Futuro de la Diplomacia de Cumbres, ¿fatiga o avance?

Actualizado
  • 04/03/2012 01:00
Creado
  • 04/03/2012 01:00
La Diplomacia de Cumbres es un proceso que ha irrumpido vigorosamente en las relaciones internacionales en fechas recientes pero, al igu...

La Diplomacia de Cumbres es un proceso que ha irrumpido vigorosamente en las relaciones internacionales en fechas recientes pero, al igual que los procesos de integración regionales y mundiales, es de vieja data y ambos mecanismos responden a la búsqueda permanente de los consensos necesarios frente a la presencia de fenómenos políticos que han matizado y afectan, en diferentes momentos y escenarios, la convivencia internacional.

Para algunos analistas internacionales, la Diplomacia de Cumbres es un instrumento del sistema internacional y de acción diplomática que vino para quedarse, a pesar de que la frecuencia de las mismas, su falta de periodicidad así como el exceso de acuerdos que dificultan su operacionalidad y seguimiento, suponen una cierta fatiga en la percepción pública y genera un déficit en lo concerniente al cumplimiento de los compromisos asumidos.

Frente a estas observaciones se ha insistido en que la Diplomacia de Cumbres es el resultado del creciente multilateralismo que caracterizó el final del siglo XX y los inicios del siglo XXI. Por lo tanto, como espacio privilegiado facilita la cooperación internacional y promueve el desarrollo de la democracia, dando sentido de comunidad a la región de América latina y El Caribe consigo misma, con el resto del mundo.

NUEVA DIPLOMACIA

La Diplomacia de Cumbres se ha desarrollado con vitalidad en América Latina y El Caribe, dinamizando las relaciones internacionales contemporáneas e inaugurado un nuevo estilo de relacionamiento entre los países que integran este conglomerado geográfico. Esta nueva diplomacia tiene como centro a sus dirigentes políticos surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, quienes con sus protagonismos han convocado nuevos escenarios que hoy adquieren novedosas modalidades de actuaciones, pertinencias y legitimidad. De esta suerte, tenemos los diálogos cara a cara entre los jefes de Estado y de Gobiernos, que en muchos casos generan dinámicas y compromisos, más allá de los que se diseñan a través de la diplomacia tradicional.

El final de la Guerra Fría también generó su propia impronta, es decir se constituyó en el espacio idóneo, en un primer momento caracterizado por el desorden político, para la configuración de nuevos liderazgos nacionales y geográficos, que también originaron el surgimiento de nuevas alianzas y de una dinámica diferente y distinta de los centros hegemónicos tradicionales. Esto es lo que, sin lugar a dudas, ha distinguido a la región latinoamericana y caribeña frente a otras zonas en donde todavía conviven los viejos esquemas de dominación e influencia.

Esta nueva realidad es la que en el fondo da cuenta de la importancia de la Diplomacia de Cumbres. Más que una emoción regional histórica, como advierten ciertos expertos internacionalistas, la comunidad económica dibujada alrededor de estos procesos también ha configurado una comunidad de conciencia que muestra a la región como un escenario con cierto nivel de compactación que, respetando la diversidad, actúa y se desarrolla en la dirección correcta. Es decir, que sus respectivos desarrollos están fundamentados en sus fuerzas reales al interior de cada experiencia territorial, resguardando la soberanía e independencias nacionales.

Un nuevo mundo y los caminos del futuro son los que se están cimentando con la Diplomacia de Cumbres en América Latina y el Caribe. Más allá de las críticas relacionadas con los factores que las caracterizan, las mismas han cumplido un rol destacado e importante haciendo posible el diálogo político constructivo, permitiendo igualmente que los temas y asuntos tratados tengan una real trabazón con los actores sociales y los beneficiarios de las decisiones tomadas. Son los impactos en las dimensiones regionales y hemisféricas los que marcan cuanto se puede alcanzar y coordinar en el sistema internacional.

Siendo así las cosas, América Latina y El Caribe es la región más fértil por excelencia en la realización de Cumbres; lo que nos dice que Diplomacia de Cumbres es igual a Diplomacia Ejecutiva. De esta manera, podemos afirmar que la Diplomacia de Cumbres ha logrado convertirse en el escenario de visiones comunes, de un futuro compartido con ‘el imaginario de la integración regional como nuevo vehículo para el desarrollo sostenible’. Desde esta perspectiva se ha constituido en un extraordinario instrumento de nuestro tiempo, con capacidad para enfrentar y responder mejor a los retos y desafíos inéditos y complejos.

FUTURO DE LA DIPLOMACIA DE CUMBRES

Ahora bien, el futuro de la Diplomacia de Cumbres se relaciona con sus objetivos, características y tipologías. Estas cualidades determinan en cierta medida su continuidad y legitimidad en el sistema internacional.

La mayoría de los especialistas en la materia consideran que el exceso de convocatorias pudieran estar afectando los resultados de tales encuentros. Sin embargo, desde otra perspectiva la frecuencia de dichos procesos permite un mejor acercamiento y conocimiento entre sí de los jefes de Estado y de Gobiernos y, por otro lado, tener una mejor y adecuada lectura de los temas así como adelantar iniciativas al calor de las necesidades y exigencias de solución de los problemas que enfrentan de manera colectiva como países.

LAS INICIATIVAS DEL SUR

Esto último parece ser más frecuente en Diplomacia de Cumbres como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y Petrocaribe. Probablemente se trata de espacios más ágiles y coherentes en donde la institucionalidad funciona con otra dinámica, fortaleciendo el multilateralismo constructivo y también defensivo.

Lo anterior también podría explicarse en función de un sentido de identidad más enraizado en un discurso propositivo, independiente y orgánico en donde el capital humano y político tiene mayor relevancia. Bajo este marco se desarrollará la próxima Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias, Colombia del 9 al 15 de abril próximo. Se debatirán, antes y después de la Cumbre, viejos esquemas entre zonas de influencia y áreas que promueven la autodeterminación como condición irrenunciable y sin capitulaciones.

El futuro de la Diplomacia de Cumbres está estrechamente vinculado a la dinámica que asuman los países involucrados, a través del liderazgo de sus respectivos jefes de Estado y de Gobiernos. Asimismo, serán determinantes los temas y problemáticas a ser debatidos con soluciones realmente oportunas y viables; lo que igualmente justificará las siguientes convocatorias, más allá de las responsabilidades pro tempore.

Finalmente, la Diplomacia de Cumbres deberá ser asistida por una Cumbre de las Cumbres, tomando en consideración sus temáticas y realizaciones, de manera que sea este mecanismo el que decante las agendas y dé seguimiento y continuidad a los compromisos alcanzados.

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