Baluarte democrático

H ace veintitrés años vivimos en una democracia que, si bien frágil e imperfecta, nos ha permitido vivir en paz y alcanzar un desarrollo económico cuyos beneficios aún no llegan a todos, pero que es admiración y envida de muchos.

Sin embargo, durante este tiempo no hemos conseguido construir instituciones sólidas que garanticen a todos los ciudadanos y ciudadanas, sin excepción, ejercer sus derechos, cumplir con sus deberes y desarrollarse como personas en una sociedad democrática, justa, participativa, solidaria y próspera. Tampoco hemos logrado desarrollar una cultura política que incorpore valores cívicos fundamentales compartidos por la mayoría, con un sentido de responsabilidad personal y colectiva por el destino de la nación.

Con inquietud hemos visto en los últimos años la proliferación de viejos resabios que creíamos reducidos, sobre todo un presidencialismo desbocado e irrespetuoso de la Constitución y las leyes, cuya intromisión en los otros órganos del Estado y en el Tribunal Electoral pervierte el principio de la separación de poderes y acarrearía graves daños a la estabilidad democrática. Además, alarma el renacimiento de las prácticas electorales clientelistas, el uso de recursos del Estado con fines electoreros, el enriquecimiento escandaloso de funcionarios públicos y las amenazas desde el poder contra quienes se atreven a levantar la voz ante hechos vergonzosos o exigen el respeto a las leyes.

Crece la preocupación genuina de que los intentos para intervenir el Tribunal Electoral y acomodar el Código Electoral para favorecer en las elecciones del 2014 al partido de gobierno nos alejen de los últimos cuatro torneos electorales, cuyos resultados han permitido transiciones sin traumas y mandatos legítimos a los ganadores en esos procesos y podamos retornar a aquella pesadilla de violencia y fraude que creíamos sepultada para siempre.

VICEPRESIDENTA PP