tienen miedo, hay un tema de no querer alejarse de sus papás, y de tristeza también”, explica Sánchez, además de identificar, añade, cuadros respiratorios, diarrea, vómitos, o infecciones en la piel.

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